Despertó en su habitación con una horrible jaqueca, había bebido demasiado. La cabeza le da vueltas por lo que con esfuerzo se arrastró al baño y cayendo a los pies del inodoro vomitó hasta sentir el estómago vacío. Maldijo por haberse dejado llevar y beber sin parar, solo a un idiota como a él se le ocurriría ponerse a beber tan temprano en la mañana. Se sentó en el frio piso transpirando sintiendo escalofríos. Además, perder un día de trabajo por beber es el peor de sus problemas, de solo pensar en el trabajo atrasado se siente aun peor. Fijó su mirada en el blanco cielo de su baño y fue inevitable no volver a pensar en ella, en Paloma. Cerró los ojos apretándolos dolido, no quiere pensar en ella, no quiere que esos recuerdos lo vuelvan a invadir, no quiere otra vez dejarse ahogar por el alcohol buscando desesperado olvidarlos.
Al levantarse se quedó estupefacto al ver a Paula dormida en el sofá. No tiene recuerdos o tal vez sí, solo difusos en que el barman le preguntó si llamaba a alguien y él le dio la tarjeta de uno de sus trabajadores, pero pensó que era la de Marcos y no la de Paula. ¡¿Cómo pudo cometer un error tan estúpido como ese?! Se apoyó en la pared sintiendo que perdía el equilibrio. Entrecerró los ojos pensando que haría ahora, qué le diría a esa mujer luego de haberlo visto en ese lamentable estado. Pero no alcanzó a pensar en algo más cuando notó que ella se movía.
La joven se restregó los ojos apenas lo vio y se sentó en el sofá.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó turbada más ante la expresión poco amable y ese rostro que parece que lo hubiera golpeado un camión. No se espera despertar y encontrárselo espiándola dormir.
—Bien, solo me daré un baño para ir a la oficina —le dio la espalda hablando en tono molesto.
—Es sábado —replicó Paula con una semi-sonrisa.
Sebastián se quedó mirándola atónito ¿sábado? Había olvidado que ayer había sido viernes. Carraspeó incómodo al notar que la mujer no dejaba de mirarlo con gesto divertido. Volteó para reclamarle, pero las ganas de vomitar lo empujaron a correr al baño otra vez. De verdad que era patético.
—Voy a prepararte algo para que recuperes fuerzas, puedes darte una ducha por mientras —escuchó la voz de Paula.
Solo quiere que se vaya, refunfuñó. Apoyó la frente en el inodoro. Aunque igual agradece que no lo deje solo. Abrió la ducha y dejó el agua correr antes de entrar. El agua caliente lo ayudó en parte a sentirse mejor pero cuando quiso secarse recordó que el día anterior había metido todas las toallas del baño en el canasto de ropa sucia. Maldijo su suerte por segunda vez en el día. Carraspeó sin saber qué hacer y avergonzado no tuvo otra que llamar a Paula.
—¡Oye… ¿Puedes traerme una toalla? —guardó silencio sintiendo mayor vergüenza.
—Ok —respondió Paula con tono alegre.
—Déjala en la entrada no vayas a…
Pero no alcanzó a terminar sus palabras cuando la mujer abrió la puerta quedando ambos uno enfrente del otro. Sebastián anonadado no pudo evitar que sus ojos se detuvieran en el sorprendido rostro de Paula, la cual sin tampoco poder evitarlo fijó su atención en la entrepierna del hombre. Fue un silencio incomodo mientras ambos sienten que el calor se le sube a la cabeza ante un encuentro que hubiesen preferido evitar.
—Disculpa ¿Podrías dejar de mirarme de esa forma? —señaló avergonzado al notar como la mujer no quita la mirada de su cuerpo desnudo.
—¡Lo siento! —se disculpó saliendo de inmediato del baño y cerrando la puerta. Le fue imposible no ponerse a reír nerviosa cubriéndose la boca para que su jefe no la escuchara, está mejor dotado de lo que hubiera imaginado.
Sin pensarlo más fue a la cocina y sacó una jarra con hielo del refrigerador, debe enfriar sus pensamientos que sigue latente la imagen de su jefe desnudo y siente que el calor la está agobiando.
Sebastián se secó en silencio en un cierto estado de shock y se contempló al espejo mirando su propia entrepierna, la verdad es que espera que la risa que escuchó de Paula no haya sido una burla de lo que vio, aunque él siempre ha estado seguro de que su tamaño es normal. Luego dándose cuenta de la estupidez que le preocupaba tosió molesto consigo mismo y se secó con rapidez, saliendo del baño y cruzando su mirada con la mujer que sentada en una silla cerca de la cocina le daba la espalda.
Incómodo volvió a la sala mientras Paula revisaba una sopa que le estaba preparando. Se sentó en silencio en el sofá.
—¿Cómo sigues? —le preguntó sin mirarlo.
—Mejor —respondió con sequedad.
—Me alegro mucho —respondió sonriéndole.
Le es inevitable no recordar a Sebastián desnudo al verlo a los ojos y se sonrojó de las lujuriosas ideas que aparecieron en su cabeza, sobre tocar su cuerpo mojado y desnudo, deslizar sus manos por su pecho y agarrar su…
—Auch —exclamó al pasar a llevar su dedo por la olla en donde cocinaba la sopa en forma descuidada.
—¿Estás bien? —le preguntó el hombre arrugando el ceño acercándose a su lado.
Su corazón se aceleró al sentir el aroma a shampoo, y la cercanía de él que ha tomado su mano con intenciones de revisar su dedo.
—Sí, solo me distraje un poco —respondió intentando reírse.
—Ten cuidado, no te distraigas mientras cocinas que eso es peligroso —habló entrecerrando los ojos llevándola de la muñeca y abriendo la llave del agua fría para bajar el dolor de la quemadura.
—Sí… —musitó sintiendo el pecho de su jefe tan cerca de su espalda que de un momento a otro quitó su dedo del agua alejándose de su lado y sonriendo nerviosa.
—Dejaré la sopa lista y me iré debo ir a ver mi departamento —señaló cohibida porque ante su cercanía otra vez las imágenes de escenas candentes la atormentaban. Debe huir rápido. — Una cosa, debes intentar comer más sano.