Mi Esperanza En Navidad

CAPÍTULO 4

– ¡Te amo, Ingrid! – Miguel pronunció esas palabras varias veces aquella noche –.

Mi mente no me permitió decirle lo mismo, porque en ese momento aún pensaba que un hombre bajito y con la piel dañada por una enfermedad, no debía ser considerado como mi pareja.

La grandiosa Ingrid Arroyo, se casaría con el chico más guapo de la preparatoria, Sergio Rivera. Creer lo contrario era una burla a la belleza, pero a pesar de mi negativa, mi corazón quedó cautivo por el inmenso amor que me trasmitió Miguel, y a partir de esa noche, supe que nunca podría librarme de esa hermosa unión.

La voz lejana de la nana de mis niños se cuela en ese maravilloso recuerdo y me niego a abrir los ojos – “quiero seguir soñando contigo, mi amor”, grito entre la bruma de mi mente –.

– ¡Joven Miguel!, la señora no despierta – la escucho decir –.

– ¡Pide una ambulancia! – su voz me estremece y abro los ojos – ¡Ingrid!, ¿qué tienes? – su rostro está descompuesto por la preocupación y en mi deseo por consolarlo, coloco mi mano en su mejilla –.

– ¡Estoy bien, mi amor!... mientras estés conmigo, siempre estaré bien.

Con dificultad me incorporo y lo abrazo con las pocas fuerzas que hay en mi cuerpo.

– ¡Déjame sentirte!, la calidez que emana de ti es lo único que necesito para vivir.

– ¡Ingrid, por favor!, ¡tienes qué resistir!... los niños te necesitan, no puedes dejarlos, aún son pequeños y no merecen que los abandones – para mi alegría me abraza más fuerte y yo me aferro a él –.

– Si estar muriendo consigue que me abraces de este modo, entonces lo prefiero a tener que vivir sin ti.

– ¡No digas tonterías!

– No son tonterías – me separo un poco para mirarlo a los ojos – no puedo continuar soportando tu indiferencia… Si ya no me amas, no me queda nada más.

– ¿Y los niños?, ¿acaso no te importan nuestros hijos?

– Los amo porque son parte de ti, pero algún día se irán y me quedaré sola.

– Aún faltan años para eso. Mientras tanto puedes buscar a un hombre guapo y de tu posición económica – me sonrió, pero sus ojos cristalinos demostraban que quería llorar – la hermosa Ingrid Arroyo ansiaba ser la envidia de todas sus amigas de la alta sociedad… su esposo tiene que estar a su altura y yo soy más bajito que ella.

– Esa diferencia de altura ya está arreglada… Dentro de poco será navidad y se cumplirá un año del accidente que me dejó postrada en una silla de ruedas para siempre… Jamás volveré a ser más alta que tú y tal vez por eso ya no me amas… No quieres una mujer inservible en tu vida.

– ¡Ingrid! – intentó decir algo, pero no quería escucharlo aceptar que es cierto lo que pienso y lo callé con un beso –.

La sensación de ese contacto sigue siendo igual de maravillosa que el de la primera vez.

Para mi alegría, Miguel me correspondió y me besó largos minutos. Yo deseaba disfrutar de ese momento por más tiempo, pero mis fuerzas abandonaron mi cuerpo y por segunda vez, el destino me separó de hombre que amo.

 

PVO MIGUEL

Me sentía contento porque mi anhelo de volver a besar a la mujer que amo se me estaba cumpliendo.

Sin embargo, la vida de mi amada se iba y nuestros labios se separaron cuando Ingrid se desmayó – y en verdad espero que sea sólo eso –.

El médico que llamó la nana se apresuró a alejarme para que pudiera atenderla.

Su orden fue que todos saliéramos del cuarto y ahí noté que el padre de Ingrid también estaba presente – en su mirada se podía ver lo mucho que me odia –.

– Te advertí que tu presencia le haría mal a mi hija, pero eres un maldito necio.

– Le prometí que si me permitía estar cerca de mis hijos, nunca me acercaría a Ingrid y sabe bien que he cumplido.

– Quizás, pero ¡no me digas que ya no te acuerdas de que Ingrid sentía asco por ti!, y lo más terrible es que tu enfermedad puede ser heredada por mis nietos.

– Su nana dice que les han hecho estudios, y parece que afortunadamente no van a tener vitíligo.

– Es una teoría, no un hecho. Apenas van a cumplir seis años. No podemos asegurar nada.

– Señor, si realmente ese fuera el motivo del odio que me tiene, entonces ¿qué beneficio hay en que me aleje de mis hijos?

– Te odio desde que te aprovechaste de Ingrid y por eso todos sus sueños se esfumaron… Debido al embarazo no pudo aceptar la propuesta de trabajo de la agencia de modelos… Su animosidad y alegría desaparecieron… todo su tiempo lo empleó en buscarte y aunque sé que no lo hacía por amor, si no por culpa, eso no cambia el hecho de que convertiste a mi hija en una mujer triste, que deambulaba por la casa sin ninguna meta en la vida más que encontrarte para resarcir el daño que cree que te hizo, y si continúo permitiendo que estés cerca de ella, corro el riesgo de que la destruyas por completo.

Iba a contestar cuando el médico salió del cuarto.

– Señor Arroyo, su hija tiene un cuadro grave de depresión. La nana de los pequeños me informó que lleva semanas de casi no comer y que también se la pasa encerrada en su habitación. La inactividad ha mermado su cuerpo y su mente. En pocas palabras, la señorita Ingrid se está dejando morir.




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