Mi estupido, Amor

Prólogo.

El elegante salón está lleno de luces que iluminan con esplendor a las personas más importantes de aquel lugar. Una reunión de los académicos ilustres del país.

Muchos hombres elegantes se encuentran conversando sobre la fundación de una universidad para los jóvenes de escasos recursos, sobre todos aquellos que están en el campo y que por diversas problemáticas no logran alcanzar a terminar sus estudios superiores. Unos ojos negros están fijos en la puerta de entrada porque él está esperando a la mujer amada.

—Profesor Molina...— uno de los hombres trata de llamar su atención; sin embargo, él está muy concentrado en aquella deslumbrante figura femenina que acaba de ingresar al lugar. Su corazón comienza a galopar libre dentro de su pecho debido a sus nobles sentimientos por ella.

Ella lleva un hermoso vestido rojo bastante ajustado, qué hace más bello aquel cuerpo. Cuando camina, uno de sus muslos se deja ver y ella sabe que es bella y que atrae las miradas de los presentes. Su hermosa sonrisa ilumina el rostro de la mujer.

El corazón del hombre sufre un fuerte golpe contra su pecho y sonríe ante la idea que se ha forjado en su mente.

— «Esta noche voy a proponerte matrimonio»— pensó sin dejar de observar a la chica que sigue caminando hacia un grupo de hombres y que saluda de manera cordial.

De manera inconsciente llevó su mano al bolsillo de su saco para tocar la pequeña cajita donde está aquel anillo. Un diamante valuado en una exagerada cantidad de dinero.

—Profesor, le estaba preguntando que si siempre va a asistir a la universidad...—decía el elocuente hombre que se siente ignorado por aquel joven académico.

Las palabras de aquel compañero quedaron en el aire porque los ojos de Fernando Molina, siguieron la figura de la mujer que se acercó a un hombre que está en un grupo y comentó algo al oído y este solo rió de buena manera y luego pasó la mano por la cintura de la joven para llevarla a un lugar apartado.

—Disculpen, colegas. Ahora vengo... — dijo Fernando al grupo de amigos y sin perder tiempo comenzó a seguir a la pareja.

Sigilosamente como cuál ladrón se acercó al balcón donde estaba la pareja hablando muy cómodos, amparados por la soledad y oscuridad.

La hermosa rubia de figura despampanante habla de manera indecorosa con aquel hombre.

— ¡Realmente me encantas! — dijo ella—, y más cuando estás en medio de mis piernas y me lo mueves con frenesí.

La risa del hombre fue empalagosa, autosuficiente y engreída.

—Ahora que termine la fiesta nos podemos perder un rato— le propuso el hombre.

—Esta noche no va a poder ser —dijo ella que acariciaba el rostro del hombre con una mano, mientras que con la otra le acariciaba la intimidad— mi querido y aburrido profesor está aquí en la ciudad. Lo más seguro será que pase la noche en su hotel...

— ¡Qué manera de perder una noche! — dijo dándole un beso en la boca de manera apasionada.

Fernando estaba paralizado viendo y escuchando la conversación de la pareja.

—Aun no entiendo ¿qué le ves a ese maldito de Molina? — preguntó el hombre observando a la mujer después de dejar sus labios.

Ella rió al oír y sentir sus celos, era algo que a ella le encantaba.

— ¡No seas imbécil!, cariño — dijo la mujer que tenía al hombre excitado.

El hombre tenía aquel miembro engarrotado y firme. Era como a ella le gustaba mantener a los hombres.

—Tú mejor que nadie sabes que ese hombre es riquísimo, además es muy guapo. Aunque tiene dos defectos que no me gustan.

Él rió al oírla hablar.

— ¡Algo que no te gusta de ese hombre! — dijo con burla.

Ella también rió de buena gana antes de responder.

—Es un hombre muy aburrido, porque se la pasa siempre sumergido en sus libros y es muy joven...

El hombre miró a la mujer y acarició los cabellos.

— ¿No lo amas? — le preguntó con burla.

—Oh, sí lo amo a mi manera— dijo ella riendo al ver lo que su mano estaba haciendo en el cuerpo del hombre — soy una mujer con gustos explícitos y eso es algo que él jamás va a entender. Tú sabes que a mí me gusta....

—Sí, sé mejor que nadie lo que a ti te gusta, y que él jamás lo va a permitir...- interrumpió gimiendo el hombre.

El hombre se apartó un poco de ella tembloroso y prendió un cigarrillo para calmarse un poco.

—Sé que te gusta el sexo...

Fernando ya no siguió escuchando aquella conversación. Ellos llevaban dos años de novios, y según él, era un hombre feliz porque encontró a la mujer perfecta para casarse, pero qué estúpido había sido. Con pasos rápidos y el ceño fruncido sacó su teléfono para marcar al conductor.

—Venga para que me lleve al aeropuerto – dijo con la voz cortante.

Horas más tarde, en el rancho el Poder, se encuentra un hombre que está sentado en su lustroso escritorio con una botella de licor casi vacía y un vaso en su mano. Sus ojos recorrieron aquella pared llena de títulos. Él, un hombre de veintinueve años, uno de los mejores académicos de la región, dueño de uno de los ranchos más bellos y prósperos, y ahora era un desdichado que habían roto su corazón y su confianza.

— ¡Malditas mujeres! — gruñó perdido en el alcohol. Sus ojos están llenos de odio al igual que todo buen sentimiento que está dentro de él — de ahora en adelante mujer que se me atraviese con la intención de ganarse mi corazón, la destruiré.




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