Mi estupido, Amor

Capítulo 5

Tiene que casarse

— ¡Eso es mentira! – le gritó llena de desesperación.

Susana le arrebató la carpeta al hombre y empezó a leer, pero no entendía lo que decía en aquel papel.

—Yo soy la hija de Jennifer Montiel y voy a hacer valer mi derecho. Tengo que evitar que mi padre me las robe — dijo la joven casi histérica— voy a ir al notario ahora mismo.

El entrecejo del vaquero se frunció mientras mira a la joven y medita sobre si ella es sincera o solo una falsa, igual que todas las demás mujeres.

—Sí, vas a ir con mi abogado— dijo el profesor tajante —, porque este problema lo solucionamos hoy mismo.

Susana tiembla de pies a cabeza y asintió con nerviosismo aquella propuesta.

—Sí, señor— respondió convencida de que debía ir de inmediato antes que su padre apareciera y arruinara su plan.

—Te espero en una hora en mi rancho —dijo el profesor —si no apareces en una hora vendré aquí con la policía y te denunciaré por daños y perjuicios. ¡Estás advertida!

Apenas el hombre salió, subió a su caballo y se fue cabalgando y la joven cayó al piso, debido a que sus piernas se negaron a seguir sosteniéndola.

—Mamá, ¿por qué me hiciste esto? – se llevó las manos al rostro y murmuró gimiendo de dolor al ver aquel documento que está sobre el suelo.

Rato después se limpió el rostro y salió a prisa hacia uno de los establos y tomó un caballo que estaba tan flaco como ella.

—Me voy a partir la cabeza— dijo la joven cuando trató de trepar en aquel animal —. Ay, Diosito, no permitas que me parta una pata.

Y a trote suave y con el estómago revuelto viajó hacia el rancho el Poder, que era propiedad del profesor Fernando Molina. Sus ojos se maravillaron por aquella casa hermosa.

El caporal la recibió y le ayudó a bajar el caballo.

— ¡Con cuidado! — dijo Jesús Antonio con una tímida sonrisa, dándole un poco de tranquilidad a la bella joven.

—Gracias— dijo. Y comenzó a caminar con sus piernas temblorosas.

Entró a la casa y se encaminó hacia la oficina donde le indicaron que la esperaban. Dentro de aquel lugar había dos hombres que charlan. Uno, es el profesor y el otro, un hombre bastante mayor de cabello cano.

—Buenas —dijo la joven que abraza la carpeta contra su pecho para controlar su nerviosismo.

—Dame la carpeta —dijo impaciente el profesor—. Quiero acabar pronto con esto si es posible hoy mismo.

El hombre canoso solo sonrió y miró a la chica, que está más pálida que de costumbre.

—No seas impaciente, Fer — dijo hombre mayor—. Siéntate, querida.

La chica le entregó la carpeta y el letrado en leyes con lentitud comenzó a leer aquel testamento y sus ojos se llenaron de sorpresa.

—Este testamento yo lo ayudé a redactar — dijo el mayor —. Se inició por órdenes del papá de Susana. Él quería que su hija mayor le quedara el rancho y por eso Jennifer protegió a su única hija, Susana. Ella debe casarse para poder tener los derechos a este rancho— dijo el abogado.

El hombre miró a Fernando.

—Esa es la única salida para que ella pueda vender...

El profesor malhumorado miró a la joven con desprecio.

—O sea que... ¿Tú quieres casarte conmigo para poder venderme el rancho? — se burló.

Ella lo miró con sus ojos grandes y sintió la ira hervir dentro de ella al oír sus palabras.

—Yo solo quiero vender el rancho, no casarme — respondió mirándolo a los ojos con furia— porque quiero irme lejos de mi padre y de su hija Lucía. Ella solamente tiene la intención de venir a enamorarte para que te cases con ella y así quedarse con mi rancho.

La joven tragó con fuerza. El hombre mayor se levantó y le dio un vaso con un poco de agua.

—Yo solo he sido la sirvienta de esa familia desde que mi padre se casó con Manuela. Y me enviaron al rancho para limpiarlo porque su verdadera intención de ellos ya la sabes...

La chica bebió el agua y bajó la mirada con tristeza.

—Solo fue una casualidad o tal vez mi madre puso a un ángel para que esos documentos estuvieran en mi camino.

Molina la mira con frialdad. No cree en ninguna de sus palabras, pero realmente necesita las tierras aledañas a su rancho.

—La pregunta aquí es si tú quieres el rancho o no. De igual manera lo voy a vender— dijo la joven mirando al profesor.

Molina le sostuvo la mira y vio una inmensa triste en aquellos ojos negros.

El hombre mayor le sintió con tristeza.

—Cariño, de verdad, lamento lo que has vivido al lado de tu padre. Él siempre fue un hombre cruel y despiadado con tu madre. Se casó con ella para despojarla de sus bienes y adueñarse de ese rancho, que en su época era el mejor de esta región, pero el abandono lo destruyó —dijo el hombre mirando a Fernando—. Ella solo puede vender el rancho cuando se case, de lo contrario está atada de manos.

Susana miró a los dos hombres y se dio cuenta de que estaba perdida, sin embargo, no iba a dejar de luchar.

—Puedo hablar con usted, profesor – habló sin temor a perder más de lo que ya había perdido— solo será un momento, por favor.

El hombre mayor solo suspiró.

—Entonces yo me retiro — dijo el abogado – si decides casarte por el civil para poder acceder al rancho me avisas, yo te ayudaré. Solo debes buscar al hombre indicado.

Ella le sonrío con tristeza.

—Gracias, y si tomaré su ayuda en su momento— agradeció la joven.

Susana solo suspiró de manera profunda para tener un poco de fuerzas antes de hablarle al profesor.

—Yo sé que usted quiere las tierras – comenzó la joven mirándolo fijamente— y yo... yo quiero mi libertad.

— «No, no me voy a casar contigo»— pensó. El hombre solo sonrió ante la idea que le llegó.




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