Una condición
Fernando Molina quedó perplejo ante lo que dijo el notario, que para obtener las tierras Susana debe casarse. Esto lo enfurece y mira a la chica con desprecio. Ahora solo se limita a observar y a escucharla en silencio, ya puede imaginar lo que ella le va a proponer y de una le va a decir que no.
Sonrió para sus adentros, ante su pensamiento.
—Sin embargo, mi libertad tiene un precio, al igual que esas tierras— ella tragó antes de seguir hablando— ayúdame a conseguir un novio.
Los ojos del profesor se abrieron a más no poder.
— ¡Qué! — exclamó sorprendido. ¿Acaso las mujeres no lo perseguían para estar a su lado? — que te ayude a buscar un novio...
—Sí, usted es alguien muy importante y sé que conoce a muchas personas, debe saber de alguien que este soltero — ella respiró con dificultad por su nerviosismo y en ese mismo momento entró el caporal que se dirigía a la cocina—. ¿Qué tal su caporal? Si es soltero, lo puede hacer. Estoy dispuesta a pagarle, por ese favor.
Molina miró lo que ella ve con tanta ansiedad y su enojo creció más dentro de él. Nunca se ha sentido un imbécil y esa mujer con esas palabras le derribó su puto orgullo al suelo y lo revolcó sin ninguna misericordia.
—Por favor, ayúdeme— ella lo sacó de sus pensamientos—. Será solo un matrimonio de papel. Él vivirá en su casa y yo en la mía y cuando pueda vender el rancho...
Él no entiende por qué esas palabras lo enfurecen tanto o es el desprecio de ella.
— ¡Cállate! — la interrumpió el furioso hombre—. ¿Qué seguridad tengo de que me vendas el rancho? — preguntó.
Ella frunció el ceño. No puede perder tiempo. Lo más seguro es que al día siguiente se presente su padre y arruine sus planes.
—¿Quieres seguridad? Entonces cásate conmigo – ella lo desafió con la mirada.
Él caminó al minibar y bebió un trago de licor. Esa joven tenía el don de ponerlo de malas.
—Solo será un negocio—continuó la chica con desesperación—. Usted no tendrá que verme y tendrá la seguridad de que el rancho quedará en su poder...
Fernando la miró arriba abajo con desprecio. Frente a él había una mujer bastante delgada, con un rostro hermoso, pero tenía el pelo desaliñado y su piel reseca y desnutrida. No era para nada le era llamativa, debido a que su belleza se veía nublada por su estado físico.
—Tres meses — dijo el profesor Fernando.
Ella frunció el ceño al no entender.
— ¿Tres meses? — preguntó con vacilación.
—Sí, si nos casamos, este matrimonio solo va a durar tres meses— dijo él cortante—. Así tendré la seguridad de que estás a mi lado y no le darás el derecho de las tierras a otro.
La joven lo miró llena de ilusión. Por fin, podría ponerle un pare a su padre y a la ambición de Lucía. Jamás pensó que él aceptaría algo tan descabellado.
—¡Muy bien!, será solo tres meses — dijo la joven nerviosa y antes de hablar se mojó los labios—. Sin embargo, tengo una condición....
El profesor solo frunció el ceño y la miró con desdén. Hay algo en ella que no le deja bajar la guardia y tiene la necesidad de ponerla siempre en su lugar.
Con elegancia miró su reloj y está desesperado por concluir aquella reunión. Él necesitaba presentarse prontamente en la universidad que están construyendo por órdenes de él y también ha decidido retomar las clases.
— ¿Crees que tienes derecho para poner condiciones? — preguntó algo alterado y tajante.
Ella solo resopló. Susana lo miró a los ojos para desafiarlo. En aquel arreglo solo iba a cambiar un infierno por otro.
— ¿Quieres la tierra? ¿Sí o no? — preguntó ella con una gélida mirada —. Si no eres tú el esposo, lo será otro, por mí no hay problema. Voy a hablar con tu caporal, él me puede ayudar....
Fernando resopló molesto al oír cómo lo desafiaba.
—Habla que no tengo tiempo que perder— la interrumpió y deteniendo sus pasos-—. ¿Cuál es esa condición?
La joven sonrió de medio lado, aunque su sonrisa parecía más una mueca de dolor.
—Como ya te dije, voy a vivir en el rancho cuando mis padres vengan— ella suspiró antes de continuar—. ¿Me podrías contratar como sirvienta?
— ¿Qué? — Él imaginó que ella se pasaría a su casa, apenas se casaran. Eso era lo que siempre decía Cassandra.
—Quiero estar fuera de esa casa el mayor tiempo posible y la mejor manera sería si trabajo, no puedo dejar el rancho hasta que se cumpla el plazo...
— ¿Quieres que este matrimonio se mantenga de manera anónima? — preguntó confundido.
Ella sonrió con sus ojos brillantes.
—Sí, porque la verdad no veo a un ilustre como usted casado con una sirvienta como yo—. La voz de la chica penetró sus oídos. Ella no pensaba en ella sino en él. Y esto lo molestó.
Molina frunció el ceño.
—Si eso es lo que quieres, por mí no hay problema— dijo y agarró su sombrero—. Esta misma tarde nos casamos. Y a partir de mañana puedes venir a trabajar. Damaris será la encargada de entrenarte para llevar el rancho.
Ella solo sonrió.
—Gracias, señor Molina— dijo la joven—. Si dado el caso, los papeles salen antes de los tres meses, le prometo firmar las escrituras y usted se librará de mí.
El hombre solo se quedó en silencio al oírla.
—Vamos para que conozca a Damaris—dijo y salió de la oficina seguido por ella— mañana o cuando venga tu padre puedes venir a trabajar acá en el Poder...
La chica sonrío con cierto alivio. Al parecer se iba a librar del maltrato de Manuela y de Lucia que hacían de manera constante.
—Gracias, señor, muchas gracias— murmuró más para ella, que para él.