Mi estupido, Amor

Capítulo 7

Inicia una pesadilla

Han pasado exactamente en dos días en los que Susana se ha dedicado a trabajar de manera ardua en la casa del rancho La Belleza. Sus manos hinchadas y cansadas de tanto fregar el piso, cortar el césped, barrer e infinidades de labores la mantiene ocupada y sobre todo agotada.

Cansada y ojerosa llegó hasta la cocina y se bebió un vaso de agua para aplacar el hambre. En ese lugar no había alimentos para consumir, ni siquiera para los ratones.

— ¡Esta vida es una porquería! — murmuró y rio de medio lado cuando sus oídos escuchan cómo su estómago ruge—. De seguir así, me voy a desmayar.

Aún estaba perdida en sus pensamientos cuando escuchó un fuerte ruido del cilindraje del carro deportivo de alta gama de su hermana Lucía

—Por fin, he llegado— gritó Lucía al cruzar el umbral—. Buenos días, vida de campo.

Todas las cuerdas del cuerpo de Susana se tensaron, ella sabe que le llegó la hora de enfrentar su infierno y luego salir de ese para entrar en otra pesadilla que tal vez sea peor. Pero haría todo lo posible por soportar aquella inmundicia con tal de hacer respetar el nombre de su difunta amada madre.

Lucía fue la primera en entrar a la casa, sus bellos cafés rodearon todo el lugar. Miró con detalle la estancia y vio que era bastante rústico, demasiado campestre para sus finos gustos.

Susana solo la mira en silencio, esperando el ataque que sabe que pronto va a llegar.

— ¿Qué haces ahí, parada como una estúpida? — le tiró con fuerza la maleta a los pies de la joven, causando que las ruedas chocaran con las uñas de los pies—. Agarra mis maletas y acomódalas en mi habitación —dijo con altivez.

— ¡Ay! — chilló la joven al recibir el golpe en la pierna — me lastimaste...

Lucía solo sonrió con perversidad. Sus ojos son semejantes a pozos de lava hirviendo, prometiendo hacer una enorme erupción y causar el mayor caos que solo va a arrasar es a ella.

—Solo eres una estúpida, fíjate en lo que haces. Ya estropeaste mi hermosa maleta y con lo cara que es —chilló la infame mujer.

Susana se mordió la lengua y frunció el ceño. Tragó con fuerza y apretó los dientes para contener su ponzoñosa lengua. Se siente muy cansada y hambrienta y no tiene las fuerzas necesarias para enfrentar a aquella mujer endiablada.

En ese mismo momento, Manuela y su esposo entraron al lugar como si fuesen los verdaderos dueños del rancho.

— ¡Ay!, amor, este lugar realmente no es digno de nuestra hija – cada palabra sonada con cierta dulzura.

Pedro, con el mentón levantado, solo mira las paredes y pisos que están relucientes; al parecer, Susana había hecho un buen trabajo con la limpieza del lugar. Al oír hablar a su esposa, solo se giró y se dejó envolver de aquella voz dulce y seductora. El andar del hombre es semejante al palomo que saca el pecho para poder enamorar a su hembra, pero él solo hace el ridículo antes los ojos de Susana que lo contemplan en silencio.

—Tranquila, mi amor— dijo con galantería—. Esto será por poco tiempo.

El enamorado hombre pasa su mano por la cintura de la mujer y la atrae hacia su pecho y le estampa un fogoso beso en los labios.

—Apenas nuestra pequeña Lucy se case con el profesor Molina, nos iremos a vivir de inmediato a allá, y esta maldita pobreza se acabará. Y cuando ya tengamos el acta de matrimonio, entonces podremos vender el rancho.

Los ojos del hombre miraron a Susana con desprecio.

— Ya es hora de que vayas entendiendo que este rancho es mío— la severidad y falta de amor fueron lo que la joven vio y escuchó en las palabras de su progenitor.

Susana tragó con fuerza el dolor que tenía tanto físico como emocional. Ella ya se había dado cuenta de que su padre tenía preferencias hacia esa mujer que la maltrataba y lo humillaba todo el tiempo y no entendía porque él que nunca hacía nada. Aquella tarde, el notario le mostró la verdadera naturaleza de su padre y su situación.

Él solo se había casado con su madre para quitarle las propiedades que la joven campesina tenía, despilfarró su fortuna a manos llenas desde ante de morir su esposa. Una fortuna que por derecho le pertenecía a ella. Por eso, estaba decidida a luchar por su derecho.

En silencio recogió la maleta y se dirigió al segundo piso donde se encontraban las habitaciones y con cuidado acomodó la ropa de Lucía.

Luego bajó a la cocina y vio las bolsas de compra que habían traído ellos.

—Apúrate en hacer el almuerzo. Hemos invitado al profesor – hablaba con severidad Manuela mientras que le daba un empujón para que la muchacha se apresurara—. Rápido, quiero que todo esté perfecto para cuando venga mi yerno.

Horas más tarde, con el almuerzo listo, ella se encontraba en un rincón. Sus manos dolían y un fuerte dolor de cabeza la atormenta. Tragó con fuerza y a toda carrera la comida que se robó. Tragaba lo que podían aún sin mascar, solo necesitaba mitigar el hambre que tenía.

— ¡Dios, esto está delicioso! — murmuró mientras sigue tragando bocados grandes.

De repente un caballo negro llegó hasta las puertas del rancho y Susana rápidamente se limpió la cara y se lavó las manos para borrar cualquier rastro de comida. Salió con pasos temblorosos y ahí estaba él, y su corazón galopó con tanta fuerza que se sintió débil.

Un hombre alto, de rostro apuesto, sus cejas negras bordean unos ojos oscuros y penetrantes. En ese momento lleva una barba cerrada que causo en la joven un estremecimiento. Se veía mucho más atractivo y severo que el día que ella lo conoció. Su andar era seguro y la fragancia de su costosa loción masculina invadió el ambiente y los sentidos de la débil joven.

Sus ojos negros de inmediato hicieron contacto con los de ella y la joven se estremeció.

—Profesor...—logró pronunciar.

Él solo arqueó una ceja y su rosto no se inmutó ni un ápice. Y ella se sintió desfallecer ante aquella mirada de desprecio.




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