Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 21

¿Realmente esto está pasando? ¡¿Está pasando?!

Su idea era burlarse de él, pero no que en verdad entraran a la acción, pero una vez empezado, ¿por qué no puede detenerlo?

Mantiene sus ojos bien abiertos, sin saber qué hacer en la situación que ella misma ha provocado, podría fingir desmayarse, que le duele la panza, o arrancar simplemente. Pero... es tan bueno en lo que hace...

—Será mi primera vez... —musitó Amelia avergonzada.

—El mío también —respondió Heriberto sonriendo.

No puede creerlo, se quedó mirándolo sin pestañas esperando que él se echara a reír, pero contrario a eso solo le acarició la mejilla sonriendo con suavidad.

—Tendremos que aprender juntos, seré cuidadoso, lo prometo.

¡¿Ser cuidadoso?! Sí, claro, como no. Cayó como una tonta ingenua creyendo en eso...

—¿Acaso es un perro? —se quejó al otro día mirando todas las marcas que quedaron en su cuello y su demacrado rostro.

A fuerzas pudo levantarse de la cama, ni sus piernas ni sus brazos reaccionaban. Se sentía como una muñeca de trapo sin baterías, tirada en la cama luego de que diez camiones le pasaran encima.

No sabe si se casó con un vampiro o un hombre lobo, pero ese Heriberto en verdad es insaciable, no le bastó una vez.

Maldijo entre dientes de solo pensarlo, sin poder evitar el calor que inunda su cuerpo ante esos recuerdos. La verdad es que no estuvo nada de mal, y le es difícil creer que en verdad haya sido su primera vez.

Por otro lado, pese al cansancio, se siente distinta, sin saber cómo. Pero es como si su cuerpo fuera más ligero, tanto que incluso le saldrían alas en sus tobillos y saldría volando por el cielo.

Sonrió como una tonta.
—Bueno, no estuvo tan mal...

—Gracias, fue mi primera vez —exclamó el hombre con una sonrisa victoriosa mientras entraba a la habitación llevando una bandeja con comida.

—¡Yo no...! —se colocó de pie ante la sorpresa aparición y tambaleó sobre su tobillo.

Heriberto logró sostenerla antes de que se diera de golpe contra el piso. La alzó en sus brazos, preocupado, haciendo que la mujer se sonrojase ante su extremo cuidado. La llevó a la cama y la acostó para luego revisar su tobillo.

—Quédate en cama, necesitas descansar —agregó con serenidad—. Te traje el desayuno a la cama para que no tengas que bajar. Aliméntate bien.

—Tú... —estaba a punto de reclamar, pero ante la caricia que Heriberto le hizo en la mejilla solo se quedó ahí con la boca abierta. Luego bajo la mirada, abrumada, sin saber como actuar. Nunca nadie había mostrado esa preocupación o cariño por ella—. Gracias...

Heriberto sonrió para luego ver las marcas en su cuello.

—Siento haber sido tan rudo, traeré pomada, mientras puedes ir comiendo —dijo colocándose de pie.

Y mientras salía por la puerta, Amelia no pudo evitar mirarlo confundida, ¿o es su imaginación o ahora la está tratando mejor?

Siguió aún confundida mientras él ya había vuelto y le aplicaba pomada en sus marcas. Amelia bebió el chocolate caliente en silencio.

—Es extraño —dijo Heriberto de repente deteniendo sus ojos en ella.

La mujer alzó ambas cejas sin entenderlo.
—¿Qué cosa?

—Que estés tan callada —dijo riendo.

Amelía cruzó los brazos, ¿qué quiso decirle con eso? ¿Qué habla demasiado?

—Oiga, señor Salazar, ¿aún seguimos sin electricidad?

—No, 'señora Díaz', ya lo reparé temprano —dijo sonriendo, llamándola intencionalmente de esa forma.

La mujer lo miró de reojo, en verdad luce tan feliz como si se hubiera ganado la lotería. Es todo lo contrario al hombre despectivo, hiriente y con expresión amarga y seria. ¿Le gusta tanto esta isla del terror para lucir así de feliz?

—Ah, veo que hoy amaneció con mucha energía —musitó con ironía.

—Claro que sí, pase la noche con mi esposa.

Sintió que su cabeza estalló de un calor repentino al escuchar la razón de su felicidad. ¿En serio su felicidad se debe a eso? Sintió como los latidos de su corazón se aceleraban y turbada desvió la mirada. Sin notar como su marido no puede evitar quedar prendado de esos pequeños gestos que antes nunca había visto en ella.

Lo miró de reojo, y se sintió aún más cohibida ante la mirada maliciosa de Heriberto, ¿por qué la mira de esa forma?

'Luces tan frágil, tan angelical, y dulce, envuelta solo en unas sabanas blancas, y más con esa expresión confundida en tu rostro' pensó el hombre sin poder evitarlo. Amelia volvió a callar, tal como dice Heriberto, no es su costumbre no decir alguna palabra, pero en esta ocasión no sabe como responder.

Hasta ahora él solo era el tipo con etiqueta de marido y nada más, y ahora es como si fuese algo más que eso.

—Come unos panecillos —le dijo ofreciéndole unos pequeños panes dulces dentro de una bonita bandeja de madera—. En cuanto ya puedas moverte quiero que salgamos a explorar.

—¿Explorar? —preguntó confundida.

—Sí, quiero que entiendas por qué este lugar es maravilloso, contrario a lo que piensas.

Después de desayunar se sintió renovada, la comida le dio la energía necesaria para animarse a salir. A diferencia del día anterior, el cielo luce azul y con un sol radiante.

—Ponte bloqueador solar —le dijo Heriberto pasándole un pote de colores—, ¿tienes algún sombrero para el sol?

—Claro que sí —respondió de inmediato y a los segundos apareció con un sombrero de paja con una enorme ala.

Heriberto se quedó mirándola antes de echarse a reír, Amelia no se enojó ante su risa, se mostró más orgullosa de su enorme sombrero.

—¿En dónde sacaste eso? —preguntó apenas conteniendo la risa.

—Estaba en barata, en una tienda del centro, lo he guardado por años soñando un día tener la oportunidad de salir de vacaciones —respondió con una sonrisa.

Heriberto la escuchó y dejo de reír.

—Te ves preciosa —musitó haciéndola cohibirse y tomar las alas del sombrero para taparse la cara.




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