Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 23

Amelia luego de comer se quedó quieta mirando el cielo de la habitación, no ha podido dormir, la imagen de Heriberto deteniendo a su madre evitando que la golpeara y advertirle que no vuelva a intentarlo otra vez, sigue dando vueltas en su cabeza.

No parecía estar actuando, pero le es difícil creer que el mismo hombre que antes la trataba con superioridad y desprecio, ahora ¿en verdad está dispuesto a defenderla?

—¿Le gusto? —se preguntó a sí misma arrugando el ceño intentando encontrar la respuesta.

Se sentó pensativa, cruzando los brazos y arrugando el ceño.

—¡Ah sí, claro! No es que le guste, es que se siente embelesado por mi increíble actuación en nuestra primera noche juntos, eso debe ser, como perdió su pureza conmigo no puede dejar de pensar en mí, eso significa que puedo aprovechar la situación a mi favor.

Se asomó con cautela a través de la puerta secreta, encontrando la cama de Heriberto vacía. Al tocarla se siente tan fría que es seguro que no ha estado aquí. Se dejó caer en la cama con desánimo. Pensaba engatusarlo para pedirle dinero prestado, que pagaría en unos meses más, y así comprarse un nuevo teléfono. Su viejo teléfono ya tiene la pantalla quebrada y sobrevive por obra del milagro.

Suspiró mirando el único aparato que ha podido comprar con su trabajo, cambiarlo igual le da sentimientos. Por eso no pudo evitar, tomarlo y acariciarlo con su mejilla.

—Tú sabes que te quiero, pero ya llegó tu hora, estuviste conmigo en las buenas y en las malas, más en las malas, aun así te prometo nunca olvidarte porque fuiste mi primero...

La puerta se abrió de un portazo y Amelia saltó de la cama, como un gato listo para huir. La sería mirada de Heriberto la congeló, ¿por qué la mira tan molesto? Le quitó el teléfono antes de que pudiera reaccionar mirando el aparato barato y en mal estado.

—¿Con quién hablabas? —preguntó con severidad.

—Con... mi teléfono —respondió sin entender su enojo, entiende que no es normal llorarle a un teléfono, pero claro, él de cambiarlo cada año, que más de seguro cada seis meses.

El hombre la miró con una mueca notando la mirada inocente de la mujer, ¿dice la verdad? Bueno, sabiendo lo extraña que es.

—Al teléfono le decías que lo quieres...

—Sí —respondió de inmediato—, a pesar de ser barato, cumplió con todo lo que necesitaba.

Heriberto pestañeó más confundido sin borrar la mueca en su rostro.

—Al teléfono le dijiste que estuvieron juntos en las buenas y en las malas...

—Sí, aunque más malas que buenas, a veces no tenía que comer y mi única compañía era mi teléfono, jugaba algunos juegos que descargaba para no desanimarme, fue mi amigo y compañía.

—Entonces a este aparato le dijiste que jamás podrás olvidar porque fue el primero...

—Sí, mis padres nunca me dieron uno, y ese lo compré juntando dinero en mis primeros trabajos, uno nunca olvida al primero y... ¡¿Qué haces?!

Heriberto tiró el teléfono a la basura con expresión fría.

—Te compraré uno nuevo, la esposa de Heriberto Salazar no puede tener un teléfono de edición pasada y en tan mal estado —masculló sintiéndose molesto con ese aparato, ¿cómo puede ser tratado mejor que él?

Amelia se quedó en silencio mirándola sin entenderlo, mientras él salía de la habitación dando un portazo y mascullando entre dientes: "maldito teléfono intentando robarme el cariño de mi esposa".

A los días, de mano de la joven asistente de Heriberto, recibió un teléfono de última generación. Solo sostenerlo le da miedo, quería uno nuevo, pero mejor hubiera sido uno más sencillo.

—¿No es de su agrado? —le preguntó la asistente al ver la expresión de su rostro.

—Me encanta —dijo exagerando su reacción—, pero... creo que me acomodaría más algo más sencillo. Como suelo trasladarme a pie alrededor de la universidad, algo tan llamativo podría ser peligroso...

—Entiendo —respondió la mujer con una suave sonrisa—, este teléfono lo eligió el jefe, déjeme elegir el otro, le aseguro que ese sí será de su gusto.

Y tal como le dijo, así fue. Unas horas después, la asistente volvió con un teléfono más sencillo pero bastante bonito, y que cumple con lo que Amelia necesita. Agradeció muchas veces el buen gusto de la asistente de su marido, y feliz fue a su habitación a jugar con el teléfono. Estaba en eso cuando recibió un mensaje de su madre.

"Fiesta fin de semana. Cumpleaños del abuelo. Sé puntual, no lo olvides. Trae regalo"

Alzó ambas cejas, había olvidado que ya era el cumpleaños de su abuelo, ¿por qué ya era otra vez esa fecha? Desde niña odia asistir al cumpleaños de su abuelo. La familia solo sabe criticarla hasta por respirar, y preferiría mil veces no ir. Pero su abuelo... ha sido la única persona de esa familia que ha sido bueno, y por él asiste a su celebración.

Soltó un suspiro. Luego su mirada se detuvo en su teléfono nuevo, es cierto que Heriberto había elegido para ella el teléfono más caro. Entonces, si él la acompaña, y puede ir a su lado luciendo espectacular, los haría tragarse sus críticas. El solo imaginarse sus caras al verla entrar la hace hasta aplaudir.

El problema es conseguir que Heriberto quiera ayudarla. No recuerda si hoy llegaba más temprano a casa o no. Por lo que con cautela caminó hacia el despacho. Cada vez que sentía ruidos se escondía en cualquier lugar. Siente que si alguien la descubre provocará que tenga mala suerte en su misión de convencer a su marido.

—¿Por qué andas dando vueltas por casa como si fueses una abeja perdida buscando su colmena? —la voz del hombre la hizo dar un salto.

—Ah, querido, me has asustado —respondió, intentando reír como una delicada dama.

'¿Querido?', pensó Heriberto, sorprendido por ser llamado así, y sonrió victorioso, no sabía que podía enamorarla tan pronto para que ya lo llame así, de seguro su seducción ha hecho efecto durante estos días.

—Mira, yo tu mujer, te he buscado, porque tú como mi marido, debes procurar todos mis necesidades, ¿no es así? —señaló ella enredándose con su propio argumento.




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