Mi Feliz matrimonio forzado

Capítulo 31

Amelia se acostó sobre su cama luego de haberse engullido un par de pollos fritos, es bueno ya no sentir las náuseas de antes. Su vientre aún no es visible, se imagina que su pequeño frijol debe flotar feliz y relajado. Mamá tiene quien le compre comida, papá es un hombre con mucho dinero. Vivirá bien, tendrá comida, un hogar y estudios asegurados.

—Mamá va a trabajar duro, porque aunque mamá y papá no vivan juntos, nunca te abandonaran. Solo no seas igual de clasista que tu padre, si no no me alcanzara el dinero para llevarte a comer en nuestras salidas.

Aunque de todas formas, siendo clasista, Heriberto no se vio incómodo comiendo pollo frito, al contrario, parecía un niño enloquecido comiendo 'comida de pobres'. De solo recordarlo la hizo reír.

—Debes crecer como una persona con principios y valores, no por ser afortunado en la vida, significa que puedas pisotear a quienes no han tenido una vida fácil —musitó mirando sus manos.

Sus manos tal vez no sean igual de suaves que las manos de su prima, desde que lo recuerda ha debido trabajar para salir adelante, incluso arriesgando su salud con el exceso de trabajo.

En realidad no la envidia, nunca lo ha hecho, ni siquiera ahora que sabe que gozó de una vida y un cariño que no le pertenecían. Se le hace difícil creer que sus tíos sean en realidad sus padres. Nunca tuvo una relación con nadie de su familia porque todos la consideraban una oveja negra y la apartaban. Con ellos no fue diferente.

Dos golpes en la puerta la hicieron reaccionar y sentarse en la cama a la vez que Heriberto entraba con una bandeja.

—¿Hoy no dormirás en mi cama? —le preguntó con expresión angustiada.

—En realidad solo vine acá a ordenar mis ideas —exclamó con sinceridad, luego sonrió con ironía—. ¿Acaso me extrañarías si no estuviera durmiendo a tu lado? Confiesa que sin mí no puedes dormir.

Luego de decir eso se rio.
—Lo confieso, no puedo dormir sin tenerte a mi lado, la cama se siente grande y fría. Me gusta sentir tu respiración, ver tu rostro dormido, luces tan pacifica y angelical...

Amelia pestañeó confundida '¿Pacifica y angelical?', pues según recuerda ella ronca, duerme con la boca abierta, y babea por todos lados. ¿Qué hechizo le cayó encima a ese hombre para imaginarse cosas que no son?

Además, acaba de decir que en realidad sí la extraña... ¿Será una broma? Detuvo su mirada desconfiada en aquel hombre, este solo le sonrió con suavidad.

—Tú...

No pudo terminar su frase porque sintió que el calor subió a su cabeza y estalló en fuego, solo se le ocurrió cubrirse la cara con la almohada, avergonzada de sentir que su corazón late con más fuerzas. La mirada de su marido lo hace lucir más atractivo. Siente que debería huir, sus sentimientos cada vez se le escapan más de las manos. Debe reconocer que le gusta Heriberto Salazar, más allá de su perfecta apariencia.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —le preguntó en un tono seductor que en vez de calmarla la hace sentirse aún más inquieta.

Se acercó a ella, tanto que pensó que la besaría, pero solo fue para acomodar un mechón de su cabello detrás de su oreja. Amelia se sintió tonta de ponerse tan nerviosa y desvió la mirada sin ocultar su molestia, pese a que su corazón no deja de latir y su rostro sigue tan rojo como hace un momento atrás.

Heriberto acarició su oreja con su dedo pulgar, y ante esto la mujer cerró los ojos.

—Luces tan apetitosa que para cualquiera sería imposible resistirse a tus encantos, ¿qué debería hacer contigo? ¿Cómo decirle al mundo entero que eres mía más allá de un papel firmado?

Abrió los ojos, ¿qué acababa de escuchar? Su dulce esposo, engreído y clasista, ¿ahora se ha vuelto un tóxico posesivo? Ya se imagina la cara que pondrá cuando le diga esto. Pero apenas se giró hacia Heriberto, este la besó.

Y fue más allá de un beso, en la cama, solos, la Luna presenció otro encuentro más de ellos dos.

La mujer despertó al otro día, en la cama de Heriberto, sintiendo que han apaleado su cuerpo. No puede mover siquiera un dedo, ¿qué le pasa a ese hombre? ¿Acaso se le olvida que está embarazada?

Sintió dos golpes en la puerta y se sentó en la cama de inmediato, no fue fácil, su cintura trabajó tanto durante la noche que apenas puede sentarse.

—Sí, adelante —exclamó con gesto cansado.

—Disculpe, señora, hay unas personas que han venido a verla.

—¿A mí? —es extraño recibir visitas—. Bien, dígales que bajaré luego de vestirme.

—Bien, señora —dijo la joven empleada antes de cerrar la puerta y salir.

La joven mujer se vistió, se arregló y bajó. Se siente cansada, aun así intentó mantener su mejor ánimo, siente curiosidad por saber quién ha venido a visitarla. Nunca he tenido buenos amigos, ni la relación con su familia ha sido buena.

Al bajar vio a sus tíos, Claudio y Francisca, esperándola en la sala de estar. ¿En verdad ellos han venido a verla? Lo que menos quiere es ilusionarse, así que solo se colocó seria, y bajó.

Pero al ver a Dánae sentada en uno de los sofás con los brazos cruzados, se dio cuenta de que fue bueno no ilusionarse demasiado con esta visita.

—Tíos, prima —fingió sorpresa—. ¿Qué hacen aquí tan temprano?

Luego le dijo a una joven empleada que les trajera té y panecillos, antes de sentarse en el sofá que está en frente de sus familiares. Se sentó con cuidado aun resintiendo la actividad nocturna.

—Amelia... nosotros —habló Francisca, su madre biológica—, queremos comenzar todo de nuevo, Dánae quiere ser tu buena hermana. Espero que la perdones, ella nunca ha tenido malas intenciones, solo es algo traviesa.

Al escuchar esto, Dánae chasqueó la lengua con expresión de desagrado, es evidente que no vino aquí con la mejor voluntad.

—¿Por qué yo querría tener como hermana a alguien tan mal educada y vulgar? —exclamó su prima en ese momento.

—¡Dánae, cállate! —Claudio se exaltó apretando ambos puños.




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