Una mujer vivía sola en una casa frente al mar, al lado de un bosque, apareció de repente en el lugar y se instaló en un lugar abandonado, cultivaba verduras y frutas para comer y vender a los vecinos, además se dedicaba a tejer y hacer artesanías, estas obras las vendía en la ciudad, y aunque no tenía grandes lujos, su vida era tranquila y sin grandes sobresaltos.
Era conocida por su buen corazón, si había que ayudar a alguien en la ciudad siempre era la primera en llegar. Unos meses después de haber llegado al pueblo, un joven llamado Sapag le ofreció matrimonio, pero la rubia lo rechazó, así que él fue a buscar una mejor vida pensando que por eso no quiso ser su esposa, pasó el tiempo, y nunca más se supo de él.
Unos años después de eso, durante una noche tormentosa como nunca se había visto en el lugar, al lado de su casa, llamada Ina, apareció un bebé, increíblemente no había nadie cerca ni vivo ni muerto, ni restos de un naufragio como se podría pensar, la mujer se acercó atraída por el llanto del pequeño. Cuando lo vio y lo tomó en brazos, inmediatamente esos bellos ojos aguamarina la cautivaron.
Mandó a buscar a una amiga.
— Vamos a entregarlo a las autoridades — pero la dueña de casa guardó silencio.
— Por favor pídele a María que me ayude, con dos testigos puedo decir que lo tuve en casa.
— Pero... — Lorena la miró asombrada.
— Por favor, míralo — el niño estaba tranquilo en la cama, envuelto en una manta, su pelo rubio era muy claro, casi del color de la sal, de piel morena, cuando abrió los ojos, el color era entre azul y verde, como el mar profundo.
— Mujer, no has pensado que sus familiares podrían venir a buscarlo — la otra trataba de hacerla entrar en razón.
— No había nadie cerca, lo más seguro es que lo dejaron para morir — había tanta angustia en su amiga que no pudo seguir negándose.
Entre ambas convencieron a la otra, e inscribieron al niño, aunque fue una sorpresa para todos, los rumores pasaron rápido, y la vida siguió normal, la rubia no iba muy seguido a la pequeña ciudad, así que muchos pensaron que de verdad era la madre del bebé.
Ina le puso Dagat al infante, que significaba mar, por sus ojos. Creció sano y feliz, con el amor estricto de su madre. A los 10 años el pequeño tocó el tema que la mujer no quería oír jamás.
— ¿Por qué no tengo papá como los demás?
— Ehhh...
— ¿Qué pasa? — la miró tiernamente.
— Mi niño — ella lo abrazó llorando — no quiero seguir mintiéndote — tomó aire y le confesó su secreto — no soy tu madre, te encontré en la playa cuando eras un infante.
— Sé que en tu corazón soy tu hijo — luego de un silencio siguió — nunca tendré palabras suficiente para agradecerte por cuidarme y protegerme — le sonrió — te amo como si fueras mi verdadera madre. No te volveré a preguntar nada más sobre esto.
Un año después de está conversación Sapag volvió al lugar, el pelirrojo, al ver a Dagat pensó que su amada estaba con otro hombre.
— Te casaste y tuviste este niño — dijo enojado.
— Todavía soy soltera — miró fijamente al recién llegado — Dagat no tiene padre.
— Apuesto que el tipo, aunque tenía dinero, no quiso cumplirte. Ahora tengo un buen pasar en la ciudad, una gran fortuna, te amo tanto que me casaré contigo, perdonaré tu traición, seré el padre que esté niño no tiene — luego de mirarla se asombró — es increíble, te ves igual que cuando me fui, es como si estos años no hubieran pasado por ti.
— ¿Y ese anillo? ¿Está casado? — preguntó el pequeño a quien el recién llegado no le cayó bien.
— ¿Cómo...? esto... conocí una viuda que estaba enferma y nos casamos, sólo fue para que cuidará a sus hijos.
— ¿Y dónde están los pequeños? — preguntó Ina molesta, no le gustaron sus palabras, tración, perdonar, si yo jamás lo acepte se dijo.
— En un internado, es lo mejor para ellos. Ven conmigo, recoge tus cosas y las del niño.
— Si no te acepte antes, ahora menos. Tengo un hijo, lo amo con mi corazón. Ni él ni yo necesitamos nada más para ser felices.
— Pero todo esto lo hice por ti.
— Yo no te pedí que lo hicieras, siempre fui sincera al decirte que no te amo, y no fue porque no tuvieras dinero. Si te fuiste a conseguir fortuna fue por ti.
— Por tu culpa no quiere irse conmigo — le dijo al niño — todavía debe acordarse de tu padre, pero me la pagarán, los dos — se acercó agresivamente al pequeño.
Ina al ver esto se puso frente a su hijo.
— No te quiero volver a ver, y Dios proteja a esos pequeños que quedaron bajo tu cuidado.
Sapag por un momento vio los ojos oscuros de la mujer, y tuvo miedo, así que se fue amenazando, jurando que se arrepentiría por haberlo rechazado por segunda vez. Cuando por fin estuvieron solos, la mujer se relajó.