Mi hijo, el hijo del mar

Cásate conmigo

— No, debe haber una solución — pensó rápido — usemos está nave para luchar, es pequeña y rápida.

— No podemos ponerlo en peligro, su alteza.

— No dejaré que destruyan la Tierra.

Con la nave de Dagat lograron llegar a la nave principal de los contrincantes, y la deshabilitaron, ganando la batalla, cuando entraron los vencedores a la nave de los derrotados, se llevaron una grata sorpresa.

— Mi Señor — explicó contento el general — no sabíamos que en la nave comando iba el Rey de la gente del fuego, fue una buena idea de su parte atacar, su Alteza, ahora él pide conversar con usted — lo miró fijamente — lo mejor para todos es matarlo y acabar esta guerra para siempre.

Dagat pensó un momento.

— Tráiganlo a mi presencia.

— Pero Señor, lo mejor sería...

— No quiero que le hagan daño, se ha derramado demasiada sangre hasta ahora — recordó lo que le había enseñado su madre, que toda vida era preciosa.

Cumpliendo sus órdenes trasladaron al Rey de sus enemigos a su presencia, llamado Sunog, y su hija, Ibig, una jovencita de mirada fría.

— ¿Qué quería decirme? — preguntó desde su trono el ganador, mientras los prisioneros estaban frente a él, de pie.

— Deseamos firmar la paz.

— No soy tan ingenuo, cuando los deje ir volverán a atacarnos.

— ¿Qué harán con nosotros entonces? — dijo la princesa.

— Se quedarán en mi palacio — no podría dejar de mirar a los ojos a la princesa.

— ¿Cómo prisioneros? — lo distrajo el padre de la mujer.

— Como invitados, por ahora. Debo pensar que hacer con ustedes.

Pasaron varias semanas, las fuerzas enemigas no hacían nada por miedo que matarán a su soberano. A Sunog e Ibig se les permitió andar por todo el castillo, además de la ciudad cercana, siempre y cuando fueran con su escolta oficial, por supuesto. Dagat no sabía cómo salir de esa situación, no quería matarlos, pero tampoco podía dejarlos en libertad. Todas las noches cenaba junto a sus forzados "invitados", cada vez que veía a la Princesa su corazón se enternecía, pero sabía que como soberano no podía ser blando con ellos. Trató de cuidar que nadie se diera cuenta de lo que sentía por la jovencita, siempre que la princesa salía a los jardines o andaba por el lugar, Dagat la miraba de lejos, lamentablemente para el joven, el Rey derrotado se dio cuenta.

Una noche, en su cuarto, el padre conversó con su hija.

— Tengo una idea para salir de esto de la mejor manera — los ojos del hombre brillaron codiciosos.

— ¿Cuál padre?

— Le ofreceremos a ese debilucho algo que quiere, además de firmar la paz — miró a su hija fijamente — exigiremos que te cases con él para formar una alianza.

— Nunca, es nuestro enemigo, un aparecido que mató al regente que estaba en el trono, él ya estaba por dejarnos ganar la guerra, y este estúpido llegó a arruinarlo todo.

— Escúchame, a mí tampoco me gusta, pero es lo que hay que hacer para ganar. No deja de verte cada vez que puede, se nota que te desea, aceptará, estoy seguro. Luego de un tiempo de casados simularás un accidente, así nos quedaremos con ambos reinos.

— Pero... — luego de ver cómo la miraba su padre — está bien, como digas.

Esa tarde Sunog pidió audiencia con el líder del Pueblo del Agua, que estaba en reunión con sus consejeros.

— Rey Dagat, firmemos el fin de esta guerra.

— Ya les dije que los papeles pueden romperse, y ustedes volverán a atacarnos, por ahora todo está en paz, mientras sean mis "invitados".

— Justamente pensando en que me diría eso, es que le ofrezco la mano de mi única hija en matrimonio, así demuestro nuestra voluntad de cumplir el acuerdo. Cuando tengan descendencia nuestros pueblos por fin serán uno solo.

— Es que... — se puso muy sonrojado.

— Es la única solución a esta situación ¿O acaso pretende tenernos como sus "invitados" para siempre?

Dagat se acercó a la joven, la miró fijamente a la cara, tomó una flor que había en el lugar y se arrodilló ante ella.

— Princesa Ibig ¿Quisiera concederme el honor de ser mi esposa?

La joven quedó confundida por la actitud del muchacho, sintió algo extraño en su corazón.

— Eeeehhh — se sonrojó un poco, pero al mirar a su padre reaccionó inmediatamente — por supuesto Rey Dagat.

— Antes de la ceremonia quiero que pasemos un tiempo en casa de mi madre, para que la conozca.

— Pero su real madre está muerta — dijo la prometida.

— Hablo de la mujer que me crío, es del planeta Tierra.

— Me opongo — dijo Supog — primero deben casarse, como sé que no se aprovechará de mi hija ahora que estén lejos, y cuando éste deshonrada no habrá matrimonio.

— Le doy mi palabra de Rey que eso no ocurrirá, además mamá es una mujer correcta, no permitiría algo así, ni yo me aprovecharía de esa manera de la princesa.



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En el texto hay: amor complicado, misterios, muerte

Editado: 16.02.2020

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