Mi jefe prohibido

13

Zajar Bogdanovich

Estoy sentado en mi oficina, repasando informes, cuando un nuevo rumbo de pensamientos comienza a formarse en mi mente. La joven empleada nueva. Marina. Llevo varios días sin poder sacarla de mis pensamientos.

Ahí está ella otra vez, detrás de la puerta. Con esos ojos azules y su sonrisa amable. ¿En qué estaban pensando cuando la contrataron? Claramente no consideraron la cultura corporativa y, definitivamente, no mi estabilidad mental.

No me gusta ella... no, me engaño a mí mismo. Me gusta demasiado. Es demasiado joven, demasiado hermosa. ¿Cómo puede uno concentrarse en el trabajo aquí? Basta con mirarla un instante y pierdes medio día de productividad.

Y esos ojos azules... Dios mío, nunca he visto ojos así. Ingenuos, limpios como el cielo en un día soleado. Cuando me mira durante las reuniones, es como si me desintegrara en átomos y olvidara lo que quería decir. ¡Esto es simplemente inadmisible para mí, un directivo con diez años de experiencia! ¿Qué hago ahora? ¿Espantar con un palo a todos sus pretendientes cada semana? Ya he notado cómo Kostya de marketing ronda su escritorio. Alexei, de alguna manera, visita nuestro departamento con sospechosa frecuencia. E incluso el tímido Pavel se vuelve sorprendentemente galante cuando ella está cerca.

Es una pesadilla. La oficina entera se ha transformado en una colmena zumbante cada vez que ella recorre el pasillo.

¿No pudieron encontrar a alguien con más experiencia para sustituir a Vera? ¿Alguien menos llamativo? ¿Menos atractivo? ¿Una persona que no me distraiga constantemente?

Y ahí voy otra vez, mirando por la ventana de su oficina en vez de concentrarme en los informes financieros. Está conversando animadamente con Alina. Siempre es tan... tan llena de vida. Tan auténtica. Aunque ahora claramente no está bien. Algo le ha ocurrido, puedo notarlo.

¡Maldita sea! Estoy leyendo el mismo párrafo del informe por tercera vez. ¿Esto de mí? ¿De alguien que normalmente procesa decenas de documentos al día? ¡Completamente inaceptable!

Aunque, en realidad, Marina no es tan inteligente como aparenta a primera vista. Sí, es diligente, pero comete errores básicos con frecuencia. A veces se confunde en los cálculos, otras veces omite datos importantes. ¿Cuántas veces he tenido que corregir su trabajo? ¿Cinco? ¿Diez?

Es cierto que aprende rápido, pero necesita que le enseñen todo. ¡Absolutamente todo! Desde las tablas más elementales hasta la elaboración de informes trimestrales. ¿Y quién debe encargarse de esto? ¿Yo? Ya tengo mis propios asuntos desbordándome.

El último trimestre mostró los mejores resultados en tres años, y ese es mi mérito. Implementé nuevas metodologías y arriesgué mi propia reputación cuando todos decían que mi enfoque fracasaría. Y ahora, en vez de desarrollar ese éxito, estoy desperdiciando tiempo valioso con una novata recién graduada.

Y ese vestido azul de hoy... ¿no podría vestirse de manera más discreta? Después de todo, estamos en una oficina. Y esos tacones, de los que resulta imposible desviar la mirada... ¿Por qué no puede ser como Vera? Estricta, profesional, con su traje negro y el cabello pulcramente recogido.

Aunque, siendo sincero conmigo mismo, Vera jamás despertó estas emociones en mí. Con ella todo era simple y claro: relaciones estrictamente profesionales. Pero aquí... Aquí no comprendo qué está sucediendo.

¡Basta ya! Debo terminar con estas reflexiones absurdas. Tengo una empresa que dirigir y personas que dependen de mis decisiones. Soy un empresario exitoso de 35 años, no un adolescente dominado por sus hormonas. Necesito controlarme.

Terminaré estos informes y luego mantendré una conversación estrictamente profesional con ella. Le señalaré sus errores y le explicaré las tareas del próximo mes. Y bajo ninguna circunstancia me perderé en esos infinitos ojos azules.

Pero algo en ella me inquieta. ¿Está triste? No, es más que eso: está asustada. Sus manos tiemblan y su rostro ha perdido todo color. Algo grave ha ocurrido, no hay duda.

Y ahora, con estos problemas personales... ¿Está llorando? ¡Por favor! Esto es una oficina, no un consultorio psicológico. Si necesita desahogarse, debería irse a casa en vez de crear una escena frente a todos.

¿Debería acercarme y preguntarle qué sucede? No, sería... poco profesional. Soy su jefe, no un confidente. ¿Acaso no tiene amigos? Que recurra a ellos.

¡Maldita sea! Veinte minutos contemplándola en vez de trabajar. Esto ha cruzado todos los límites. Definitivamente, este espectáculo debe terminar. Si no puede controlar sus emociones en el entorno laboral, entonces no pertenece aquí.

¿Tal vez debería despedirla? Simplemente hacerlo sin más. Ahora mismo. Y de inmediato se resolverían mil problemas. No más distracciones, no más miradas, no más esta sensación constante de... ¿qué exactamente? ¿Incomodidad? ¿Deseo? ¿Irritación?

Dios mío, ¿qué me está pasando? No soy un monstruo. ¿Despedir a una chica solo porque no puedo controlar mis propias emociones? ¿Qué clase de directivo sería si hiciera algo así?

No, ¡maldita sea! No permitiré que una jovencita destruya todo lo que he construido durante años. Que recoja sus cosas y se marche. Estoy seguro de que con su apariencia encontrará rápidamente un nuevo trabajo. Quizás incluso con ese Kostya de marketing, que tanto la corteja.

Está decidido. Ahora recopilaré todos los documentos que ha estropeado con sus errores, la llamaré a mi despacho y...

Alto. ¿En qué estoy pensando? ¿Despedir a una empleada sin ninguna razón válida? Esto viola claramente la legislación laboral. No puedo poner en riesgo la reputación de la empresa por... ¿por qué exactamente? ¿Por mi propia debilidad?

No, definitivamente no. No soy esa clase de persona. Soy un profesional. Llevo diez años dirigiendo equipos y jamás he permitido que mis emociones personales influyan en mis decisiones laborales.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.