Mi jefe y su hijita

Episodio 5

ALINA

—¡La entrevista ha terminado! —espeta Werner con frialdad ante la indignación de las chicas, y añade—: Las que escucharon su nombre, acompáñenme a mi oficina.

A duras penas me levanto. El cuerpo me tiembla. No quiero ir a la oficina de Werner. Ya me había mentalizado a marcharme. Me da miedo quedarme aquí. No puedo permitirme trabajar para ese hombre.

Estoy en shock. De verdad no esperaba un giro así. Me invade el pánico. No sé qué hacer ni cómo reaccionar.

—Alina Volodýmirivna, Oksana Vasílivna, por favor, síganme —nos llama Werner, acompañado de una rubia muy atractiva.

La rubia lo sigue sin dudar, mientras yo me mantengo al margen. No entiendo cómo es que pasé la entrevista.

No suelo huir de los problemas, pero ahora mismo lo único que deseo es salir corriendo. Sé que no tiene sentido, así que suspiro con resignación y me aferro a la esperanza de que Arsén cambie de opinión y me deje ir. No estoy preparada para ver a ese hombre cada día, mucho menos para ser su asistente. No tengo ni idea de cómo hacerlo.

Entramos en su oficina, y él nos indica que tomemos asiento frente a su escritorio. La rubia parece segura, incluso relajada. Yo ni siquiera puedo soltarme. El corazón me retumba, el cuerpo me tiembla, y ese temblor no cesa. Me marea lo que siento por Werner.

Él se sienta y nos observa con seguridad.

—Bien, chicas, lo primero es que deben familiarizarse con las normas de conducta de la oficina. Son muchas, pero hay tres fundamentales: llegar puntuales, cumplir con el trabajo de forma responsable, y está terminantemente prohibido tener relaciones personales en el ámbito laboral. Recuerden: lo personal, fuera de la oficina —dice mientras nos entrega dos carpetas con el reglamento—. Tienen hasta mañana para leerlas —añade con sequedad y se dirige a la rubia—. Oksana Vasílivna, en cuanto a usted, hay algunas exigencias: su ropa debe ser formal. Nada de minifaldas ni escotes imposibles. Su vestimenta debe ser recatada. Representamos una empresa seria. ¿Está claro?

—Claro, —responde la rubia con un asentimiento.

—Perfecto. Puede ir a su puesto, está justo al otro lado de la puerta. La espera Vira Mykoláivna, ella le explicará todo.

La rubia se pone de pie. Yo la sigo con la mirada, confundida, y luego miro a Werner, nerviosa, y le pregunto sin saber qué esperar:

—¿Y yo?

—Usted, Alina Volodýmirivna, se queda conmigo. Personalmente me encargaré de ponerla al tanto. Pero espere un momento, por favor —dice mientras marca un número en su teléfono.

Yo trago saliva con dificultad. No puedo sentirme tranquila. Aunque hoy me quede en esta empresa, sé que no podré trabajar aquí. Mi mente no soportaría semejante tortura. Pienso cómo planteárselo a Werner. Tengo que rechazar su oferta. Ese hombre, para mí, es un TABÚ.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.