Mi mejor decisión

Cinco. VERDADES.

Gisela tuvo que apresurarse, su teléfono sonaba con la misma insistencia con que Matt llamaba a Alice. Gisela suspiró al ver que se trataba de su padre, respondió la llamada y alejó el teléfono cuando su padre le gritó exigiendo verla en su oficina. Gisela le dijo que estaría en unos minutos y el hombre exigió no se demorara. Matt seguía insistiendo sin lograr obtener respuesta de parte de Alice.

—Buenas tardes, adelante, por favor, en un momento estoy con usted —saludó amable sin levantar el rostro al pensar que se trataba de algún cliente que había ingresado al lugar—. ¿En qué le puedo ayudar?… ¡Christopher!

Alice había levantado el rostro y se había quedado tan asombrada que tuvo que sacudir su cabeza, Christopher estaba que echaba humos de la cólera y ella lo reconoció.

—¿Qué haces aquí? —preguntó fingiendo valor.

Christopher miró alrededor, parecía buscar algo, Alice se llenó de valor, recogió los documentos que apoyarían ese plan al que ella había denominado la patada que le daría en el culo a Christopher.

—¿Qué buscas, Christopher?

Después de recorrer el lugar y asegurarse que no había nadie más, Christopher se acercó a la puerta, dejó el aviso de cerrado, y cerró. Alice supo que no solo debía fingir ser fuerte, estar bien y mostrarse segura.

—¿Qué haces, Christopher, por qué estás cerrando?

El hombre permaneció en silencio. Alice estaba asustada, pero no lo demostró.

—Que bueno que viniste, tengo algo que decirte, Christopher, la verdad es que te ment…

—¿Qué te advertí maldita perra? —preguntó y la sujetó por el cuello—, te advertí, te advertí que no te fueras acercar a mi esposa, ¿qué demonios es esto?

Alice sujetó la mano del hombre en su cuello, después de haber soltado los documentos, le estaba cortando la respiración, Christopher zarandeo los documentos en sus manos mientras hacía presión al cuello, Alice intentó soltarse, forcejeó y eso solo logró que el hombre la sujetara más fuerte.

—No me conoces, no sabes de lo que soy capaz por mis planes, conseguir el progreso que llevo me ha costado mucho y una ramera barata e ingenua como tú, no va a arruinarlo, no debiste ser tan estúpida, quise hacerlo por las buenas, esto no debió ser así, solo tenías que haberte cuidado, solo eso, solo era diversión, como pudiste cometer el error de embarazarte.

Alice estaba perdiendo el aliento, pero escuchó la palabra embarazo y pateó la entrepierna de Christopher, el hombre la soltó y Alice se alejó, cogió una tijera y apuntaba al hombre evitando que se acercara mientras recuperaba el aliento.

—¿Crees que vas a detenerme? Tú me amas, me amas incluso más que a ese bastardo que llevas en el vientre, no podrías hacerme daño.

—¡No es tu hijo imbécil! —Gritó furiosa con el poco aliento que había recuperado—. No eres el único que mintió, infeliz, también te engañé, estoy casada, mi hijo no es tuyo, sí, Christopher todo esto fue por interés.

Alice estaba tan segura de su plan que esperaba herirle el orgullo, pero lejos de eso solo logró que se riera de ella, Christopher había sido precavido, la había investigado y sabía cada detalle de su vida.

—Mira los documentos —señaló ella—, míralos y entérate de que solo quería hacerme de tu fortuna, pero no creí que fueras tan miserable, tan cobarde, pensé que lograría meterte a mi hijo y sacarle provecho.

Alice se detuvo, aquello le estaba costando, pero estaba segura de que eso, le ayudaría a salvar a su bebé. Christopher empezó a reírse.

—¿De verdad crees que soy tan imbécil? —preguntó y aprovechó un descuido de Alice por su teléfono vibrando y se acercó.

Logró quitarle las tijeras y sujetarla de nuevo.

—No te preocupes, no voy a matarte, no soy un asesino, eso no me conviene, solo quiero llegar a un acuerdo, veo que estás dispuesta a tener a ese bastardo, estás haciendo de esto un problema que no nos conviene —dijo al recordar las palabras de su suegro, quien con doble intención lo había convencido de no tener hijos—. Veo que estás dispuesta a todo por algo que ni siquiera es un bebé aún, tengo dos opciones.

—No me interesan tus opciones —afirmó derrotada ante el fallo de su plan.

—No me importa que te interese, Alice, sé todo de ti, absolutamente todo, sé que ese hijo que esperas es mío, yo, yo tuve el privilegio de quitarte la inocencia y vaya que sí que fue divertido, ah, por eso te toleré todo ese tiempo, has sido solo mía, se sentía bien y disfrutaba de ese privilegio, me tomé la libertad de estar preparado, sé que mientes, ¿qué mujer en 4 años de matrimonio es virgen? No seas estúpida.

—Eres un miserable, un infeliz, Christopher solo lárgate, no voy a ser un problema, lo prometo, mi bebé y yo no seremos un problema.

—Lo sé, y tengo que asegurarme de eso. Alice toma una decisión…

—Ya la tomé —interrumpió sin que él hubiera terminado de hablar—. Ya decidí, ya tomé mi decisión, quiero tener a mi hijo y si quieres evitarlo, vas a tener que matarme Christopher.

Alice asumió una actitud imponente que solo le causó gracia a Christopher.

—¿Lo ves? Eres tan ingenua, tan estúpida, Alice es solo un feto, aún no puedes llamarlo bebé y mucho menos hijo, ¿estás segura de que quieres perder todo por eso?

Alice asintió y él empezó a rascarse la barbilla.

—Alice, solo tienes que deshacerte de eso, si tu obsesión por tenerlo, es por tu amor por mí, te prometo que no te dejaré, mira, te deshaces del problema, te hincas, me pides una disculpa y lo olvidaremos todo.

En medio de su miedo, Alice tuvo el valor para reírse.

—Jamás, jamás me hincaría ante ti, mátame si quieres, pero ya tomé mi decisión y no me importa, no me importa cuanto tenga que perder, lo elegiré por encima de todo.

Christopher la miró perdiendo la paciencia, se alejó y recogió los documentos, confiado de que Alice, con su 1,64 metros de altura, no podría hacerle nada, intentó calmarse, mientras recogía las evidencias que le habían sido enviadas.




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