—Me encanta escucharte hablar así, Alice, siempre he admirado la mujer que eres, por cierto que pasará con tu tía.
—Los planes se cancelarán, al menos por un tiempo, ahora solo tengo para este plan y para pagar a los empleados, supongo que tendré algunos problemas legales.
—No te preocupes por nada, Alice me haré cargo, creo poder emplear algunos en los hoteles.
—Gracias Matt, eres un ángel.
Alice acarició amistosamente la mejilla de Matt, un acto tierno para él, no podía evitar sentir la esperanza de tener una oportunidad con ella. Ambos se quedaron en silencio, Matt la miraba mientras conducía, sin poder dejar de imaginar cómo se estaba sintiendo, él conocía el sentimiento, había sido víctima de engaño.
Durante meses enfrentó no solo la pérdida de la mujer que creyó lo amaba, tenía preguntas que ella jamás podría responder, que lo habían mantenido cerrado a la posibilidad de amar, incluso cuando llegó a sentir algo por Alice. Se mantuvo en silencio. No comprendía el porqué siendo buen prometido su amada lo había engañado.
Gisela había llegado, entró despacio, presintió Christopher estaba dormido. No lo vio en la cama y decidió ducharse por si hacía falta.
Christopher había logrado deshacerse de todo aquello que lo vinculaba con Alice, sin embarazo no valdrían los rumores, incluso evidencias, él podría desmentirlas.
Con la recomendación de su amigo, Christopher estaba más convencido de su decisión, dejó la oficina y regresó a la habitación, se percató de que su esposa había llegado y se preparó para fingir.
«No, no puedo perderte, tú eres sumisa, fácil de manipular, me amas, sé que podrás perdonarme este error, te convenceré como siempre»
—Hola cariño —saludó Christopher al verla salir de la ducha.
Gisela agachó el rostro, aprovechó lo culpable que se sentía, por su relación con Samir.
—Cariño lo siento, no es como crees, ella no significa nada, solo fue un desliz, perdóname.
Christopher se había acercado, por la espalda de quien consideraba su víctima, su moneda de oro, apoyó su cabeza en el hombro de la mujer.
—Te prometo que no volverá a pasar, fue una tontería, no sé qué pasó.
Gisela cerró los ojos, sabía que aquellas palabras eran falsas, sentía culpa en la voz de su esposo, ella conocía ese sentimiento que él trataba de ocultar, había renunciado al hombre que amaba y conocía esa sensación.
—¿Tú me amas Christopher? ¿Christopher de verdad ella no significó nada en tu vida?
Gisela se giró y lo miró con la esperanza de que dijera que sentía algo por ella, que le diera una señal para revelarle los planes de su padre, Gisela pensó podría aliarse con Christopher y poder así estar con el hombre al que amaba.
—Christopher, si la amas, si quieres estar con ella, yo pue…
—No, no, no digas tonterías —se puso de rodillas—. Amor lo siento, Gisela, yo te amo, eres la mujer de mi vida, contigo lo quiero todo, de verdad lo siento, ella solo fue diversión, cosa de placer, no quiero que me dejes, haré lo que sea.
Gisela cerró los ojos y supo que no tenía otra opción que seguir fingiendo, debía seguir haciendo de esposa sumisa.
—Está bien, Christopher te creo y te perdono, pero no creas que la tendrás tan fácil, no volverás a tocarme hasta que lo considere oportuno, a partir de hoy dormirás en el sofá.
Christopher la miró asombrado y pensó que su esposa estaba sacando las garras; sin embargo, ella tenía sus motivos.
—Está bien cariño, será como tú quieras, por cierto mañana iré al doctor, estoy pensando en operarme, ya que no puedes tener hijos, y yo no los quiero, es mejor prevenir y no es que pretenda volver a engañarte, es que tu padre me convenció, ya ves que compartimos algunas ideas, especialmente el desagrado por los niños.
—¿Estás seguro de que es eso lo que deseas?
—Si, así es, tú no puedes tenerlos, me parece justo.
Gisela lo miró con tristeza, ella no podía, su padre le había quitado ese privilegio, la había hecho operar con el objetivo de evitarle herederos a Christopher, Sin pensar, que él sería tan mujeriego.
—Debo ir a dormir Christopher, recuerda que a partir de hoy duermes en el sofá, buenas noches —se marchó sin darle un beso siquiera.
Él no le dio importancia, recogió una sábana y almohada y se trasladó al sofá. Empezó a voltear de un lado a otro, no encontraba acomodarse.
Cerró los ojos y no podía sacar los recuerdos de ese momento con Alice, “que lo lamentaría” no podía borrarse de su mente esas palabras.
«Todo salió bien, no hay bastardo, me haré la vasectomía, ya logré solucionar mi asunto con Gisela, solo hace falta llegar al poder, una vez lo haga, seré el dueño y señor, incluso podré compensarte Alice, seré el dueño de la ciudad, tal vez querrás volver conmigo» pensó y acomodó su cuerpo en una posición que lo relajó.
Alice y Matt habían llegado en silencio a su destino, él le ofreció hablar, ella se negó asegurando que estaría bien. Alice entró a la habitación. Decidió ducharse y mientras lo hacía, furiosa, intentaba que el agua se llevara las huellas de Christopher en su piel.
Era muy tarde; sin embargo, Matt recibió una llamada, un amigo suyo le avisó los planes de Eulices para sacarlo del medio. Matt le restó importancia a los planes del hombre, sabía que no había manera de que pudiera hacer nada contra sus hoteles.
Matt agradeció, su preocupación no estaba más que en los planes de Alice, en ayudarla, Matt se sentó en su escritorio con información de Christopher. Sabía que no podía por más que quisiera hacer mucho.
Las horas empezaron a pasar, mientras Eulices desde la comodidad de su casa y acostado al lado de su esposa, la cual no era más que un adorno, pensaba en que solo necesitaba que Christopher se operará.
Alice se metía debajo de las sábanas, negándose a llorar, obligándose a ser fuerte, sabía que el hombre quien había conseguido quedarse dormido con la satisfacción de que ya no existían peligros para sus planes, no merecía sus lágrimas.