Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

002 Smyrna

002

Ya a la mañana, otras dos hermanas fueron a buscar a Takeshi. Lo llevaron al comedor, donde desayunó, le dieron ropas limpias, y lo escoltaron a uno de los patios internos del complejo. Allí, tomaron asiento, y una de las hermanas se levantó

“Bien, Smyrna, iré a buscar al abad. Quédate con Takeshi.” Dijo la hermana a la otra.

“¡B-bien!” Dijo Smyrna, jugando con su cabello.

“¿Estás nerviosa, Smyrna?”

“¡N-No! Nomás me agarraste desprevenida...”

La otra hermana sonrió.

“Bien. Cuídala, Takeshi. Y ella cuidará de ti. Entreténganse, que el abad está en una reunión y tardará un rato.”

Y luego, abrió una de las puertas que había en uno de los pasillos y se fue.

Smyrna miraba hacia abajo, con sus manos apoyadas en su regazo. Su oscuro cabello le cubría el rostro, y parecía evitar a Takeshi. Y él tampoco parecía muy cómodo con su presencia.

Takeshi estaba más nervioso. En cuanto la hermana mencionó al abad, un escalofrió había recorrido su espalda.

‘¿El abad? ¿Por qué?’  Pensaba él. ‘Espero no haber hecho nada...’

“N-No es por ti. D-descuida...”

“¡¿Smyrna?!”

“El abad quería conocerte...”

‘¿Está respondiendo a mis pensamientos? ¿O acaso pensé en voz alta?’

“Ta-Takeshi... No te alteres...”

‘Mierda. ¿En serio? ¿Puede leerlos?’

“Sí puedo.” Dijo Smyrna, en un tono de voz bajo. “Es un don que tengo... Pero descuida... No quiero hacerte nada...”

‘¿Y por eso será tímida?’

Smyrna se encogió en sí misma.

“S-sí... Perdona...”

“¡Vamos! ¡No te disculpes!” Dijo Takeshi. “¡Si no has hecho nada malo!”

“¿E-en serio?”

“¡Sí!”

“Pues es que... todo el mundo cree que soy molesta... Lo leo en sus mentes. Que sea tímida no me hace tonta...”

“Ya, Smyrna, nadie dijo eso. Me parece muy interesante tu habilidad. Y, bueno, qué decir. Eres tímida y ya. No está muy a tu alcance que digamos.”

Smyrna sonrió levemente, aunque Takeshi no pudo notarlo, porque el cabello le cubría el rostro.

“Vamos, Smyrna. Siéntate bien. Déjame verte a los ojos.”

“¡¿Eh?! ¡E-espera!” Dijo ella, sonrojada.

“¿Fui muy rápido?”

“N-No... Disculpa. A-ahí.”

Ella se acomodó lentamente, para al final dejar caer su largo cabello, y mostrar unos ojos como esmeraldas brillantes.

“¿Mejor?”

La expresión estupefacta de Takeshi hizo que ella se sonrojara.

“¡Eh! S-Sí, descuida...”

“Ahora tú también tartamudeas...”

“¡N-No!”

Esta vez, la sonrisa de Smyrna fue vista por Takeshi, quién sonrió también.

Smyrna aclaró su voz.

“Ahora me siento un poco más cómoda...”

“Está bien, está bien. Es un lindo día, ¿no?”

Lo único que se oía en aquel patio era el sonido de las aves, y el del suave viento que corría.

“Lo es...”

“Eh, Smyrna.” Dijo Takeshi. “¿Puedo hacerte una pregunta?”

“Claro...” Dijo Smyrna. “¿Qué ocurre?”

“Pues... ¿Por qué no tienes velo? He visto que las otras lo usan y pues... eso.”

“No he tomado aún los votos definitivos... Por eso solamente uso el hábito.”

“¿Votos definitivos?”

“¡Sí! E-espera... ¿Necesitas que te lo explique...?”

“Claro.”

“Pues... No sé si has prestado atención a las demás hermanas... tienen un pendiente, con una piedra de color... ¿la has visto?”

“Mhm.”

“Pues... Esos cristales... son catalizadores. Para poder practicar esta clase de magia... necesitas esos catalizadores. Y solo los conseguimos tomando nuestros votos... Hay tres clases: Los primeros votos, que haces cuando entras, son obediencia y servicio. Los segundos votos, son los votos de pobreza y templanza. Y los terceros, son los de protección y sacrificio.”

“¿Influye en algo esos nombres?”

Smyrna asintió.

“Los primeros dos, obediencia y servicio, son para aprender a canalizar tu esencia. Y tienen una regla: ‘No usarás tus poderes por fuera de lo establecido.’  Los segundos votos, pobreza y templanza, sirven para no usar más recursos de lo necesario a la hora de invocar, porque es peligroso. Y tienen otra regla: ‘Justo y necesario, en tanto y en cuanto ayude, no más, no menos.’ Y los últimos votos, protección y sacrificio, son más bien un recordatorio de nuestra misión: Proteger a la comunidad. Podemos hacer un pacto de protección con aquella persona que quisiéramos salvar. Y tienen la regla de oro: ‘Ser un bastión de la luz, un muro de esperanza, ser en la inmolación.’”




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