005
Luego de que se separaran, Takeshi estaba buscando la central de los guardias, o algo que se le pareciera.
“Maldición. Debería haber preguntado a Irene donde buscar a los guardias.”
Vio a su alrededor, buscando algo que se relacionara. Algún logo, algún banderín.
“Maldición. Ni un puesto o nada.”
Se detuvo a pensar por un tiempo.
Fue en ese momento, que vio unos cuatro o cinco hombres, vestidos en uniforme, pasar.
“¡Ey!” Gritó, haciéndoles señas. “¿Son del ejército?”
Uno de ellos se separó y lo saludó.
“Me llamo Alois, soy el capitán de esta brigada. ¿Ocurrió algo bueno?”
“Eh... depende. Vengo de parte de la señorita Irene Kirilyan...”
Ellos lo miraron desconcertados.
“Eh... sí... la señorita Kirilyan, de la gran casa Kirilyan... ¿qué ocurre?”
“Pues... hubo un problema en su casa. Aparentemente, uno de sus magos está muerto y pues... buscan a un tal Erasmus...”
Justo antes que Takeshi pudiera terminar, uno de los hombres del contingente comenzó a correr.
“¡Para!” Gritó él, y se arrojó a la persecución.
“¡Eres Erasmus!” Gritaba Takeshi. “¡Solamente quiero preguntarte unas cosas!”
Corrieron por la calle, repleta de gente. Erasmus lanzaba cosas, a manera de obstáculos, y Takeshi podía apenas esquivarlas. Viendo inútil esta táctica, Erasmus buscó ir entre medio de la gente, tratando de ralentizar a Takeshi.
“¡Deténganlo! ¡Deténganlo!” Gritaba él, tratando de esquivar a toda aquella multitud.
Erasmus dobló a la izquierda, en un callejón, y Takeshi corrió hacia él.
Al final, un callejón sin salida. Erasmus se pegaba contra la pared, mientras Takeshi se acercaba lentamente.
“No te haré nada, no te resistas. Solamente quería preguntar, aunque... viendo tu actitud, se me hace difícil creer que no estás complotado.”
Erasmus sonrió.
“¿Desde cuándo la casa Kirilyan precisa de plebeyos para que hagan sus trabajos sucios?”
“Ja, gracioso que así lo creas. No me contrató la casa Kirilyan, yo me ofrecí.”
“¿Crees que te pagarán?”
“No, de hecho. Solamente quería pues... hacer algo.”
Erasmus soltó una carcajada.
“¡Eres patético! Menos mal será este tu final...”
Erasmus dio un silbido, y por detrás se acercaron unos cinco hombres.
“Creías que me tenías acorralado, pero... ¡Tú estás acorralado! ¡No tienes salida!”
‘Es verdad. Maldita sea.’
“Oigan, oigan. ¿No podemos negociar? No hay necesidad de recurrir a la violencia.”
Los matones comenzaron a reír.
“Disculpa, pero... ¡Les pagué a estos tipos para matar! Y lo mejor, ¡el pago serán tus huesos!” Exclamó Erasmus, en éxtasis. “¡Acaben con él!”
Los matones comenzaron a cargar hacia él.
‘Ah. Ni un día pasé aquí, y ya me van a matar. Eso es todo.’
Takeshi cerró sus ojos, inhaló fuerte, y se cruzó de brazos.
“Bien, Háganlo.”
Al momento que los hombres iban a arremeter contra él, una ráfaga los hizo caer.
“¡¿Eh?!” Exclamó Erasmus, sorprendido.
Takeshi levantó la mirada, y pudo ver a Irene, que estaba sobre el tejado de enfrente.
“Vaya, Erasmus. Tanto predican el honor... ¿Y esto haces? Me sorpren— no. De hecho, ya me esperaba algo así, siendo que eres parte de los imperiales.”
Irene dio un salto, y bajó lentamente por una corriente de aire, hasta caer delante de Erasmus.
“Ahora, ríndete.” Proclamó ella, en un tono firme.
Erasmus comenzó a reír descontroladamente.
“¡Idiota! ¡¿Crees que puedes hacer esto?”
“Si te rindes, no habrá repercusiones; para ti ni para nadie.”
“Tan típico de los Kirilyan: Extorsión y malicia.”
“Tú te la buscaste, al profanar a mi familia. Aquello que hiciste fue una afrenta imperdonable.”
“Y todavía crees que soy yo.”
Uno de los hombres se levantaba detrás de Takeshi. Irene lo percibió, y lo derribó con otra ráfaga.
“¿Por qué no creería que eres tú? Mira: Hasta le has tendido una trampa a quien envié a buscarte. A no ser que, claro, esto fuera para atraparme a mí.”
Erasmus levantó sus brazos en alto, y mostró una descarada sonrisa.
“Bien. Mátame. Si así lo crees, hazlo. No me opondré. Pero no recibirás información alguna.”
“No pretendo matarte. Sirves mejor hablando, aunque mucho me pese.”