011
La mansión era tan imponente, que podía verse incluso a dos o tres kilómetros antes de llegar. Takeshi no hacía sino observarla, con curiosidad y asombro. Luego de pasar las rejas, pudo verla con mayor claridad.
“¿Qué te parece?” Preguntó Irene, viendo la expresión de él.
“Creo... que perdí la cuenta de qué tan alta es en el cuarto piso...”
“La mansión tiene seis pisos, pero son bastante altos. De modo que, podrías bien decir, que tiene doce pisos.”
“¡¿Doce pisos?!”
“Mhm. Tiene muchas habitaciones, una biblioteca, dos comedores, tres salones y varios baños. Además, cada piso cuenta con una cocina propia, y una sala de recreación. Hay dos capillas dentro, y una capilla mayor afuera. Hay dos salas de armas, y la torre de los magos de la casa.”
“Enorme...”
‘Lujo. Banalidad y ostento.’ Dijo Smyrna, en la mente de Takeshi. ‘Los nobles y sus deseos de presumir...’
Su actitud congeniaba con sus palabras, no prestando mucha atención a Irene, y en su lugar, jugando con su cabello, o mirando a Takeshi.
Finalmente, llegaron al jardín, luego de pasar dos fuentes enormes. Allí los esperaba un hombre de cabello largo y lacio, que vestía una túnica roja y unas botas de cuero. El hombre medía metro noventa o algo. Tenía, a su lado, a una chica de cabello cobrizo, que vestía un traje de sirvienta. Y. del otro lado, un enano, que vestía una túnica gris y un sombrero.
Cuando ellos se bajaron, el hombre los recibió.
“Saludos a todos. Mi nombre es Innokentios Kirilyan, jefe de la casa Kirilyan, tío de Irene. Soy el treceavo de los magos del consejo imperial, cuarenta y dos Doux de las tierras de Goria, el treinta y dos barón Kirilyan. Aquí me acompaña Palmyra, mi asistente, y Gunthar, el director del colegio de magos de la casa Kirilyan. Sean... bienvenidos.”
Hizo una reverencia, y continuó, sonriente:
“Irene, querida, ¿cómo estás? Preséntame a tus amigos, por favor.”
Tenía cierta dicción o manera de hablar que incomodaba a Takeshi. Estiraba las palabras como si fueran una cuerda.
“Sí, tío. Él es Takeshi.” Hizo una pausa, tratando de buscar las palabras indicadas. “Él ha querido ayudarnos en nuestra búsqueda, y lo ha hecho bien. Y ella es la hermana Smyrna Pagos.”
Innokentios se sorprendió.
“¿Smyrna Pagos? ¿La mismísima maestra del hielo?”
Todos miraron a Smyrna, y ella se sonrojó, avergonzada.
“Me da demasiado crédito...”
Innokentios sonrió.
“¡Increíble! ¡Smyrna Pagos, en mi casa! Palmyra, despacha a nuestros invitados en sus habitaciones. Herman Smyrna, la espero en mi estudio, debo hacerle unas preguntas.”
Smyrna miró a Takeshi, buscando un poco de consuelo. Takeshi le devolvió la mirada, y sonrió.
“¡Sí! Ve luego Smyrna, que el señor Kirilyan te necesita. Yo estaré esperando.”
“¡Bien! Si ya está todo arreglado, sigan a Palmyra. Yo me ocuparé de unos asuntos. Me despido. Adiós a todos.”
Saludó con la mano, y se fue junto a Gunthar.
“Por aquí, todo el mundo. Síganme.” Dijo Palmyra, en un tono reservado.
Las enormes puertas de la mansión se abrieron, para mostrar un recibidor enorme. Paredes recubiertas en madera lacrada, piso de mármol reluciente. Dos escaleras, una a la izquierda, una a la derecha, poblaban el recibidor. En medio de las dos, una fuente se erigía, con una estatuilla sobre un obelisco de piedra negra. Y una alfombra roja hacía un camino entre el recibidor, las escaleras, y los pasillos que conectaban.
Palmyra indicó que subieran las escaleras. Giró a la derecha, y siguió por el pasillo, que tenía sobre la mano derecha exuberantes ventanales, y a la izquierda un sinfín de puertas de madera tallada.
Al final del pasillo, antes de un giro, indicó las últimas dos puertas.
“Estas serán sus habitaciones. Están ya abiertas y limpias. Cualquier cosa, hagan sonar la campanita que hay sobre la mesita, y yo, o una de las sirvientas, vendrá a atenderlos.”
“¿La escucharán así nomás?” Preguntó Takeshi.
“Si tardamos más de tres minutos, emita una queja con el señor Innokentios.” Dijo Palmyra, terminante.
“¡¿QUÉ CLASE DE PODER ES ESE?!” Exclamó Takeshi, sorprendido.
Palmyra sólo sonrió.
“Bien, me marcho, con la señora Irene. Siéntanse como en su casa.”
Palmyra hizo un gesto a Irene, y se fueron ambas caminando por el pasillo.
“Bien, Smyrna, entraré a mi cuarto. Nos vemos más luego.”
“¡E-espera!” Exclamó Smyrna.
“¿Pasó algo?”
“Que-quería pasar más tiempo contigo.”
Takeshi sonrió.
“¡Descuida, Smyrna!” Si gustas, nos vemos luego de la cena, antes de dormir, en el jardín. ¿Te parece?”