Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

016 La mansión Kirilyan bajo sitio (parte 2)

016

Otra vez, en un destello, Syria llevó a Takeshi y a Irene afuera.

Ya allí, presenciaron una discusión entre las facciones.

“¡¿Qué hacen ustedes aquí?!” Preguntó uno de los de túnica.

“Ah... impíos. ¡¿Qué hacen ustedes aquí?” Respondió uno de los enmascarados.

“Venimos a encargarnos de uno de vosotros, un adorador de la bestia. Y a aprehender a una de nuestras hermanas.”

“No estamos involucrados en nada que ataña a ustedes, malditos...”

“¡Uno de los suyos está aquí, en la mansión Kirilyan! ¡Llevaremos eso como prueba, de que los Kirilyan están complotados con su secta contra el imperio!”

“¡Nosotros buscamos a la Kirilyan, por su afrenta contra nosotros!” Replicó el enmascarado. “Ahora, ¡respeten la tregua, y no se inmiscuyan!”

“¿Tregua?” Preguntó Irene. “¿Cómo que la orden de la Luz aceptó una tregua con los adoradores?”

“¡Mentirosos! ¡Maten a los adoradores!”

Los miembros de la Orden se abalanzaron contra los miembros del culto, desencadenando una batalla en los jardines. Syria, Irene, y Takeshi, contemplaban desde fuera.

“¡Hay que ayudar a la orden!” Exclamó Irene, preparándose para luchar. Fue detenida por Syria.

“Es mejor no ayudar a ninguno, señora. Ambos quieren atacar a la casa.”

“¡Syria, déjame ir!”

Syria se mantuvo firme.

“No se pondrá en riesgo por mera necedad, mi señora.”

“¡Takeshi, ayúdame.”

Takeshi miró a Irene.

“Discúlpame, Irene, pero Syria tiene razón. Hay que esperar.”

Irene apretó sus dientes y refunfuñó, pero terminó por aceptar.

De entre las filas de la Orden salió un hombre alto, de cabello castaño, que vestía una capa blanca. Hizo una seña, y sus aliados se alejaron unos metros de los del culto.

“Ya, señores. Ya.” Dijo, con un tono diplomático. “Creo que aquí hay un malentendido.

“Ese es... ¡¿Geraalt?!” Exclamó Irene.

“¿Geraalt?” Preguntó Takeshi, desconcertado.

“Geraalt... es mi protector, el jefe de mi guardia personal...” Dijo Irene, en un tono decepcionado. “Según yo tenía entendido... estaba con nuestros hombres en el sur... y vendría para el día de mi presentación... no puede ser.”

“Así que el señor Geraalt tiene algo que ver.” Dijo Syria. “Hm. Qué decepción.”

“¡Geraalt!” Gritó Irene. “Geraalt, ¡¿qué haces aquí?!”

Geraalt giró, y miró a Irene.

“Descuide, señorita Kirilyan. Este asunto no es con usted. ¡La protegeré!” Luego, miró a Takeshi. “¡Allí está, ese es su hombre!” Dijo a los del culto. “¡Tiene hasta esa influencia repugnante!”

“¡Te equivocas, Geraalt!” Exclamó Irene. “¡Takeshi no es de ellos! ¡Él es de los nuestros!”

“¡Eso le ha hecho creer, señorita!” Respondió Geraalt, sin alterarse. “¡Es un adorador más! Y, pronto, ¡caerá bajo el filo de mi espada!”

De entre los adoradores, otra figura más caminó hacia adelante, enfrentando a Geraalt.

“¡Ahh~! ¡Geraalt~! Es un placer encontrarte de nuevo~”

“Alyssa.” Dijo Geraalt. “Me parecía extraño que no estuvieras con tus lacayos.”

“Ay, querido~ ¡Qué bien me conoces! No podía dejar de pensar en ti desde nuestro último baile~”

“Vine por mi revancha, adoradora. ¡Heme aquí!”

Alyssa miró hacia donde estaban Irene, Takeshi, y Syria.

“Después de ti, me encargaré de la Kirilyan... Y saborearé a ese hermoso joven~”

“No tocará a la señorita Kirilyan, maldita. Y, respecto del adorador, no matarías a uno de los tuyos, ¿o sí?”

Alyssa pasó su lengua por sus labios.

“¡Ojalá fuera de mis aliados~! Así no tendría que matarlo... pero, por una noche... ¡me viene bien~!” Finalmente, preparó su daga. “¡En Guarde!”

Alyssa se abalanzó contra Geraalt, pero él detuvo su ataque con su postura defensiva. Y pronto, la batalla reanudó entre las facciones.

Irene, Takeshi, y Syria abandonaron la escena, siendo transportados adentro, otra vez.

En el piso de arriba, Innokentios y Palmyra fueron a donde Smyrna. Ella estaba durmiendo, en un sueño muy profundo.

Ambos se miraron.

“Bien. Palmyra, despiértala.”

Palmyra asintió.

Se acercó lentamente a Smyrna, y la movió lentamente.

“Señora Smyrna.” Susurró. “Levántese. Es por su seguridad.”

Una dormida Smyrna refunfuñó, pero lentamente fue abriendo sus ojos. Dio un hondo bostezo, y, con cuidado, fue sentándose.

“¿Qué... ocurre?” Preguntó, aún con pereza.




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