Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

019 Un día ajetreado (parte 3)

019

Eran las diez y algo cuando volvió Flint. Guiaba a un oficial de la Orden, junto a su tropa de seis caballeros. Todos portaban la tradicional espada de platino.

“Hauptmann Kheronessos, a su servicio.” Dijo el oficial, haciendo el saludo militar. “¿Qué será?”

Su uniforme estaba adorado con varias insignias. Tenía su cabello recogido en una coleta, y un tajo que iba desde el ojo hasta la mejilla.

“La paz con usted, hauptmann. Los necesitábamos, porque vamos a realizar una inspección en aquella casa. La señora Kirilyan asegura que es un escondite del Culto.”

“Entiendo, oberst. Cuando indique.”

Todos se dirigieron a la puerta de la casa. Los hombres desenvainaron sus espadas, e Irene y Flint se pusieron en alerta.

El hauptmann Kheronessos derribó la puerta de una patada, y entraron todos.

“Bien, ¿dónde se encontraban?” Preguntó Geraalt.

“Busquen una trampilla en el suelo.” Respondió Irene.

Para su sorpresa, las cajas rotas ya no estaban, así como tampoco estaba la estantería.

“Allí.” Señaló Takeshi.

Uno de los hombres abrió la trampilla, y entró junto al resto. Luego, a la señal de Geraalt, entraron Takeshi e Irene.

Para más sorpresa, no había nada. Era un sótano, con algunos barriles y cajas.

“Vaya...” Dijo Kheronessos. “Esto es...”

“Decepcionante.” Dijo Geraalt.

“¡Estaba aquí!” Dijo Irene. “¡Lo juro!”

Kheronessos suspiró en señal de decepción.

“Pues... sea lo que sea que haya habido, ya no está.” Dijo él. Si desea, haremos guardia por tres días del lugar, pero... no prometo nada más.”

Irene estaba enfadada, con una horrible sensación de impotencia.

“¡No miento!”

“Tranquila, señora.” Dijo Geraalt. “Nadie dijo eso.”

“¡Sus actitudes, sus actitudes lo dicen todo!”

“Es lo que es.” Respondió Kheronessos. “Puede decir lo que quiera, pero es lo que es. De todas formas, haremos guardia, como le dije.”

“¿Dónde he visto esto...?” Preguntó Geraalt, aunque a nadie en particular.  “Toda esta situación, me parece familiar.”

“¿Usted dice?” Preguntó Kheronessos.

“hace algunos años... el incidente en el pueblo de Arta.”

“¿El vecino loco?”

Geraalt asintió.

“Al final, se descubrió que los adoradores si habían estado en la casa, solamente que pueden abrir y cerrar portales a su conveniencia.”

“Claro. Es que todos conducen al sanctum, ¿no es así?”

“Así es. Señora Irene, ¿recuerda cómo era lo que vio?”

“Pues... Había un túnel... y una puerta.”

“¿Algún detalle en la puerta?” Preguntó Kheronessos.

“La cabeza tallada de un carnero.” Respondió Takeshi. “Y había sangre, o algo parecido.”

“Sí, era el sanctum.” Dijo Geraalt.

“Definitivamente.” Agregó Kheronessos. “Ordenaré una patrulla permanente por una semana. Informaré al distrito.”

“Llamaremos a alarma.” Continuó Geraalt. “Si hubo un sanctum aquí, significa que hay al menos otros dos en funcionamiento. Así trabajan los adoradores.”

Takeshi e Irene no podían evitar sentirse algo asustados. Claro, aquellos hombres hablaban con naturalidad del asunto, pero a ellos les causaba terror. Era, ciertamente, una experiencia nueva.

“Bien, cumplí con mi parte del trato. Ahora, Takeshi, ven con nosotros a los cuarteles generales de la Orden.”

“Y yo iré con él.”

“Señora.” Dijo Kheronessos. “Usted viene vestida muy elegante. ¿Por qué no pasea su traje por la ciudad? Déjenos hacer el negocio.”

“Si no lo sabe, hauptmann, soy abogada. Y tengo un recurso de habeas corpus en favor de Takeshi. Quiere decir que, si le tocan un pelo, elevo todo esto a la justicia Imperial. Y no creo que el emperador aguante otro escándalo más, ¿no es así?”

Kheronessos se mordió el labio.

“De todas formas, hauptmann, le dije que podría venir. Se lo prometí al señor.” Dijo Geraalt.

“¿El señor Innokentios?” Preguntó Kheronessos

Geraalt asintió lentamente.

“¡Señora! Disculpe. Puede acompañarnos, no me entrometeré más.”

Irene sonrió, y asintió.

“Está bien, hauptmann. No haga tanto lío.”

“Escoltaremos su carro.”

“Está bien.”

Salieron de aquel lugar, y se dirigieron otra vez a los establos. Allí, montaron otra vez dentro del coche, como se habían sentado antes, excepto que ahora, Kheronessos se sentó junto a Geraalt.




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