Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

022 Entrenamiento

022

Había bajado un poco el sol, como para que no fuera ya pesado, a eso de las seis de la tarde. Innokentios estaba en el gazebo de afuera, tomando su té. Había mandado a llamar a Smyrna, para entrenar y hablar con ella.

Ella llegó, acompañada por Palmyra. Innokentios le indicó que se sentase en la silla frente a él, y ella tomó asiento cuidadosamente.

“Bien, Palmyra, puedes retirarte.”

“Estaré pendiente a lo que usted necesite, señor.” Dijo ella, hizo una reverencia, y se marchó.

Smyrna se veía exhausta. El entrenamiento al que Innokentios la sometía parecía agotarla de más.

“Hola, hermana. ¿Cómo está?” Preguntó Innokentios, algo jocoso.

Smyrna solo se desplomó en la silla, y se refregaba los ojos.

“¿No ha dormido su siesta de costumbre?”

“Me duelen los brazos...” respondió ella.

“Oh, ¡No!” Exclamó Innokentios. “Debemos practicar, hermana. No desatienda sus promesas.”

“No puedo... Disculpe.”

“Ah, hermana, no diga eso. Será breve y leve, lo prometo.”

Smyrna levantó su mirada caída en dirección a Innokentios.

“¿Promete?”

Innokentios asintió.

“Así es. Lo prometo.” Y sonrió, levantándose.

Extendió su mano hacia ella, y la ayudó a ponerse de pie. Y fueron caminando hacia el pasto.

Innokentios mandó a buscar al paje con quien entrenaba antes. Para sorpresa de Smyrna, este vino acompañado de tres otros hombres.

Innokentios fue con los objetos de lanzamiento de práctica, y los demás tenían sus palos

‘Veamos su resistencia ahora cansada. Pedí a Palmyra que le diera una infusión para fatigarla, pero esto no tiene por qué saberlo.’  Pensó Innokentios.

Smyrna tenía un presentimiento de que esto era una trampa. Cuando vio a los pajes prepararse, Adoptó su postura de combate, una vez más, pero sin prospecto alguno de victoria.

“Bien, hermana, usted haga lo que pueda. Si logran entrar en su defensa, se acaba.”

Smyrna asintió, aún con dificultades para mantenerse en pie.

‘Debe de haber alguna trampa’ Pensó Smyrna.

Miró la situación. Contempló a los hombres, que estaban cargando hacia ella. Preparó su arma, y se alistó para el combate.

Con las fuerzas que le quedaban, preparó su guardia, para detener a los atacantes. Logró desviar a los primeros dos, pero pronto se encontró en un combate cerrado e intenso con los dos restantes. Su lucha se limitaba a bloquear los ataques inminentes, sin lograr derribar o desarmar a los atacantes. En cuanto se incorporaron los otros dos, la lucha se tornó aún más complicada,

Pero ella no cedía.

‘Increíble’ Pensó Innokentios. ‘Exhausta y todo sigue peleando...’

Los hombres atacaban sin descanso, pero no lograban romper la guardia de Smyrna.

Finalmente, ella logró desestabilizar a uno de los atacantes, encontrando un hueco en su defensa, desarmándolo. Este fue llamado inmediatamente por Innokentios.

Ahora, contra tres hombres, si bien seguíale siendo extremadamente complicado, era más holgado el espacio que tenía para reaccionar.

Innokentios contemplaba estupefacto. Observaba con detenimiento los movimientos de Smyrna y como, a pesar de estar exhausta, conservaba su defensa impenetrable.

“Es increíble, ¿no lo crees?” Dijo Innokentios al paje. “Aun así, cansada y todo, logra mantener su guardia. Si bien antes lo creía, ahora no tengo dudas: tenemos que ganarla a nuestra causa.”

“¿Ordeno se detengan?” Preguntó el paje.

“No. Déjala un poco más.”

Smyrna seguía en la pelea. En un arrebato de oportunidad, logró derribar a otro de los pajes, desarmándolo así. Innokentios lo llamó. Ahora, por tanto, solamente quedaba un contrincante contra Smyrna.

Ella estaba más exhausta que antes. Jadeaba fuertemente, y sus piernas temblaban. En un cruce, logró detener un ataque, pero resbaló, y tuvo que apoyar una de sus rodillas en el suelo para no caer. Luego de unos segundos, se apoyó en su arma para levantarse, y defenderse de un nuevo ataque.

“¿Cuánto más cree que dure, señor Kirilyan?” Preguntó el otro paje.

“No estoy muy seguro, pero no parece aguantar mucho más."

 A este punto, Smyrna se defendía a duras penas. No solamente ya por su estilo, sino que ahora entraba en juego que ella era mucho más experimentada que el paje. Se limitaba a cubrir los ataques.

‘Basta. Basta. Basta’   Se repetía en su mente.

En ese momento, una imagen regresó de su memoria.

Una imagen de una batalla. Fuego, sangre. Desamparo. Y ella contemplaba toda esa escena. Algo le resultaba familiar de aquello.




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