024
“Takeshi, despierta” Susurró una voz masculina. “Takeshi, ya es hora del receso.”
Takeshi despegó un ojo, y alzó su vista. Halló a un chico de cabello castaño, que vestía un uniforme escolar de color grisáceo.
Su compañero de banco, Ishiguchi Ichida.
“¿Eh?” Takeshi, algo confundido, se refregaba los ojos.
“Has dormido toda la hora.” Dijo Ishiguchi, sacando una Bentou debajo del escritorio. “Tenía miedo que estuvieras en coma.”
Takeshi se incorporó en el asiento, y miró a su alrededor. Tres más de sus compañeros en frente, hablando de cosas. A la derecha, un grupo de chicas se levantaba y se alistaba para salir del salón. De vuelta, mirando a la pizarra, escrito algo sobre matemáticas.
“¿Dónde... estoy?” Preguntó él.
“Takeshi, estás en la escuela.” Respondió Ishiguchi. “¿Qué clase de pregunta es esa?”
Takeshi lo miró extrañado.
“No, no, no, tú no entiendes, Ichida. Yo no estaba aquí. No, esto es un sueño.”
Ishiguchi lo miró como si estuviera loco. Soltó una carcajada, pero logró ahogar las demás.
“¡¿Qué cosas dices?! ¡Llegamos juntos!”
“¡Cállate! ¡Yo estaba... en una mansión! Habían... ¡Una princesa, o algo! ¡Una monja! ¡No sé!”
Las carcajadas de Ishiguchi se hicieron sentir, ahora eran incontrolables.
“¡Has perdido la cabeza, Takeshi! ¡Claramente eso era un sueño! ¡La única princesa y monja en tu vida es Maeda, puesto que no hay forma posible en la que te preste atención!”
Takeshi golpeó a Ishiguchi en el hombro, y se puso de pie.
“¡Ustedes no son reales!” Exclamó, señalándolo.
Todo el mundo en el aula volteó a verlo.
“¡Puedo demostrarlo!”
Tomó un escritorio de una esquina, y le dio vuelta. Todo el mundo dentro del salón lo miró horrorizado.
“¡¿Qué van a hacer?! ¡Esto es mi sueño!”
Caminó hacia la pizarra, y cogió el borrador, y procedió a borrar todo lo de la hora anterior. Luego, tomando una tiza, procedió a escribir su nombre varias veces.
“¡Miren, miren, miren!” Exclamó, casi en un tono desquiciado. “¡No hay nada que puedan hacer!”
“Mitsuhara.” Dijo una voz masculina. “Pare inmediatamente.”
Takeshi volteó a ver, helado, y encontró a un profesor.
Pensó dos veces.
“¡Este es mi sueño!” Dijo, y le aventó una tiza.
En ese descontrol, Takeshi trataba de demostrar que ese era su sueño, pero todo parecía fútil. Él seguía generando desorden, pero algo lo frenó en seco.
“Mitsuhara.” Llamó una voz, ahora femenina, joven pero algo profunda. “Takeshi, para.”
Los ojos de Takeshi encontraron en su horizonte a Maeda. Ella lo veía de brazos cruzados, con cierto aire de decepción en su rostro.
“Estás siendo muy desmesurado.” Dijo ella. “Estás dando vergüenza. No sé de qué clase de sueño vienes, pero ya es suficiente.”
Takeshi cayó de rodillas frente a ella.
“Maeda, yo—
“No. No digas nada. ¿Qué es todo esto?”
“Puedo explicarlo, esto es—
“Takeshi, has hecho un desastre.” Se lamentó ella. “De todos los de aquí, jamás me imaginé que fueras a hacer algo así. Y, sin embargo, superaste mis expectativas.” Dijo ella. “Ah, tus juegos te están comiendo la mente.” Continuó dando un hondo suspiro. “Takeshi, tienes que despertar.”
“¿Qué?”
“Despierta, Takeshi.”
“¿Qué?”
“Despierta. Despierta. Despierta. Despierta.”
…………………
“Despierta, despierta. Despierta, Takeshi.”
“¡Takeshi!”
Abrió los ojos, para encontrarse de vuelta en la paz de la habitación en la mansión Kirilyan. Irene lo movía de un hombro, diciendo que se despierte.
“¡Takeshi, despierta!”
Él se incorporó en la cama de un salto.
“¡Irene!” Grito él.
“¡Takeshi, se nos hará tarde!”
En su mente seguía fresca la escena escolar. En cada parpadeo, el cabello negro de Maeda lo cubría. Su rostro, no podía olvidar aquella mirada juiciosa, y un desamparado sí de rodillas.
“¿Fue un sueño?”
Irene seguía hablando, pero a él le parecía un parloteo.
“Maeda...”
Irene se detuvo.
“¿Takeshi?” Preguntó.
Él sacudió su cabeza, ahora presto a oír a Irene.
“Irene...”
“¿Quién es ‘Maeda’?”
Él la miró fijamente. Su mirada rápido se perdió en el vacío detrás.