027
Unas horas antes.
Luego de lo ocurrido, Takeshi siguió al guardia hasta una casa de seguridad. Allí había unos tres coches, con insignias, esperando. El guardia dio la señal a Takeshi de entrar en uno de ellos, y él entró, seguido por el guardia.
“A Lidda.” Dijo el guardia. El coche comenzó a moverse.
Takeshi no emitía sonido alguno. Miraba por la ventana, aún aturdido por todos los sucesos ocurridos. Iría a Lidda, ciertamente, pero no sabía que haría al llegar.
“¿Puedo preguntarte algo?” Dijo el guardia.
Takeshi lo miró de reojo. Asintió.
“¿Qué pasó?”
Takeshi se tomó unos momentos para responder.
“Absolutamente nada. Parece ser, que soy un maldito imbécil.”
“¿Por qué?” Preguntó el guardia, algo preocupado. Parecía que hablaba desde la calidez de un amigo.
“¿Y a ti qué te importa?” Dijo Takeshi, molesto.
El guardia largó una pequeña risa.
“Solamente quiero entender tu historia, como llegaste, y qué ocurrió en esa casa.”
“¿Nunca te ha pasado, que intentas e intentas, pero, por más que demuestres algo, nadie te tomará en serio?” Preguntó Takeshi, saliendo del capricho,
“Me pasa muy seguido.” Respondió el guardia con franqueza. “¿Por qué crees que soy un guardia?”
Aquel comentario de humor autorreferencial le sacó una sonrisa a Takeshi.
“He intentado. De todo. No soy alguien que tenga poderes. No tengo conocimientos. No me considero alguien inteligente. Sin embargo, he intentado ayudar, apoyar, moral y físicamente, como pueda. Y nada.”
“O sea... ¿Todo esto fue por eso?”
Takeshi asintió.
“Sin importar todo lo que he hecho desde que llegué, parece que mi esfuerzo no es suficiente. Es en vano. Y ella, Irene, solo considera que lo único que he hecho ha sido jugar.”
El guardia analiza las palabras de Takeshi, tomándose un tiempo para reflexionar y luego contestar.
“¿No crees que fue todo eso en un momento de debilidad? Digo, muchas veces, cuando alguien nos insulta, lo único que hace es reflejarse en nosotros. Ella te ha tratado de inútil y no sé qué más, ¿pero no es ella quien se siente inútil?”
Takeshi lo miró, y su expresión se tornó una de cuestionamiento y reflexión.
“Estás en tu derecho de sentirte ofendido. Ella no tendría que haberte insultado, pero, quizá solo haya sido el calor del momento. La audiencia, el arresto, todo.”
“Como sea.” Dijo Takeshi. “Me cansé de ser comprensivo con los demás, si nadie lo es conmigo. Nadie nunca me ha preguntado a mí qué demonios pienso. Nadie, y digo nadie se ha preocupado por mí de la forma que yo me he preocupado por tantos otros.”
“Quizá ese es tu problema.” Dijo el guardia, agregando a la idea de Takeshi. “Quizás solo ayudas a la gente porque esperas algo a cambio. Como no es tan sincero o desinteresado como parece, te frustras.”
Takeshi se sintió ligeramente ofendido, pero aun así lo tomó como una posibilidad.
“No es tan así. Digo, no es que busque ayudar por el solo hecho de obtener rédito.”
El carro daba saltos buscos, signo de un camino mal empedrado.
“Entiendo. Es comprensible, de todas formas. El querer ser magnánimo por el hecho de ser magnánimo es medio un mito. Las personas siempre buscan aprobación, Takeshi. Tú la buscaste en ellos, e Irene la buscó en ti. Quizá, al decirte todo eso, esperaba alguna palabra de alivio de tu parte. Y al no ver algo en ti, solamente se sintió más frustrada. Es complicado, lo sé.”
Las comisuras de la boca de Takeshi bajaron de manera automática, como una respuesta a un estímulo triste.
“Quizá...”
“Piénsatelo. No tienes por qué ir a por ella, o querer dar la vuelta. Tampoco te digo que la perdones, si no te hace bien. Pero tú solamente piénsatelo, ¿vale?”
Takeshi obvió aquella pregunta de afirmación.
“Por ahora, prefiero retirarme. Un exilio voluntario, en donde todo comenzó para mí. Sé que hay gente que me ayudará en Lidda.”
“Las hermanas son muy caritativas, eso es cierto.” Respondió con certeza el guardia. “espero puedas encontrar algún solacio en el ambiente que se vive allí. Son tiempos convulsos los que vivimos, y con todo lo que ha pasado últimamente, creo que me uniré a ti en tu exilio.”
El guardia y Takeshi se dieron una ligera risa.
“Ya. Muchas gracias...”
“Hektor.” Respondió el guardia.
“... Hektor. Vale. Muchas gracias por esta conversación. Ha sido de mucha ayuda.”
“No hay por qué, Takeshi. Gracias a ti por escuchar.”
Takeshi le extendió la mano, y Hektor se la estrechó, en un apretón fuerte y conciso.
“Espero volverte a encontrar algún día. Sé que crecerás en tus habilidades, y demostrarás a este mundo todo tu potencial.”