Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

027.3 El Monasterio de Lidda (parte 2)

027.3

Más allá podía oír golpes, o explosiones. Y un cierto olor a pólvora.

“¿Qué pasó?”

“Comenzaron un asalto. Para el atardecer trajeron máquinas. Y ahora comenzaron.”

“¡¿Qué haremos?!” Preguntó él.

“Sígueme.”

Takeshi asintió. Hektor lo tomó del brazo, y comenzó a caminar, con Takeshi no siendo arrastrado a muy duras penas.

Salieron de la barraca, por el pasillo, luego al patio. Allí estaba Komotine, Crissipus, Assad, además de otros siete hombres, vestidos de guardias.

“Al cabo de unas horas, a la tarde, logramos que nos despacharan un pelotón de la guardia de caminos.”

“Roñosos. ¿Nadie dijo que era una emergencia?” Preguntó Komotine, enfuriada. “Estamos viviendo un asedio, y lo mínimo que podrían haber hecho es advertir al ejército para que nos ayude a romper el cerco. Después de todo, estos malnacidos vienen de más lejos Con su basura, ¿y nadie hizo nada?”

“Disculpe, hermana. Pero es que hoy había un... evento.”

“Mhm, ¿sí’ Ah, claro. Seguramente algún acto como enjuiciar inocentes para ocultar hechos de la administración.”

“Vaya, usted sí que los conoce.”  Dijo Takeshi, por lo bajo.

“Como sea.” Respondió Hektor. “Usted es una guerrera muy competente, como todas las hermanas, así que no veo necesidad de traer más.”

“No me quita lo humana, guardia. Y eso es minorizar un asunto más importante, ¡como lo es un ataque de los cultistas al monasterio!”

“¡Podrían dejar este pleito para más después?” Preguntó uno de los guardias de camino. “¡Vinimos y estamos armados, para pelear, no para oír discusiones sin sentido!”

“Tiene razón.” Dijo Assad. “Mientras hablamos, esos bastardos van a romper el muro.”

Komotine y Hektor suspiraron. Luego, ambos se prepararon para el combate.

“Bien, como quieran. Hektor, tú vendrás conmigo.” Dijo Komotine. “Y uno de ustedes.” Dijo, señalando a los guardias. “Nosotros cubriremos donde están golpeando la muralla. Los demás estarán DETRÁS nuestro, previniendo el desborde.”

“¿Qué hago yo?” Preguntó Takeshi, con cierto afán por ayudar.

“Takeshi, entra al edificio y busca refugio. Aspirante, ve con él.”

“¡No es justo!”

“Takeshi, obedece.” Dijo Komotine. “No estás preparado.”

“¡Quiero ayudar!” Dijo Takeshi, alterado.

“Y la mejor forma que tienes de ayudarnos es no siendo un estorbo.” Insistió Hektor. “No es nada personal, Takeshi. Pero si vienen a por mí, o la hermana, no hay mucho problema. Pero a ti te tenemos que cuidar. Así que ve, busquen refugio, y esperen novedades u órdenes.”

“Hay una puerta medio oculta en la bodega.” Dijo Komotine. “Si siguen la huella de tierra, los llevará al pueblo de Lidda. Ahora vayan.”

Crissipus asintió, y corrió junto con Takeshi al interior del edificio.

Los sonidos se intensificaron, y Komotine y Hektor corrieron hasta el muro, y se posicionaron con cierta distancia detrás de él, seguidos por el resto, como se había indicado.

Un golpe más, y una sección del muro voló en pedazos. Cuando el polvo se asentó, reveló tras de sí una pieza de artillería, para la sorpresa de Hektor y los demás.

Entonces, una masa de cultistas comenzó a asaltar la brecha. Komotine y Hektor los contenían como podían, pero, tras unos minutos de prolongado asalto, se vieron obligados a retroceder.

Fue ahí cuando lo advertido por Komotine se hizo realidad: El espacio cedido por su retirada provocó un desborde de cultistas, quienes en cuestión de dos o tres minutos inundaron el patio. Ahora tanto la primera como la segunda línea se hallaban bajo ataque.

“¡Resistan!” Exclamó Hektor.

‘Esto es peor de lo que me imaginaba.’  Pensó Komotine. ‘A este ritmo, no duraremos mucho tiempo. Hay que hacer algo.’

En un despliegue de control elemental, Komotine clavó su espada en el suelo, provocando que se abran grietas por el patio. Luego, usando su espada a manera de pala, levantó un trozo significativo delante de ella, y lo lanzó contra los invasores, en dirección a la brecha, lográndola sellar.

“¡Eso nos ganará un tiempo!” Exclamó. “¡A la carga!”

El grupo de defensores emprendió un ataque contra las fuerzas de cultistas, ahora incomunicadas por la acción sobre la brecha. Komotine comenzó a girar con su espada en remolinos, llevándose a varios. Los demás también realizaron ataques exitosos, logrando separar en dos a las fuerzas, luego en tres, y así, hasta encargarse de todos los focos de cultistas.

Finalmente, tras un encarnizado combate, la primera oleada fue derrotada. Los guardias fueron verificando que todos los cultistas yacieran muertos, clavando la punta de su alabarda en los pechos de aquellos que parecieran vivos. Luego, comenzaron a festejar. Pero Komotine permanecía seria.

“Es solamente lógico que ahora esperemos fuerzas más organizadas. Aquello fue solamente el principio.”




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