Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

027.4 El asalto final

027.4

 

“Maldita sea, trajeron a las tropas de la sombra.” Dijo ella. “Bien, esto ya no es una escaramuza: Es la guerra.”

El efecto de la manipulación elemental comenzaba a ceder sobre la brecha de la muralla. Poco a poco, fue revelándose la abertura, y detrás a los cultistas prestos a atacar.

“¡A sus posiciones! ¡En abanico!” Exclamó Komotine. El grupo se abrió y extendió alrededor de la brecha.

Los cultistas comenzaron a avanzar en bloque hacia la brecha. Finalmente, viendo que habrían de entrar de a uno, decidieron cargar.

“¡Mantengan su posición!” Ordenó Komotine.

Finalmente, el choque se produjo. Las tropas de los cultistas y los defensores del monasterio luchaban bañados en la luz del plenilunio. Si bien los cultistas estaban siendo mermados, Komotine y Hektor entendían que, cuando se alistaran a entrar las tropas de la sombra, sería la suya una causa irredenta.

Cuando los cultistas inundaron el sector que les había sido concedido por los defensores, Komotine entendió que mantener la posición, si bien sería posible, sería costoso, al punto de perder uno o dos hombres. No deseando aquello, se adelantó.

“¡Atrás! ¡Retrocedan! ¡cuatro pies!”

Los hombres obedecieron, retirándose hacia atrás, siempre con la vista hacia adelante. Cuando estuvieron seguros, Komotine dio un salto hacia atrás, reagrupándose con ellos.

El haberles cedido más terreno provocó que ahora los cultistas se afianzaran en su posición. Mientras una vanguardia mantenía a raya a los defensores, reforzaban la posición con tropas frescas.

“Necesitamos un contraataque.” Dijo Hektor a Komotine. “No podemos perder ni un palmo.”

“Es cuestión de paciencia, Hektor.” Respondió ella.

“¿Por qué no usa su manipulación elemental?”

“Porque no tengo donde accionar. No hay espacio.”

“¿Le sirve si le hacemos espacio?” Preguntó Hektor, mientras se preparaba para hacer algo intrépido.

“No gracias. Puedo hacérmelo sola.” Respondió Komotine, guiñándole un ojo.

Acto seguido, se lanzó de un salto contra los cultistas, cayendo en medio de ellos y causando un temblor en esa zona del impacto. Luego, batió su espada en círculos, llevándose a una cantidad exuberante de ellos. Esto les dio coraje a los demás, quienes se lanzaron contra la vanguardia cargando con sus alabardas.

El contraataque estaba resultando ser un éxito. A la tenue luz de las lámparas de aceite del patio, mezcladas con la luna, los defensores del monasterio se defendían de la segunda oleada. Estaban determinados a defender el monasterio hasta la última cabeza enemiga.

Dos de los guardias cayeron heridos. Algunos camaradas los pusieron a salvo, y se volvieron a la lucha. El combate pronto tomó un cariz bastante sangriento y carnicero, debido a la naturaleza de ser cuerpo a cuerpo. De maneras violentas, cultistas y defensores se disputaban el espacio con uñas y dientes si era necesario.

Justo cuando Komotine realizó una barrida contra algunos de los últimos cultistas, sonó un cuerno, a unos metros detrás de la muralla. Todos quedaron petrificados en sorpresa, permitiendo a los desahuciados atacantes huir en una ventana de oportunidad.

Luego de que sonó el cuerno, todas las lámparas se apagaron, y la tiniebla envolvió al monasterio, al punto que ni el cielo era visible dentro.

Los guardias estaban confundidos, preguntando qué estaba ocurriendo.

Hektor se acercó a Komotine.

“Hermana, ¿qué pasó?”

La hermana miraba en terror.

“Las tropas de la sombra van a comenzar su asalto.”

“¡Retirada!” Exclamó Hektor. “¡Al interior del monasterio!”

Los hombres comenzaron a correr en confusión, sin poder encontrarse, aunque estuviesen unos cerca de otros.

“Tome mi mano.” Dijo Komotine a Hektor.

Hektor sin pensarlo dos veces la tomó de la mano, y ella lo llevó hasta la puerta de la mansión. Y pronto vieron un poco de lo que se avecinaba.

Aquellos cultistas que portaban una túnica entraron al recinto. Bajo sus pies se formaba una espesa neblina.

Desenfundaron sus dagas, y comenzaron a acercarse al grupo de los soldados.

“¡Assad!” Exclamó Hektor, viendo que su compañero estaba sin saber a dónde ir. “¡Assad, ven!”

“¡¿Dónde estás?!” Exclamó él aterrorizado.

“¡¿Assad, no me ves?! ¡Voltea al frente!”

Assad se giró en un movimiento veloz, solo para encontrarse frente a uno de los soldados de la sombra. Éste lo tomó por la nuca y vació su vientre con su daga, acercándolo a él. Assad emitió un sonido sordo, apagado por su garganta. El cultista lo dejó caer al suelo, casi eviscerado.

“¡ASSAD!” Exclamó Hektor, privado de todo control. “¡LOS VOY A MATAR MALDITAS BASURAS!”

Hektor intentaba correr hacia ellos, pero estaba siendo sostenido por Komotine, quien forcejeaba con él.




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