Mi nueva historia de la vida en otro mundo (volumen 1)

028 Romper el cerco

028

Escondidos, Takeshi y Crissipus contemplaban la situación. Habían logrado ver la pelea desde los ventanales, pero ahora se ocultaban bajo la escalera, luego de oír que alguien había entrado. Para su sorpresa, podían oír una conversación entre Komotine y Hektor. Y es por eso que se enteraron de la calamidad que se vivía afuera.

“Maldita sea.” Susurró Crissipus. “Ahora todo está perdido.”

Habían dejado la puerta entreabierta para poder ver la escena. Komotine arrastraba a Hektor por los pasillos, hasta desaparecer.

“¿Qué ves?”  Preguntó Takeshi.

“Se oscureció todo.”  Respondió Crissipus. “Apenas y puedo ver. Pero entraron Komotine y Hektor. Algo me da mala espina.”

“¿Crees que sea seguro salir?”

“No lo sé. De momento, quedémonos aquí.”

Takeshi se acomodó más contra la pared, buscando refugio en los rincones.

“Tenemos que ayudar, Crissipus.”

“¿Estás loco? No voy a desobedecer una orden de la hermana.”

“Ay vamos, Crissipus. Moriremos si no hacemos nada.”

“Moriremos si intentamos algo.” Replicó Crissipus, molesto. “Es conveniente quedarnos aquí, al menos hasta tener en claro qué ocurre allá afuera.”

Takeshi se cruzó de brazos contra la pared. Cerró sus ojos, tratando de calmarse.

Para su infortuna y desgraciada sorpresa, cerrar sus ojos no hacía nada bien. Escenas de lo ocurrido fuera aparecían. Una matanza despiadada. Penumbra total. Una terrible derrota.

Sacudió su cabeza, tratando de pensar en algo mejor. Quería pensar en aquel ‘sueño’ de la tarde. En los momentos graciosos o alegres del pasado. Algo que lo sacara de aquella miserable realidad en que vivía ahora.

No pudo. No pudo salir del foso.

Vio una mano, pálida, que lo invitaba a tomarla, en frente suyo. Relucía ante la oscuridad de sus ojos cerrados.

Asustado, abrió sus ojos en un santiamén. Volvió a sacudir su cabeza, tratando de quitarse aquella imagen.

Crissipus pudo notar una tenue luz de tintes azulados venir de detrás suyo. Al darse la vuelta, descubrió que venía de Takeshi.

Aquella marca en su frente, que aquella mujer dejó bien al principio de su aventura, brillaba como una cándida gema.

“¡¿Qué es eso?!”  Preguntó Crissipus, aterrado. “¡Takeshi!”

Takeshi no comprendía bien.

“¡¿A qué te refieres?!”

“¡Tu frente! ¡Está brillando!”

“¡¿Qué?!”

De repente sintieron la puerta de afuera moverse. Y unos cortos y calmos pasos resonaban por toda aquella sala.

“Mhm~ ¿Muchacho? ¿Eres tú? Vamos, sal~” Dijo una voz femenina. “Vamos~ ¿No me recuerdas? Teníamos unas... cuentas pendientes~”

Takeshi tomó un rato, pero luego reconoció.

“Alyssa. Y justo cuando creía que esto no podía ponerse peor.”

“¿Quién?”

Takeshi suspiró.

“Crissipus, hasta aquí hemos llegado. Esa de allí es una asesina brutal.”

“¿A quién está... buscando?”

“A mí, Crissipus. A mí. Y me encontrará.”

“No seas idiota, Takeshi.”

Justo cuando dijo eso, vio a través de la puerta como ella giraba en su dirección, logrando establecer un breve contacto visual.

“¡Ahí~!”

“Me lleva la mierda.”  Dijo Crissipus.

“Nunca he pensado en esto contra alguien como ella, pero... debemos correr.”  Dijo Takeshi. “Ahora o nunca.”

Crissipus se tardó unos segundos más para pensarlo. Viendo que ella se acercaba, concluyó que no tenía otra opción.

“Está bien. Supongo que no nos queda otra opción.”

“Vamos~ Sal~”

Cuando ella se acercó a la puerta, Crissipus la abrió, dándole un portazo. Luego, Takeshi y él corrieron fuera.

“¡Eso no fue muy gentil!” Exclamó Alyssa. Acto seguido, les lanzó una daga, rozando la mejilla de Takeshi, provocándole un corte superficial.

“¡Arde!” Gritó él.

Ambos corrieron como ratones de un gato por la habitación. No alcanzaron a subir las escaleras porque ella estaba demasiado cerca, así que terminaron apoyados debajo de uno de los ventanales.

Alyssa se acercaba lentamente a ellos.

“Ustedes dos, par de sabandijas, no van a poder correr más. De ti, joven, me voy a deshacer.” Dijo, señalando a Crissipus. “Y contigo voy a bailar, muchacho~”

Se acercó más a ellos, alistando una de sus dagas.

“Bien. ¿Últimas palabras?”

Levantó su mano.

“¡Oh!  ¿No desean hablar?”




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