Mi otra yo

Prólogo

Cecilia estaba rodeada de su grupo de “amigos”, los populares. Estaban conversando sobre la fiesta que daría, ese mismo sábado, Brandom. Estaban reunidos en el patio de la escuela, como todos los recreos.

—¿Necesitas que llevemos cerveza? — preguntó Mark.

—Lleven todo el alcohol que puedan, como siempre. — contestó sonriendo el anfitrión.

—Pero esta vez, que no haya drogas. —se quejó Ashley.

—Es cierto, la vez pasada no recuerdo ni que fume. — le apoyó Lorena.

Todos rieron ante el comentario. Esas chicas no tenían ningún remedio.

—Si ustedes las aceptan no es nuestra culpa. — contraatacó Brandom.

Las chicas soltaron un bufido.

—Solo asegúrate de que sea genial, Brandi. — dijo Cecilia antes de dar media vuelta. — Bye chicos, nos vemos.

Encaminó hacia la puerta y pasó por el salón de su hermana, Coral, para irse juntas.

—Hola ces. Hoy conduces. — dijo Coral pasando de su hermana y dándole las llaves.

—Hola Caracol. Ya lo sé. —contestó Cecilia.

Esos apodos los tenían de pequeñas, no toleraban que otro se los dijese, pero entre ellas siempre los usaban. Cecilia le decía Caracol porque sostenía que su hermana era muy lenta para entablar relación con los hombres, y de más pequeña porque le ganaba todas las carreras que corrían.

Fueron hasta al patio y se subieron al coche. De camino a este, Cecilia había caminado como modelo, de forma coqueta, mientras Coral caminaba algo encorvada, con los hombros caídos. –Derecha— la retaba siempre su hermana.

—Supongo que iras el sábado, ¿Verdad? — preguntó Cecilia a Coral en cuanto subieron al coche.

—Eso creo, pero debes prometerme que me dejaras usar lo que quiera.

—Solo promete que por lo menos usaras short o pollera.

—Si tú prometes no insistir en que use tus pequeñísimos vestidos.

—Está bien, promesa de tigresa. — finalizó Ceci juntando su dedo meñique con el de su hermana.

 Una vez en la casa subieron a la habitación. Era grande, muy grande, ya que habían decidido mantenerse juntas y no separarla. Convivían muy bien. Cecilia estaba poco en casa y eso le daba a Coral la tranquilidad de sentarse a escribir en su escritorio cada vez que quería. Ambas eran bastante ordenas, por lo que el cuarto se mantenía siempre decente.

—A comer. — gritó su madre desde abajo.

Bajaron corriendo, sus estómagos rugían. Se sentaron en la mesa, junto con sus padres y sus hermanos pequeños, Lisa y Rodrigo.

—La lasaña esta deliciosa madre. — le alagó Coral.

—Ojalá tu hermana pensara lo mismo. — comentó el padre.

—Gracias cielo. — contestó dedicándole una dulce sonrisa.

—No es que no me guste, es que prefiero otra cosa, como pescado. — se quejó Ceci.

—El día que concuerden en algo, lloverán elefantes. — dijo Sergio divertido.

—A ambas nos gusta el chocolate.

—Y también el helado.

—A mi igual me gusta el helado. —opinó Rodrigo en voz baja.

Todos rieron.

—Ya lo sabemos pequeño. — rio María.

Terminaron de cenar y como era costumbre cada uno se encargó de algo.

 

—Nos han puesto 4 pruebas seguidas la próxima semana, ¿Puedes creerlo? Mi cerebro estallará de solo pensarlo. — se quejó Ceci tirándose sobre su cama.

—Es cuestión de sentarse a estudiar hermanita, si quieres puedo ayudarte. — se ofreció Coral.

—Te lo agradecería muchísimo, enserio. No entiendo como haces para tener promedio 9 en todo, yo con suerte tengo 8, y cada tanto. — contestó frustrada.

—Yo tengo facilidad en el colegio, tú tienes facilidad para que todos te miren y lograr que cualquier chico caiga a tus pies. Eso no me sale ni de muerte. — rió Coral para alegrar un poco a su hermana.

—No sé si notaste que somos prácticamente iguales hermanita, así que si yo soy linda tu igual lo eres mensa. — rodó los ojos.

—A diferencia de que tú te vistes elegante, tienes el pelo más rojizo que el mío y te arreglas y maquillas. Yo creo que soy tú en macho, más o menos.

—No te autobullynes que para eso estoy yo.

Ambas rieron, su relación era lo mejor que tenían en sus vidas.




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