Mi otra yo

5-Bienvenida inesperada

Coral

Mamá nos levantó como a las seis de la mañana, con una chocolatada para cada una y toddys. Desayunamos en silencio las dos, arriba de la cama. Una vez que terminé tiré el vaso, (descartables ya que la vajilla estaba guardada) y fui al baño a cambiarme. Me puse un jogging azul, una remera lisa color negra y até mi pelo en una trenza. Cuando salí del baño mi hermana me pidió que le hiciese una. Se sentó en el piso y le trencé el cabello, para luego bajar y dejar mis cosas.

Pasaron a recogernos dos taxis. En uno fueron papá, mamá y los niños y en el otro Ceci y yo con varias valijas. Una vez que llegamos al aeropuerto y bajamos nuestras cosas esperamos en una cafetería de ahí dentro. Cuando llamaron a nuestro vuelo fuimos todos a abordar. Nos tocó sentarnos, mamá, Rodri, y yo en una fila, y en la del otro lado del pasillo a mis hermanas y mi padre. El viaje duró unas 3 horas, de las cuales dormí una y media.

Dos taxis nos condujeron hasta un barrio que quedaba a unos cuarenta minutos del aeropuerto, que estaba bastante alejado de la ciudad. Los autos aparcaron frente a una casa normal, de dos plantas, con un jardín lindísimo. Mis papás bajaron y bajaron a los niños, nosotras seguíamos en el taxi.

— ¿Lista? — pregunté a Cecilia.

—Lista.

Bajamos y sacamos nuestras cosas del baúl, para luego ir hacia la casa. Se abrió la puerta y salió una mujer rubia, un chico de nuestra edad y una niña pequeña. ¿Qué no es nuestra esta casa? Pensé. Saludaron con la mano y mis padres respondieron del mismo modo. Con Cecilia nos miramos con cara de duda, y luego seguimos nuestra marcha. El muchacho era castaño, de ojos medios verdosos, y la niña era morocha de ojos celestes. Genética extraña. Antes de llegar a la puerta todos empezaron a saludarse, sin demostrar demasiado afecto.

—Chicas, ella es Helen, y ellos son Sofía y Marcos.

—Hola. — saludamos con Ces al unisón.

—Hola chicas. — saludó Marcos.

—Ella es Coral. —dijo mi hermana señalándome— Y yo soy Cecilia.

—Un gusto chicas. — dijo Helen amablemente.

Entramos a la casa, seguidas por Marcos. Me incomodaba muchísimo su presencia, pero a mi hermana no, pues estaba coqueteando. Recorrimos la sala principal y el living, luego la cocina.

— ¿Gustan ver sus habitaciones? — preguntó el chico sonriendo.

—Sí, por supuesto— dijo mi hermana sonriéndole.

—Síganme.

Lo seguimos hasta la planta de arriba, donde nos señaló dos habitaciones con nuestros nombres pegados en la puerta. Eran unos carteles con forma y formato de patente, pero de color fucsia y celeste.

—Mamá creyó que sería un bonito detalle poner sus nombres, así que no escuchó cuando insistí que no sabía cuál habitación elegirían.

—Gracias de todos modos. — agradeció mi hermana.

— ¿No hablas mucho verdad? —preguntó dirigiéndose a mí.

—Depende de la situación. — dije examinando ambos cuartos—creo que tu madre le atinó con los carteles, me gusta este cuarto—señalé el que tenía mi letrero.

—Y a mí este.

—No es por ser descortés, pero, ¿Quién eres exactamente? — pregunté dirigiendo mi mirada al muchacho.

—Su vecino, teóricamente. Vivo enfrente.

—Genial. — exclamó mi hermana con notable felicidad.

El chico nos sonrió a ambas y luego su madre lo llamó desde abajo. Se despidió de cada una con un beso en la mejilla y nos dijo nos vemos pronto. En cuanto bajó las escaleras mi hermana me arrastró al cuarto de mis padres (el cual ya tenía la cama matrimonial) para poder ver al chico cruzar la calle. La seguí de mala gana, rodando los ojos.

—Es hermoso— dijo volviendo al pasillo.

—Es bastante bonito. Será raro estar separadas.

—Ni que lo digas.

Bajamos y recorrimos toda la casa los seis juntos. Los muebles eran todos muy lindos, los baños amplios y las habitaciones luminosas. Teníamos patio trasero, ¡Con pileta! No creía ni entendía como mis padres habían podido conseguir un lugar así.

— ¿Les gusta chicas? — preguntó mi padre en cuanto subimos.

—Está muy lindo.

— ¡Es fabuloso! — exclamó mi hermana.

—Me alegro de que les guste, vayan a desempacar. En quince minutos iremos a comer a lo de Helen.

Dicho esto, se marchó a la habitación de Rodrigo para ayudarlo a ordenar.

— ¿Cómo dividiremos las cosas? — preguntó mi hermana.

—No lo sé, usamos la ropa las dos, y los libros también los leemos las dos.

—Tenemos veinte libros, sin contar los que actualmente está leyendo cada una, quédate con diez y yo me quedo con otros diez, vamos eligiendo uno y uno ¿Te parece?

—Sí, es justo.

Nos dividimos los libros y cada una acomodó los suyos en su cuarto. Abrí la caja que había dejado mamá y saqué las decoraciones que eran mías, para luego alcanzarle la caja a Ceci.

—Vamos niñas. — dijo mi madre bajando las escaleras.

—Ahora bajamos — respondió Ces abriendo su porta cosméticos.

Se puso rímel y se aplicó base, yo solo corroboré no tener nada entre los dientes. Bajamos y cruzamos todos juntos hacia la casa de Helen.

Era de color blanco, y tenía dos pisos. Era muy similar a la nuestra, sólo que tenía más decorado el jardín delantero. Llegamos a la puerta y nos recibió un hombre algo canoso, quien estrechó su mano con la de mi padre. Le chocó los cinco a mi hermanito y nos besó en la mejilla a mis hermanas, mi madre y a mí. Pasamos al comedor, donde había 12 platos puestos alrededor de una gran mesa de madera. Helen nos indicó que pasáramos y tomáramos asiento. Me senté junto a Ceci, y mis hermanitos junto a mis padres, quedaron libres el asiento a mi lado y el que estaba al lado de Ceci. Helen subió a llamar a sus hijos. Nada me preparó para lo que vino a continuación. Bajó Sofía junto con un niño, quien luego me enteré se llamaba Lucas. Luego apareció Marcos y a su lado un chico de idénticos rasgos, pero con el pelo moreno. Automáticamente miré a mi hermana, quien se encontraba en el mismo estado que yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.