Mi otra yo

11-Guerra de agua

Cecilia

Volvimos a casa en el auto de un primo de los mellizos. Marcos iba delante, y nosotras y Manuel detrás. Nos bajamos y nos despedimos de los muchachos con un beso en la mejilla.

—Esta ha sido la mejor noche de mi vida. — dijo Micaela suspirando.

Las tres nos reímos y nos abrazamos, mientras Coral ya estaba abriendo la puerta de la casa. Subió derecho a la habitación, sin decir absolutamente nada. Nosotras por nuestro lado organizamos las bolsas de dormir y después bajé a por pochoclos, para ver Guerra de Novias en mi habitación. Una vez que la película terminó nos quedamos charlando sobre cosas sin sentido hasta quedarnos dormidas.

Me desperté por un rayo de sol que dio justo en mi ojo. Bostecé y me despabilé, las chicas seguían dormidas. Miré el reloj, que marcaba las 10:27 am. Sin hacer mucho ruido salí de la habitación y bajé para preparar un desayuno. Mi hermana se encontraba en la cocina tomando su chocolatada cuando entré.

—Buenos días. — saludé.

—Buen día.

—¿Cómo la pasaste ayer? — pregunté bajando el pote de galletas.

—Podría decirse que bien ¿Y tú?

—Excelente, me divertí mucho.

Puse el pote sobre la mesa y saqué tres tazas de la alacena. Busqué la leche y el jugo de naranja y lo dejé también.

— ¿Sabes dónde está el chocolate? — pregunté.

—Allá. — contestó mi hermana señalando un punto.

—Gracias.

—De nada.

Dicho eso se retiró y subió a su habitación. Se estaba comportando súper extraño. Lo pensé bien y en esos últimos días no habíamos cruzado palabras prácticamente. Tenía que hablar con ella, no se veía como la Coral de siempre.

Subí a la habitación y Mica ya estaba levantada, con cara de desorientada. Me reí por su cara y ella me miró frunciendo el ceño.

— ¿Qué? — preguntó.

—Nada.

— ¿Dónde está el baño?

—Por el pasillo la primera puerta a la izquierda.

—Gracias. — dijo tomando su bolso.

Me senté sobre mi cama a esperarla, y a los pocos minutos de que se fue Mandy despertó. Me miró y sonrió.

—Tengo hambre.

— ¿Qué no puedes estar sin comer? — pregunté medio riendo.

—Nop, eso es imposible.

Nos reímos las dos y yo le tiré un almohadón. Llegó Mica cambiada y bajamos las tres a desayunar. Mica tomó mate cocido y Mady y yo chocolatada. Nos comimos casi todas las galletas del tarro, dejando solo las de vainilla.

—Esto es discriminación. — dije tratando de encontrar alguna galleta de chocolate.

—Discriminación a los blancos.

—Pasa que las de vainilla son más feas, merecen ser discriminadas. — dijo Mica bebiendo el ultimo sorbo.

—Tienes razón. — concordé.

En ese momento mis hermanitos irrumpieron en la cocina con un balde y un paquete de bombuchas de agua. Lo apoyaron en el suelo y comenzaron a llenarlas y atarlas. Lisa las llenaba de agua y Rodri las ataba y dejaba en el balde.

— ¿Qué hacen? — pregunté.

—Estamos en receso. Estamos jugando una guerra de agua con Sofía y Lucas. — contestó mi hermano.

— ¿Sofía y Lucas? — preguntaron mis amigas.

—Los hermanos de los mellizos. — aclaré.

— ¿Necesitan ayuda? — preguntó Mandy.

—No. — contestó Rodrigo.

—Sí, nos están ganando— dijo Lisa.

—No es verdad.

—Claro que lo es. Tienen mejor puntería.

—Estas mintiendo.

—Tu estas mintiendo.

—Basta chicos. — les corté. — No se peleen.

—Él empezó.

—No importa quien empezó. — Suspiré— ¿Podemos jugar con ustedes?

—Sí, obvio. — contestó mi hermanita entusiasmada.

—Me da igual.

—Nos vemos fuera entonces. — finalicé.

Subimos con las chicas a mi habitación luego de guardar y ordenar todo, increíblemente me habían ayudado. Supuse que eso hacían las amigas, pero era algo completamente nuevo para mí, siempre hacia todo yo cuando se trataba de mis ex – amigas. Subí al cuarto con una sonrisa en el rostro. Las chicas se pusieron un short y una remera, afuera el sol estaba radiante. Yo ocupé un short y una musculosa negra. Nos pusimos bloqueador en la cara, por si acaso, y saqué mis municiones del cajón. Siempre tenía guardado un paquete de bombitas de agua para determinados casos.

Salimos al patio trasero y llenamos alrededor de cincuenta bombuchas. Todas nos encargamos de todo. Cuando fuimos al frente de mi casa nos encontramos con Lisa y Sofía escondidas detrás de una mesa.

— ¿Niñas contra niños? —Pregunté ocultando el balde cargado.

—Sí ¿Nos ayudan? — preguntó Sofi.

—Por supuesto que sí.

 

Coral

Luego de desayunar subí a mi cuarto y me tumbé en la cama. Todavía estaba enojada por haber besado al estúpido de Ramiro, quien claramente había tomado demasiado o simplemente me había tenido como diversión. Mi hermana me había explicado un millón de veces que los besos de fiesta no solían ser para más que divertirse y pasarla bien. Yo me oponía completamente a eso, para mí un beso era una muestra de afecto y amor, no una estupidez de una noche. Había sido demasiado ingenua.

Grité contra la almohada y me odié por haber hecho eso. Siquiera tenía una razón para haberlo besado, y eso me enfurecía todavía más. Decidí que lo mejor sería abrir las cortinas y leer un rato. Me paré y las abrí de par en par, luego prendí mi computadora para poder leer los capítulos nuevos de las novelas. Me pasé un rato así hasta que escuché unas risas provenientes del patio trasero. Me asomé por la ventana y era mi hermana y sus amigas. Yo, por el momento, no había entablado una verdadera amistad con nadie, y eso me deprimía bastante. Estaban inflando globos de agua, o como ella les decía, bombuchas. Después de unos minutos se dirigieron al frente de la casa.

Me intrigaba muchísimo saber que harían, así que fui hacia la ventana del cuarto de mis padres y observé lo que hacían. En frente, en la casa de los mellizos, se encontraban mi hermanito y el hermanito de los chicos. En casa podía ver a Lisa y Sofía, quienes se ocultaban detrás de una mesa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.