El martes luego de la escuela los cuatro mellizos volvieron juntos, sin dirigirse siquiera la palabra. Cecilia había pasado la mañana con sus amigas, mientras Micaela les contaba todo lo que había hablado con el chico de la fiesta. Coral por su lado solo saludó a los chicos, pero se pasó los recreos en la biblioteca y nadie se molestó por preguntarle que le pasaba. Leyó su libro y escuchó un poco de música, algo poco común en ella.
Llegaron a la casa y almorzaron en familia, contando sin detalle sus mañanas a sus padres. En la casa de los mellizos estaban preparando el patio trasero para el cumpleaños de Sofía. Habían alquilado un metegol y un castillo inflable de bob esponja. El día anterior Marcos y Manuel habían preparado la torta y los muffins, que habían decorado con crema rosada. La fiesta comenzaba a las cinco de la tarde, pero Sofía ya se había empezado a preparar. Era una fiesta de disfraces, y ella se había comprado el traje de Jazmín, la princesa.
—Mamá, hay que comprar el regalo para Sofi. — dijo Lisa ayudando a levantar la mesa.
—¿Para qué?
—Hoy es su cumpleaños, estamos todos invitados.
—¿Por qué no avisaste antes? ¿A qué hora es?
—Ya te traigo la tarjetita.
Lisa le entregó la tarjeta a su mamá y esta se la devolvió enseguida. La mandó a vestirse para irse a comprar el regalo. Subió y preguntó a sus hijas si alguna necesitaba algo del centro. Cecilia le contestó que no y Coral se ofreció a acompañarlas, ya que no estaba haciendo nada interesante en ese momento.
Fueron las tres juntas al centro y recorrieron varias tiendas, aprovechando la salida y mirando de todo un poco. Compraron una polly para Sofía. Lisa había dicho que le encantaban.
—Mamá, necesito un disfraz.
—¿Es de disfraces? — preguntó Coral a su hermana.
—Sí. ¿De qué te vas a disfrazar? — contestó Lisa.
—¿Yo? Yo no me disfrazo, ya soy grande.
—Por favor, disfrázate conmigo.
—Lisa.
—¿Por favor? — pidió poniendo cara de perrito mojado.
Sabía que esa cara hacía que Coral dijese que sí, y en efecto, así lo hizo.
—Bien. ¿Te apetece minie?
—Sí.
—Muy linda tu idea, pero ¿En dónde se supone que compraremos un disfraz así? — preguntó su madre.
—Cecilia y yo tenemos polleras rojas, podemos pegarle puntos plancos. Y también tenemos orejas de minie, son de una fiesta.
—De acuerdo, ¿Necesitamos algo más?
—Guantes blancos. — exclamó Lisa.
—Hay en casa.
—Entonces no hay nada más que hacer. — dijo sonriente Coral.
—¿No necesitan nada para el colegio? — preguntó María.
—No. — contestaron las hermanas al unisón.
Volvieron a casa a eso de las tres y media. María se fue a trabajar y dejó a las mellizas a cargo de sus hermanitos. Coral pidió a Lisa que le pidiera a Cecilia su pollera roja y las orejas de minie para el cumpleaños. Cinco minutos después las dos estaban en la mesa de la cocina poniendo pegatinas blancas en las polleras. Una vez que terminaron con eso se disfrazaron. Coral se puso la pollera, una musculosa negra y plataformas rojas, se puso los guantes que le había dado su mamá y agarró los maquillajes para ir al cuarto de su hermanita menor. Tocó la puerta y entró. Lisa estaba tratando de ponerse su remera, así que Coral dejó las cosas en el tocador y la ayudó. Una vez que ya estaba vestida las dos se pintaron.
Se pintaron la nariz de negro y los labios de rojo mutuamente. Como no había espejo en el cuarto de su hermanita Coral sacó su celular para ver cómo había quedado. Corrió un poco de labial que había puesto Lisa de más y se consideró lista. Puso la cámara frontal y llamó a su hermanita.
—Foto.
Lisa se acercó y las dos pusieron caras raras.
—Ahora sonríe.
Otra foto, esta vez con sonrisa.
—Iré a ver a Rodri, estate lista que ya son las cinco menos cuarto.
—Bueno.
Coral pasó por el cuarto de Cecilia y asomó la cabeza.
—¿Piensas ir al cumpleaños? — preguntó al verla de pijama.
—Sí, pero más tarde. — respondió sin siquiera mirarla.
—De acuerdo.
Fue hacía su cuarto y dejó los maquillajes en un estante, después se dirigió al cuarto de su hermanito. Tocó la puerta y este no respondió, volvió a tocar y nada. Decidió entrar, así que abrió la puerta de a poco. Una vez que estuvo dentro de la habitación pudo ver a su hermano dormido. Se acercó despacio y lo sacudió un poco.
—¿Qué pasa? Déjame dormir. — se quejó.
Coral sonrió, era igual que ella en ese aspecto.
—Es el cumpleaños de Sofí, tienes que disfrazarte.
—Ya me levanto. — dijo Rodrigo girando sobre sí mismo.
—Vamos, es enserio. No quiero tener que mojarte.
—Ya se, ya me levanto. Vete y deja de molestar.
Coral salió en dirección a la cocina y llenó un poco un vaso de agua. Espero unos minutos y volvió al cuarto de su hermano, seguía dormido. Con mucho cuidado y preparándose para un posible manotazo mojó un poco a su hermanito.
—¡Maldita sea! — gritó Rodrigo levantándose de un salto.
—Vístete.
—Te odio.
—Gracias.
Dicho esto, Coral se retiró de la habitación. Diez minutos después estaban los tres cruzando en dirección a lo de Sofía. Rodrigo se había puesto una capa y un sombrero negro, como el zorro, ya que había expresado que para él Es infantil disfrazarse. Tocaron la puerta y abrió Sofía, vestida de jazmín con una hermosa trenza.
—Estas hermosa. — le dijo Coral.
—Gracias, pasen.
—¿Llegamos temprano? — preguntó Coral.
—No, ya hay un par de invitados. Vayan atrás niños. — dijo Marcos apareciendo por el umbral del living. — ¿Estas mejor?
Coral se sintió bien, sintió que tenía un amigo otra vez.
—Sí, solo fue una estupidez. Gracias de nuevo.
—No es nada, ya te lo dije. Para eso están los amigos.
—Lindo disfraz ¿A ti también te rogaron? — comentó Coral observando a Marcos.