Mi otra yo

23-Llanto doble

Cecilia volvió a la casa con sus padres, y decidió sentarse un rato a escribir. Aquella situación con Marcos la había inspirado un poco, y aunque se sentía mal por ello, una escritora como ella no dejaría pasar la oportunidad de llevar sus sentimientos a la magia de las palabras. No supo cuánto tiempo estuvo escribiendo, porque del primer poema vinieron otras ideas y comenzó a escribir microrrelatos. Pero en un momento dado sintió que alguien tocaba su puerta.

Luego de terminar de ver la película acurrucada en el pecho de Marcos, Cecilia decidió que era hora de volver a casa. Un poco por que aquella situación la tenía extasiada y no quería ser cargosa y cansar al chico de primera, y otro poco porque debía hablar con su hermana. Se despidió de él con un intenso beso en su cuarto y con un corto beso en la entrada de la casa.

—Por favor, habla con Coral. — pidió Marcos depositando un beso en la frente de ella. — Descansa ¿Sí?

—Sí, lo hare. — emprendió su camino, pero dio media vuelta. — De nuevo perdón por lo de la fiesta. Y gracias por decidir intentarlo conmigo.

—Ya pasó, pasado pisado. Ahora concentrémonos en el ahora y en que esto vaya bien.

—Te quiero Marcos. — dijo una muy sentimental Cecilia.

—Yo también Ces.

 

Volvió a su casa a los brincos de la felicidad, pero decidió calmarse un poco para poder hablar bien con su hermana. Quería contarle lo bien que la había pasado esa noche, pero primero sabía que debía disculparse con ella. Había metido la pata muy hasta el fondo y había dicho cosas que sabía que a su hermana seguro la habían destrozado. Subió las escaleras y tomando coraje tocó su puerta. No escuchó respuesta, pero decidió entrar. Coral estaba sentada frente a su pc tecleando a toda velocidad, hacía mucho tiempo no la veía escribir así de eufórica así que decidió esperar antes de comenzar a hablar. Se dio cuenta que el tener los cuartos separados había hecho que supiera poco y nada de lo que su hermana hacia día a día y que tampoco se había detenido a preguntarle cómo estaba. Cuando Coral terminó de teclear y guardar el archivo, se dio vuelta con la silla y de modo muy seco se dirigió a su hermana.

—¿Qué quieres?

—Quiero pedirte disculpas Caracol.

—No me llames así.

—Ven, siéntate conmigo en la cama por favor, quiero que hablemos.

—Yo contigo no tengo nada de qué hablar, y tengo sueño, así que si te puedes ir te lo agradecería mucho.

La frialdad con la que se estaba manejando su hermana les sorprendía y le dolía a la vez. Pero estaba decidida a disculparse, aunque su hermana no quisiera aceptar sus disculpas.

—Por favor, escúchame, no serán ni dos minutos. Luego me voy.

—Bien, te escucho. — contestó Coral rendida sentándose en la cama.

—Primero que nada, quiero pedirte disculpas. Por todo. — suspiró. — para no confiar en tu palabra para empezar, de todas esas veces que me dijiste que entre Marcos y tu no había nada. También por las veces que te llame zorra o mojigata, no eres ni has sido nunca así. Los celos me consumían y dije muchas cosas sin pensar.

Coral se mantenía inexpresiva, escuchando lo que su hermana decía mientras dentro de ella crecía un poco de rabia. Además de todo eso que le decía, le dolía su abandono, que le hubiese quitado la posibilidad de hacerse amiga de sus amigas que eran geniales. Que la hubiese apartado tanto.  Cecilia comenzó a angustiarse, su hermana no le estaba respondiendo y ni si quiera se había mosqueado.

—Si no quieres disculparme te entiendo, sé que me porte muy mal.

—Sí eso es todo te puedes ir.

—¡Maldita sea Coral, respóndeme algo! — le gritó su hermana largándose a llorar. — No sabes lo mal que la he estado pasando, lo sola que he estado con todos estos sentimientos. Y cuando vengo a decirte las cosas de frente y pedirte disculpas ni si quiera eres capaz de responderme y me echas.

—¿¡Tú la has estado pasando mal?! Joder Cecilia, si serás egoísta. Mientras tu andabas mal por estar imaginándote cosas que no eran, me alejaste de tus amigas, me quitaste la posibilidad de estar acompañada. Tu tenías con quien hablar o con quien llorar, yo estoy malditamente sola. Porque incluso pensaba en ti y trataba de no frecuentar tanto a Marcos, de solo hablar con él por teléfono para no generarte descontentos a ti. Me parece que al final la única que piensa en las dos soy yo. Te detesto Cecilia.

—No digas eso, sabes que es mentira. — suplicó Cecilia con un nudo en la garganta.

—Estoy harta de que me trates como una mierda. — Coral ya había comenzado a llorar. — No lo merezco, porque soy buena persona, y a ti no te he hecho nada. Eres una maldita egoísta adicta a la fama que lo único que quiere es atención. ¿No te das cuenta de lo vacío que es eso? ¿Lo vacía que es la popularidad? No aguante ni una semana intentando vivir en ese mundito en el que tu tan acostumbrada estabas. Y mira cómo serán las cosas que cada una volvió a su lugar, tu organizaste la fiesta con Lara ¿Verdad? Sabes, no quiero soltar más mierda, por favor vete de mi habitación.

—Coral, por favor. — dijo Cecilia tratando de abrazarla. — Retira lo que dijiste, no puedo aceptar que me detestes.

—Que te vayas de mi habitación te dije— contestó Coral soltándose de su hermana.

—Dímelo y me iré. Por favor Coral. Te extraño mucho y sé que la jodí a lo grande, pero no me digas que me detestas porque se me viene el mundo abajo. Eres la persona que más quiero en el puto planeta y a quien más admiro. ¿Sabes que me ha gustado de hacer este cambio? Que aprendí porque eres todo lo que eres, porque eres tan genial incluso sin necesitar la aprobación del resto. Tienes razón cuando dices que soy una adicta a la fama, pero realmente quiero cambiar eso. — Cecilia estaba hablando desde lo más profundo de su corazón en un intento desesperado por que su hermana la perdonara.

Coral sabía que su hermana decía la verdad, así que decidió darle la oportunidad de que siguiera hablando. Se sentó de nuevo en la cama y le dijo que no la detestaba. Cecilia abrazó a su hermana y ella se dejó abrazar.




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