Mi Pequeña Galaxia

30. ESPERANZA

DAYAN MORCANT

Al escuchar aquel silbido agudo, mi cuerpo se tensó. La presión que Aarón ejercía sobre mi pecho en forma de protección, dolía. ¿Este era nuestra señal? ¿Qué señal es la qué el universo está enviándome? Estás preguntas confirmaban mis temores.

Y en este instante pude leer todo, y anhelo de tener un poco más de tiempo con él.

Al levantar la mirada me encontré con sus ojos, su reflejo lleno de orgullo, paz y tan llena de ternura su mirada.. pero también de un dolor que lo estaba consumiendo, esa despedida que ninguno de los dos queríamos, de la cuál aún no estamos preparados.

Su respiración irregular, la forma en que me miraba, las lagrimas que contenían una gran tormenta. Eso estaba aprisionando su alma y la mía.

Y solo sonrió.

Por qué aquella pregunta volvía en el momento menos indicado. Me golpeaba con tanta fuerza, que me hacia tocar poco a poco aquel fondo, donde jure nunca más volver.

¿Por qué?

¿Por qué eligió protegerme, aún sabiendo que perdería todo por mí?

¿Por qué me regaló su último aliento.. aún sabiendo que apenas había comenzado a vivir para él?

Entre su ultima sonrisa, su boca se formo para hablar, aunque su cuerpo no lo dejo, porque fue cuando mi mundo se derrumbo.

Me agache negando esta realidad, mis manos temblaban al posicionarlo para poder ver su rostro, siento aún su calidez y quiero que él sienta la mía; lo coloco sobre mi pecho. Y él seguía admirando mi rostro como la primera vez, aquel brillo en sus ojos desapareció, y solo note miedo.

Pero aún así él seguía mirándome fijamente; empecé a sentir como mi pecho se destrozaba en pedazos, como cada pedazo caía ante la situación.

¿Cómo podía estar tan tranquilo, cuándo yo me estaba desmoronando?

-No te atrevas.. - mi voz se quebró, estaba atrapada entre el bloque de mis emociones, aquello que reprimía, todo de mí.

-Verte me hace tan feliz.. - susurro entre jadeos, sus palabras se clavaban en mi cabeza como puntillas afiladas.

Aún negando la realidad, con mis manos intente detener el sangrado, y si, el intento parecía burlarse de mis esfuerzos. Me detuvo tomando mis manos y no podía comprender qué carajos estaba haciendo.

-Amor, todo está bien, Tú estás a salvo.. y eso es lo que más importa. - ese estúpido bloqueo no funciono, porque empecé a llorar a cantaros con sus palabras.

-NO. - le grite intentando limpiar cada lagrima que tapaba mi vista - No es suficiente.

Pude notar como mis lagrimas empapaban su camisa, mientras mi cuerpo entero temblaba.

-Solo no me dejes sola.. por favor. - suplique besando sus manos y abrace su cuerpo tan fuerte, no sé sí era de ayuda; pero quiero más tiempo.

Él levantó una mano temblorosa y la llevó a mi rostro, acariciando mi mejilla con una ternura que me rompió en mil pedazos.

-Tú fuiste la única persona que pudo tatuarse en mi alma. Mi flor de loto.. Te amo.

Y entonces... su mano cayó, después de una risa llena de tristeza que salió de su boca. Cerrando sus ojos, me pidió que cantase para él.

Y sí, como muestra de amor, lo hice. Tome aire y sabía que no me iba a salir bien.

-Aquella luna que antes nos bailaba.. - el nudo en mi garganta se aligeraba más - Se ha cansado... y ahora nos da la espalda..

-¿Dónde esta el amor? - sonrió débil, abriendo sus ojos y recostándose para mirarme.

-Del que tanto hablan.. porque no nos sorprenden y rompe.. nuestra calma..

Sus labios morados, me hicieron volver.. temía tocarlo a pesar de que lo abrazaba aún. Para cuando lo hice, estaba frio. Aprete sus manos con fuerza, estaba buscando el más mínimo movimiento.

-Aarón.. - esperaba una respuesta, la cual nunca llego.

Mi pecho, se comprimió en una ola de dolor indescriptible, mientras lo sacudía suavemente, buscaba lo que fuera, para que lo trajera de vuelta; pero él ya no estaba.

En mi mente, su voz seguía resonando.

-Déjame que vuelva... a acariciar tu pelo... - fue lo último que dije antes de desgarrarme por completo.

Y ese sería un eco de Aarón en mi vida.

Un vacío, un dolor, nuestro amor. Sería mi último recuerdo con él.

Su cuerpo se sentía tan frio, tan pacifico, tan inerte. "Esta no es su personalidad" me decía y seguía inmersa en aquella realidad que aún no asemejaba. Mi cuerpo siempre encajo perfectamente con el suyo, y esta no sería una excepción, el agarre de su brazo seguía firme, dándome a entender que él también quería quedarse. Acariciaba su pelo como cuando necesitaba cariño, el ver como mis dedos se enredaban en sus cabellos, me hacia un poco feliz. Por lo menos esto me hacia sentir.. sentir.. que aún no lo he perdido todo.

Fue cuando sentí aquel tacto reconocido; Pablo, me sujeto de los hombros.

-Deja que se lo lleven.. - ¿En qué momento había llegado? Mi vista mejoró, estábamos rodeados de ambulancias, patrullas y mucha gente.

-Señorita, ya es hora.. él murió hace veinte minutos. - levante mi rostro para ver a la persona que dijo eso, estaba vestido completamente de blanco.

-Él no está muerto.. está dormido. - volví a admirar el rostro de Aarón, bese sus labios y sonreí - Sé que él está bien..

Pablo me alejo de Aarón, me abrazo fuerte, ver como tapaban su cuerpo con una manta blanca, me destrozaba.

-No soltabas su cuerpo, y creo que solo tú pudiste verlo partir.. - me dijo Pablo susurrando - Vamos a casa.

-Debemos ir con él, tú sabes que no le gusta estar solo, y no le gusta arroparse completamente, no sin mí ¿Cierto, Pablo? ¿Verdad, qué no?

Pablo me miraba con lastima, pero en su mirada también había un dolor mudo, uno que no podía gritar como yo.

-Déjame ir con él, por favor. - suplique para que soltará su agarre, al ver como subían el cuerpo de Aarón, quise ir con él. Aunque Pablo aún me sostenía fuertemente; forcejeé con él, y el intento era en vano. Me abrazo tan fuerte, que mi mente comenzaba a asimilar mi dolor, sentía como mi garganta se cerraba, mis ojos contenían mares, mi cabeza dolía con aquellas punzadas llenas de recuerdo que pasaban una y otra vez.




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