Mi pequeña heredera

Capítulo 3: Selva

Tocan a la puerta con insistencia, preparo el café y un panqueque para Aitana. Yo no comería para que ella pudiera comer en la semana, esperaba que el gobierno me diera la ayuda pronto.

Abro la puerta y Amina alza su teléfono frente a mi agitándolo.

—Amiga, estás en el lugar correcto, en el momento correcto, vi en redes sociales que velarán al tal Cósimo aquí en Madrid, mira —dice mostrándome el  teléfono.

—Sí, pero no puedo ir, es decir, podría ir, pero ¿para qué? Ya está muerto, ya está. No es como que pueda hablar con él, ya está.

—Lo sé, obviamente, pero su familia estará allí y Aitanita es su sangre, si él no se ocupó, que se ocupe su familia.

Termino de pasar y le hago señas para que me acompañe a la cocina, sirvo café para las dos y nos sentamos en la pequeña sala. Niego con la cabeza, no me convence la idea. No conseguiría nada, salvo humillaciones y esas ya me tenian el alma rota.

—No sabes, Aminata, amiga mía, esa gente se cree de la realeza ¿te dije que un hermano de Cósimo es cura? Bueno la señora se comporta como si ese muchacho fuera el papa, son muy estirados. Mínimo me van a ver de arriba abajo con desprecio.

—Bueno, ese cura debe ser bueno, dijiste que era el único bueno de esa familia, habla con él, si van a velar a su hermano debe estar ahí, no tendrás otra oportuidad como esta.

Suspiro, me levanto del mueble y miro por la ventana, ella tiene razón, pasé años buscándolo y lo consigo solo porque ha muerto y ha aparecido en las noticias,  no sabré de su familia nunca más y mi hija tiene derecho a saber de ellos, y ellos a saber de ella.

—Es más probable que el cura me escuche.

—Querrán hacer pruebas de ADN, ahora que murió, quizás no seas la única que se presente con una hija de él.

—¿Tú crees?

—Es lo más probable, si era tan inaccesible como dices y parece que era mujeriego. No me has contado mucho, pero por lo poco que me dices.

—Sí lo era, como un marinero, un amor en cada puerto.

—¿Ya desayunaste?

Bajo la cabeza y afirmo con un gesto, aunque es mentira. Ella chasquea la lengua y saca algo de una bolsa que trae, estira la mano en mi dirección, avergonzada lo tomo, es un par de emparedados, se me llenan los ojos de lágrimas, aspiro aire.

—Para Aitana tengo, trato de tenerle lo de ella.

Sacude la cabeza y me sonríe.

—Lo sé, no te estoy juzgando.

—La vecina del piso diez no me pagó las uñas porque no le gustó como quedó y me mal recomendó con la demás.

Me limpio las lágrimas, estoy avergonzada de no poder hacer dinero suficiente para mantener a mi hija.

—Voy a hablar con esa señora...

—No, esa señora es delicada, no quiero causarte problemas a ti con ella, sabes que somos las apestadas del edificio. Déjalo así, Dios pondrá cada cosa en su sitio. Pinté un par de cuadros el fin de semana, se lo llevó el de la galeria, si se venden, vamos a estar bien.

Se levanta y señala su reloj. Trabaja cuidando enfermos en una casa de cuidados para ancianos. Se despide con un gesto y antes de salir me da la llave de su piso.

—Lo que necesites: azúcar, avena, pollo, lo que sea, abre y sirvete. Una artista no puede serlo con el estómago vacío.

La abrazo y me pongo a llorar, ella palmea mi espalda entre risas pidiendo que la deje irse a su trabajo.

Voy a la habitación y Aitana aún duerme, acaricio su cabello y sus mejillas gorditas, me abrazo a ella y pienso en lo que me dijo Amina de ir hasta el velorio de Cósimo.

Lo peor que puede pasar es que me tachen de mentirosa, loca y que me ignoren, caso contrario, al menos me pediran una prueba de ADN y esa prueba mi hija la pasa, no estuve con nadie más que él.

«¿Y si me la quieren quitar?» pienso.

Me levanto alterada y camino por el lugar dando vueltas, no tengo dinero, ni poder, cosa que a ellos les sobra, me la quitarían. Si eso puede pasar, entonces no haré nada, pienso.

«¿Para qué querrían ellos a la niña?». Puedo arriesgarme, tengo que hacerlo, nada pierdo, ya no le pude decir en vida que tenia una hija, que no se fue de este mundo sin dejar descendencia, pero puedo hacer que mi hija se despida de él, puedo hablarle a su hermano.

Recuerdo que tenian un hermano mayor, aunque ese era tan estirado como la señora y de negra alma como dicen que era el padre. Veo a mi pequeña hija y decido que debo ir. Si yo generara el dinero suficiente para tenerla cómoda otra cosa sería, pero no es el caso, pronto tengo que ponerla a estudiar y no tengo cómo, además de que demanda ropa, alimentación que se me hace cada vez más díficil cubrir.

Que me presente allí no garantizará que consiga ayuda de ellos, pero al menos no le estaré quitando a mi hija la oportunidad de conocer a su familia, de mi parte no quedará.

Reviso entre mi ropa la ropa más decente que pueda tener y de luto, las lágrimas vuelven a correr por mi cara cuando me doy cuenta de que estoy buscando ropa para ir al funeral de Cósimo, y cuando elijo la ropa de Aitana me pasa lo mismo: la vestiré para el funeral de su padre.




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