Camino con seguridad hacia la iglesia dónde se celebrará la misa por el fallecimiento de Cósimo, aprieto tanto la mano de mi hija que se queja.
—Mami, ay, me duele, suavecito, po favo.
—Lo siento, Aitana, es que estoy nerviosa.
—¿Po qué? ¿Te van a degaña? ¿Te potaste mal, mamá?
—No, es que hace mucho que no entro a una iglesia y no siquiera que debo hacer.
Se encoje de hombros y besa mi mano con ternura.
—Entonces lleváme a come helados.
—Debemos ir a esa misa.
—Pelo no quielo i a la Igleshia mami, me van a degaña.
—¿Por qué?
Se encoje de hombros y me muestra una mano mientras hace gestos cómicos con la cara y balbucea cualquier cosa. Acomodo sus dos colitas de caballo y reviso su cara, sonríe y me muestra orgullosa sus dientes.
—Limpios.
—Lo sé, bebé.
—Soy una niña limpia, soy muy limpia, yo me baño... —canturrea, nos acercamos a la puerta de la iglesia, es obvio que hay mucha gente de dinero, además de los autos de lujos y guardias de seguridad, hay gente con ropas elegantes y aspectos de ser de la realeza.
Me intimida un poco, sin embargo, agradezco haber elegido las mejores ropas tanto para Aitana como para mí. Entro como si fuera a una misa normal y no la misa por un muerto, me hago la señal de la cruz y me siento lo más alejada posible de la familia de Cósimo.
Echo un vistazo desde mi asiento desde dónde puede verse lo que con seguridad son los Giuliani.
—¿Quién es esa? —pregunta Aitana señalando una figura religiosa.
—La madre de Dios.
—¿Dios tiene mamá?
Cierro los ojos y niego para mí, me siento mal por no darle educación religiosa a mi hija y ahora parece una salvajita. Aunque hubiese sido por cultura debí hablarle de religión.
—Mami, y el papá de Dios, ¿no tiene papá como yo? —dice y se tapa la boca, se rie.
Mi corazón se parte y quiero salir corriendo de mí. La miro con ternura y acaricio sus mejillas llenitas.
—Todos tenemos papá, tú tenías solo que no lo conociste.
—¿Po qué? No me quiede?
—No lo conseguí, no sé dónde está, perdí su número.
—Lo podemos busca.
Paso saliva para deshacer la tensión de mi garganta, siento una presión en el pecho que decido ignorar.
—Dios es tu padre, Dios es el padre de todos porque nos creo.
—¿Nos qué?
—Cuando comience la misa debemos hacer silencio, la iglesia es para meditar en silencio, hay gente orando, mantente en silencio, por favor.
—Esta bien —susurra tapandose la boca con picardía.
Insisto con la vista sobre el lugar. Unas mujeres con velos blancos se sientan delante de mí y se me ocurre la primera buena idea del día.
—Disculpen, ¿el padre Giuliani estará?
Una de las señoras se voltea, me mira de arriba abajo y mantiene una expresión seria.
—Esta es la misa de su hermano, pero no la oficiará él, la oficiará el padre Aureliano que es muy amigo de la familia, imagino que el padre Giuliani lo asistirá.
—Entiendo. Preguntaré por él, me dijeron que hablara con él por una ayuda que necesito —miento.
«Perdón por mentir en tu iglesia, Dios».
La señora mira a Aitana y sonríe, su expresión adusta cambia a una amable y sonriente.
—Ah, por la niña. Pero esta no es su iglesia, quizás lo cambien por lo que pasó con el hermano, dicen que fue un atentado, eso dicen las malas lenguas, no me crea. Él se la bautiza, sí, en estos días bautizó a un muchacho de casi doce años. Él no pone tanta objeción.
Afirmo con la cabeza como si fuera eso lo que quisiera de verdad con el padre Giuliani.
—Gracias, no sé ni como luce.
La mujer abre mucho los ojos y se voltea más, la otra señora se voltea a verme también.
—Es muy joven, y muy guapo, rezamos para que Dios no lo deje caer en tentación y mantenga su castidad, que sea santo, oramos por eso. Se parece al muertico, pues eran gemelos, pero el muerto era malo, el padre Sócrates es un santo.
«El muertico».
Entiendo que Cósimo no era muy querido y es comprensible, toda la mala fama de la familia se la podía cargar él solo. Miro de nuevo hacia el altar, ya la iglesia está llena, pero no veo a nadie parecido a Cósimo con una sotana.
La misa comienza e imito a las señoras que tengo adelante a quienes les encanta Aitana porque las imita también y lo hace en voz alta porque se dio cuenta de que llama la atención de las señoras al hacerlo.
La misa termina y suspiro con el corazón latiendome fuerte, terminó la misa y no hice nada, nada de nada, no me he movido del puesto.