Mi pequeña heredera

Capítulo 5: Cósimo

Aureliano me arrastra fuera de la iglesia, me lleva hacia detrás del estacionamiento y comienza a caminar de un lado al otro con frenesí.

—¿Se puede saber que haces? ¿No te quedó claro que debes tener el menor contacto posible con los feligreses?

—Esas señoras me abordaron y no podía ser grosero.

—¿Mañana vas a atender a esa mujer? Pero ¿En equé estás pensando? Es simpáctica y joven me di cuenta, ay, ay de ti, no vas a manchar la honra de ese hábito ni la memoria de tu santo hermano.

—¿Qué? Solo...

Me doy la vuelta, cierro los ojos y recuerdo el rostro de esa niña, el sentimiento que se me formó en el pecho y que obviamente reconocí a Selva, se veía hermosa, aunque bastante delgada y demacrada. Selva con una hija de cinco años, justo el tiempo perfecto para que sea mi hija y luego el rostro de esa nena.

No puedo decirle nada a Aureliano. Debo callar.

—¿Solo qué? Trato de salvar tu vida ¿Se te olvida que las balas que acabaron con la vida de tu hermano eran para ti?

—No lo olvido, lo recuerdo cada mal...bendito segundo.

—Entiendo que es díficil, pero no podemos arriesgarnos, no estuvo bien lo que hice, este engaño, no creas que duermo en paz y me siento en paz con Dios, tuve que confesar esta mentira porque no iba a dejar de comulgar, pero no puedo seguir mintiendo, quizás lo mejor es que vayas lejos...

—¿Confesaste?

—A un sacerdote, no a la policia —dice irritado y rueda los ojos.

—¿Y no hablará?

—No di detalles, no lo hará. No está bien mentir, si se descubre todo perderé mi vida, lo que soy, por eso un sacerdote no se casa, para no tener estos conflictos, ah, pero ahora tengo este secreto contigo y minimo no quiero ser descubierto. Vete lejos.

Me quedo callado, porque ahora no quiero irme. Necesito saber más de Selva y de esa niña.

—Necesito armas y a mi gente de confianza. Necesito descubrir quien me traicionó, protegerme y...

—Fue mala idea, fue muy mala idea hacerte pasar por tu hermano, no sé en qué estaba pensando yo, en salvarte la vida como si valiera la pena, la vida que valía era la de tu hermano.

—¡Aureliano!    

Cierra los ojos y niega.

—Lo siento, me duele mucho su muerte, me duele mucho que yo tuviera que mentir para cuidar tu vida, ni siquiera sé lo que estoy haciendo.

Me acerco a él y lo abrazo. Me recibe el abrazo y se ve bastante abatido.

—Gracias, Aureliano por salvarme, por cuidarme y pensar en protegerme, mi hermano habria hecho eso, sabes que eres como un hermano para mí, te amo y te agradezco esto, pero tienes razón, debo cuidarme por mi mismo, no podrás estar detrás de mi cuidandome, tu iglesia te necesita. No quiero ponerte en riesgo también.

—¿Qué harás?

—Reunir a un pequeño grupo de mi gente, a ellos deberé revelarle la verdad, necesito acceso a mis cuentas, a mis cosas...

—Es una oportunidad para...

—No, debo hacerlo, no comprendes.

Si no le digo mis sospechas no podrá ayudarme y necesitaré su ayuda.

—Esa mujer que estaba con la niña allí, es Selva, una chica con la que salí y esa niña que tiene, debe ser mia.

Abre mucho los ojos y se cubre la boca con ambas manos.

—¿De qué hablas? ¿Cómo? ¿Cómo puedes saber que es tuya?

—¿No la viste?

—No, veía mi servicio peligrar por cubrir una mentira, por fabricarla y por ofender al sacerdocio dandote a ti ese habito.

—Pues, creo que es mía, debo averiguar todo sobre ellas ahora mismo.

—¿Por eso te busco? Como el padre Sócrates, claro, para decirle de la niña.

—Voy a necesitar que me ayudes una vez más.

Rueda los ojos y niega.

—No te dejaré solo con esa chica, no eres un sacerdote de verdad, pero nadie lo sabe, todos creen que sí. Yo te ayudaré.

—Gracias, sabía que podía contar contigo, ahora debo volver a Italia y reunirme con mi gente, primero hablaré con ella.

—¿Le revelarás quien eres?

—No, en eso tienes razón, que lo sepa puede ser peligroso para ellas, las ayudaré sin revelar mi identidad verdadera.

—¿Qué quieres que haga?

—Qué consigas material para hacer una prueba de ADN, y alguna excusa o fundación a través de la que la pueda ir ayudandola de una vez.

—Quién diria que eras un padre responsable.

—A esa chica la manipulé para que se acostara conmigo y obviamente no pensaba verla nunca más; era solo una mesera. No estoy orgulloso de eso, recuerdo que no tenia muchos recursos: usaba siempre la misma ropa, y tener una hija sola no debió de ser fácil para ella, ni siquera puedo imaginarlo, si esa niña es mia quiero hacerme responsable.

—Me gusta como suena lo de querer hacerte responsable, lo de buscar a tu gente y armas, no tanto.




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