Mi Pequeña: Mi Secreto

Capítulo 1: La Propuesta Inesperada

Elena

Considero que perder a tus padres a temprana edad te hace más fuerte, te da una visión realista del mundo y la crueldad que habita en el mismo. Mamá fue la primera en marcharse, tenía solo diez años cuando tuve que ver cómo la tierra cubría su ataúd. Papá nunca se recuperó tras haber perdido al amor de su vida; lo que, para mi mala suerte, causó que fuera el objeto de su furia. 

A pesar de eso, lo amé y cuidé de él hasta que falleció hace tres años por culpa del alcohol. Hoy, a mis veintiocho años, tengo solo dos personas a las que amo y que se preocupan por mí. Laura Pérez, mi mejor amiga y Alejandro Martínez, mi mejor amigo y el hombre del que estoy enamorada. 

Alejandro ha sido mi roca desde que lo conocí, tan valiente, alto, musculoso y guapo que derrite los corazones por donde pasa. Su sonrisa coqueta y ojos marrones podrían convencerte de lo que sea, así de magnética y atrayente es su personalidad. Por años, he tenido que contener la baba que busca a escaparse de mi boca cada vez que lo veo o que me sonríe, no quiero que se dé cuenta de lo que siento por él. 

No hay nada más patético que un amor no correspondido y yo sé que él no siente lo mismo por mí. 

Por eso, cuando me llama pidiendo verme, acepto inmediato. Haría cualquier cosa por él y lo demostré al rechazar el trabajo que me ofrecieron en Londres; la empresa y la vida de Alejandro están en Barcelona y no concibo estar lejos él. Cuando me preguntó el motivo por el cual desistí del trabajo, le mentí y dije que no era lo que quería, aunque fuera el empleo de mis sueños. Al ser diseñadora gráfica, pocas oportunidades como esas aparecen en mi vida, pero Alejando es importante para mí. 

Tal vez es patético de mi parte sacrificar tanto por una persona; sin embargo, en el corazón no se manda y el mío decidió amarlo. 

Laura insiste en que me declare y lo haría si supiera que tengo alguna posibilidad, no obstante, sé que no es así. ¿Así que para qué humillarme de esa manera? No, prefiero seguir amándolo en silencio. 

Como sé que vendrá a mi casa al salir del trabajo, me apresuro a recoger y limpiar el reguero que tengo alrededor. Lavo los platos acumulados, al igual que el baño. Luego, tomo una ducha y me cambio el pijama por un vestido de estar en casa. 

Cuando el sol cae, suena el timbre de la puerta de abajo. Así que me levanto del suelo donde estaba rodeada de bocetos, abro la puerta de mi apartamento y ahí está Alejandro, con su habitual sonrisa encantadora, aunque hoy parece un poco más nervioso de lo normal.

—Hola, Elena —dice, metiéndose las manos en los bolsillos—. ¿Puedo pasar?

—Claro, pasa —respondo, haciéndome a un lado para dejarlo entrar.

Alejandro camina hacia la sala y se sienta en el sofá, mirándome con una intensidad que me pone nerviosa. Nos conocemos desde hace tanto tiempo que puedo leer sus expresiones fácilmente, y algo en su mirada me dice que esta no es una visita casual.

—¿Quieres tomar algo? —le ofrezco, tratando de aliviar la tensión.

—No, gracias —responde rápidamente, y luego se queda en silencio por un momento, mirando sus manos entrelazadas—. Elena, necesito hablar contigo sobre algo importante.

Me siento frente a él, preocupada. Alejandro rara vez es tan serio, y su tono me pone en alerta.

—¿Qué pasa, Alejandro? —le pregunto, intentando mantener la calma.

—Es complicado —comienza, respirando profundamente—. Verás, mi abuelo dejó una condición en su testamento. Para que pueda recibir mi herencia, necesito casarme antes de que termine el año y requiero de una novia. 

Lo miro, parpadeando sorprendida. Esto es lo último que esperaba escuchar.

—¿Casarte? —repito, incrédula—. Pero… ¿Y tu novia, Clara? Pensé que estaban bien.

Alejandro sacude la cabeza, sus ojos llenos de tristeza.

—Clara y yo terminamos hace un mes. No quise preocuparte, así que no te lo mencioné antes. Y ahora… ahora estoy en una situación desesperada. Necesito casarme para salvar la empresa familiar. Si no lo hago, perderemos todo lo que mi abuelo construyó.

La intensidad de la situación empieza a hundirse en mi mente. Alejandro es mi mejor amigo, y siempre hemos estado ahí el uno para el otro, pero esto es diferente o al menos así se siente. Una vez que se case, ya no tendré cabida en su vida. 

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —pregunto, aunque temo la respuesta.

Él levanta la mirada, sus ojos encontrándose con los míos, llenos de una mezcla de esperanza y temor.

—Elena, sé que es mucho pedir, pero… ¿te casarías conmigo? Solo será por un año. Después de eso, podremos divorciarnos sin problemas. Prometo que no cambiará nada entre nosotros.

Me quedo sin palabras, tratando de procesar lo que acaba de decir. ¿Casarme con Alejandro? Aunque he estado enamorada de él en secreto, nunca imaginé que algo así pudiera pasar. Esto podría ser una oportunidad, pero también un riesgo enorme para nuestra amistad.

—Alejandro, esto es… —tomo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Es una locura. ¿Estás seguro de que no hay otra manera?

—Ya lo he pensado todo, y esta es la única solución que tengo. Necesito a alguien en quien confíe completamente, y tú eres la única persona en la que confío de esa manera. Por favor, Elena. Ayúdame.




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