Elena
Han pasado dos días desde que Alejandro me soltó aquella bomba y no he podido dormir por estar contemplando los diferentes escenarios, en cada uno de ellos, las cosas salen mal y termino sin mi mejor amigo.
Él me ha estado enviando mensajes, los cuales no he respondido, sé que necesita una respuesta inmediata, y aunque en el fondo sé lo que le diré, no estoy lista para hacerlo. Al menos no todavía.
He aprovechado mis pensamientos confusos para adelantar algunos trabajos, soy diseñadora independiente para una empresa regional. Gano lo suficiente como para vivir cómoda en mi pequeño apartamento.
Justo estoy empacando una de mis entregas cuando mi celular suena, anunciando una llamada entrante de Laura.
—Estás desaparecida —dice tan pronto como contesto.
—Sabes dónde encontrarme, Lau —respondo.
—Oh, no, hay algo mal contigo. —Intuye—. Dime que pasa, ahora.
—No es algo que pueda hablar por teléfono, ¿crees que podamos vernos en la tarde? —le pido, mi voz ahogada por las lágrimas contenidas.
—Ay, cariño, no suenas nada bien. Nos vemos en nuestro lugar, en la tarde.
—Nos vemos en la tarde.
¿No les pasa que aparentemente están bien hasta que hablan con alguien cercano que hace que el dique de sentimientos se desborde? Laura es esa persona para mí porque tan pronto como cuelgo la llamada, me dejo caer en el sillón y lloro por todos los años de emociones contenidas, por lo mucho que quiero gritar mi amor a los cuatro vientos.
Puede que sea tonto que me ponga mal por esto, sin embargo, ¿cómo no hacerlo? Esta oferta solo apareció porque es algo que él necesita, no porque me vea como alguien a quien amar. Si tan solo pudiera cambiar eso…
Me limpio el rostro porque sé que el llanto no solucionará nada, termino de empacar mis trabajos y llamo a la empresa para que manden al mensajero. Luego, me baño, me pongo un vestido floreado, sandalias, un poco de maquillaje y con mi bolso en mano, salgo a encontrarme con mi amiga.
En pocos minutos, me encuentro sentada en la cafetería que frecuento con Laura, revolviendo distraídamente mi café mientras miro por la ventana. El día se puso gris y lluvioso, reflejando perfectamente mi estado de ánimo.
—¿En qué piensas? —pregunta Laura, interrumpiendo mis pensamientos cuando llega.
Miro a mi amiga, su expresión preocupada mientras sorbe su té que acaba de pedir.
—Alejandro me pidió que me case con él —digo finalmente, soltando las palabras que han estado pesando en mi pecho.
Laura se queda boquiabierta, sus ojos abriéndose con sorpresa.
—¿Qué? ¿Cómo pasó eso?
Le cuento toda la historia, desde la condición del testamento de su abuelo hasta la ruptura con Clara y su desesperación. Laura escucha atentamente, asintiendo de vez en cuando.
—Entonces, ¿qué piensas hacer? —pregunta cuando termino.
—No lo sé, Laura. Esto es tan… complicado. Siempre he estado enamorada de él, ya lo sabes. Pero casarme bajo estas circunstancias… no sé si puedo hacerlo.
Laura me toma de la mano, dándome un apretón reconfortante.
—Elena, esto es una decisión enorme. Pero también puede ser una oportunidad. Puede que este matrimonio arreglado le haga darse cuenta de sus sentimientos por ti.
Sacudo la cabeza, sintiendo las lágrimas amenazar con brotar.
—¿Y si no lo hace? ¿Y si solo soy una amiga que le está haciendo un favor? No sé si podría soportar vivir con él, amándolo en secreto, sabiendo que para él no es lo mismo.
Laura suspira, mirándome con compasión.
—Tienes razón, es un riesgo. Pero también tienes que pensar en él. Si no lo ayudas, podría perderlo todo. ¿Estás dispuesta a verlo pasar por eso sin hacer nada?
La pregunta de Laura me golpea fuerte. Alejandro ha sido mi mejor amigo durante tantos años, y siempre hemos estado ahí el uno para el otro. Pero esto es diferente. Esto podría cambiar todo entre nosotros.
—¿Qué harías tú en mi lugar? —le consulto, buscando desesperadamente algún consejo.
Laura se queda pensativa por un momento antes de responder.
—Creo que haría lo que mi corazón me dijera. Si amas a Alejandro y piensas que puedes ayudarlo, entonces tal vez deberías hacerlo. Pero también tienes que proteger tu propio corazón, Elena. No te lances a esto sin estar segura de lo que puedes soportar.
Asiento lentamente, tomando en cuenta sus palabras. Siempre he sido la que apoya a Alejandro, la que está ahí en los momentos difíciles. No obstante, esta vez, la decisión es más grande, y las consecuencias, más profundas.
—Tal vez debería hablar con él otra vez —digo finalmente—. Asegurarme de que entiende lo que esto significa para mí.
Laura sonríe y asiente.
—Sí, háblale. Sé honesta sobre tus sentimientos. Y recuerda, siempre estaré aquí para apoyarte, pase lo que pase.