Elena
Regresamos de nuestra luna de miel con el corazón lleno de recuerdos felices y en mi mente y corazón, late con fuerza la posibilidad de que este matrimonio llegue a ser más que un simple acuerdo. Alejandro y yo hemos forjado un lazo que no se puede negar, y mientras el avión aterriza en Barcelona, siento una mezcla de emoción y nervios por lo que viene.
—Elena, quiero que te mudes conmigo, a mi habitación —dice Alejandro mientras recogemos nuestras maletas del carrusel.
Lo miro, sorprendida y emocionada a la vez.
—¿En serio? ¿No es demasiado pronto?
—No, no lo es. Quiero que estemos juntos, que comencemos nuestra vida juntos lo antes posible.
Su sinceridad me conmueve, y asiento, sonriendo.
—Está bien, me mudaré contigo, a tu habitación. —Acepto, conteniendo la emoción por su pedido.
Cuando llegamos a su casa, desempacamos la ropa que llevamos para nuestra luna de miel y de paso, hacemos espacio en su closet para mi ropa, pero la idea de mudarme con Alejandro no deja de rondar mi mente. Por la tarde, volvemos a mi apartamento para recoger mis cosas. Alejandro me ayuda a empacar, su entusiasmo es evidente.
Él de verdad quiere que esto funcione.
—¿Dónde quieres que empecemos? —pregunta, entrando a mi pequeño salón.
—Podemos empezar con la sala —digo, señalando las cosas que he acumulado.
Comenzamos a empacar mis libros, fotos y recuerdos, trabajando juntos de manera eficiente. A medida que guardamos cada objeto, me doy cuenta de cuánto significa este paso. Es un cambio significativo, pero necesario para nuestra nueva vida juntos.
—No puedo creer que realmente esté haciendo esto —murmuro, mientras meto un álbum de fotos en una caja.
—Yo tampoco, pero estoy feliz de que lo hagas —responde Alejandro, sonriendo.
Empacamos en silencio por un rato, trabajando codo a codo. A pesar de la simplicidad de la tarea, hay una sensación de unión en lo que estamos haciendo. Cada caja que llenamos es un paso más hacia nuestro futuro juntos.
—¿Qué te parece esto? —pregunta Alejandro, sosteniendo un marco con una foto de nosotros dos en la universidad.
Sonrío al verla.
—Esa es una de mis fotos favoritas. Definitivamente la llevamos.
Continuamos empacando hasta que la mayoría de mis pertenencias están listas para ser trasladadas. Mientras cargamos las cajas en su coche, siento una mezcla de nostalgia y emoción. Este apartamento ha sido mi hogar durante años, pero estoy lista para comenzar una nueva etapa con Alejandro.
Llegamos a su casa, nuestra casa ahora, y comenzamos a desempacar. Alejandro es meticuloso y cuidadoso con mis cosas, asegurándose de que todo tenga su lugar. La casa se siente más cálida y acogedora con cada caja que desempacamos.
—¿Te gusta cómo está quedando? —pregunta Alejandro, colocando mis libros en la estantería.
—Sí, me encanta. Gracias por hacerme sentir tan bienvenida.
Él se acerca y me toma de la mano, mirándome con ternura.
—Siempre serás bienvenida aquí, Elena. Este es tu hogar tanto como el mío.
Nos abrazamos, y en ese momento, siento que todo está en su lugar. Estamos construyendo algo juntos, algo que va más allá del acuerdo inicial. Es un nuevo comienzo, lleno de posibilidades y promesas.
Esa noche, mientras nos acurrucamos en el sofá, siento una paz profunda. Hemos puesto en marcha nuestro plan, y aunque hay desafíos por delante, sé que podemos enfrentarlos juntos. Alejandro y yo estamos más unidos que nunca, y estoy decidida a hacer de este hogar un lugar de amor y felicidad.
—Esto es solo el comienzo, Elena —dice Alejandro, besándome suavemente en la frente.
—Lo sé, y estoy lista para todo lo que venga.
Con su brazo alrededor de mis hombros, cierro los ojos y dejo que la calidez de su amor me envuelva. Estamos juntos, y eso es lo que importa. Nuestro futuro está lleno de incertidumbre, pero también de esperanza. Y por primera vez en mucho tiempo, me siento completa y segura en este nuevo camino que hemos decidido recorrer juntos.
***
La luz de la mañana entra suavemente por las ventanas mientras Alejandro y yo desayunamos juntos. Me siento increíblemente feliz, disfrutando de la calma y la rutina que estamos comenzando a construir.
—Bueno, tengo que irme al trabajo —dice Alejandro, levantándose de la mesa y acercándose para darme un beso—. ¿Estarás bien organizándote aquí?
—Sí, estaré bien. Tengo mucho que hacer para ponerme al día con mi trabajo —respondo, sonriendo.
—Perfecto. Nos vemos esta noche, esposa.
—Nos vemos en la noche, esposo.
Lo veo salir por la puerta, sintiendo una calidez en mi corazón. Es la primera vez que lo vemos salir al trabajo como mi esposo, y la sensación es indescriptible. Decido dirigirme a la habitación que Alejandro me ha preparado para trabajar. Es una habitación luminosa, con una gran ventana que da al jardín. Me siento afortunada de tener este espacio.