Alejandro
Me despierto temprano, el sol apenas empieza a filtrarse a través de las cortinas de nuestra habitación. Miro a Elena, que duerme a mi lado, y no puedo evitar sonreír. Me siento increíblemente feliz por nuestro matrimonio, una felicidad que no esperaba sentir cuando decidí casarme con mi mejor amiga.
Al principio, no estaba seguro de que casarme con Elena fuera una buena idea. Estábamos ayudándonos mutuamente, sí, pero ¿cómo podía saber que resultaría ser algo tan maravilloso? Sin embargo, cada día con ella ha demostrado ser mejor de lo que había imaginado. Ella es mi mejor amiga, y ahora mi esposa, y he descubierto una nueva faceta de ella que me encanta.
Cuando Elena me dijo que estaba enamorada de mí, fue una sorpresa. No lo vi venir. Me conmovió profundamente, y aunque sé que todavía no la amo de la misma manera, estoy convencido de que pronto lo haré. Hay algo en ella, algo en la forma en que me mira, en cómo se preocupa por mí, que me hace sentir que estoy en el camino correcto.
Me levanto de la cama con cuidado de no despertarla y me preparo para ir al trabajo. Mientras me visto, pienso en lo afortunado que soy. Este matrimonio ha sacado lo mejor de nosotros. He descubierto que Elena es más fuerte, más cariñosa y más dedicada de lo que jamás imaginé. Estoy dispuesto a seguir trabajando en nuestra relación, a seguir conociéndola y apoyándola.
Y si me enamoro de ella en el proceso, pues que así sea.
Cuando termino de vestirme, me acerco a la cama y le doy un beso suave en la frente. Elena se mueve un poco, medio despierta.
—Buenos días, amor —murmura con una sonrisa soñolienta.
—Buenos días, cariño —respondo, acariciando su mejilla—. Me voy al trabajo, pero nos vemos esta noche, ¿vale?
—Está bien. Que tengas un buen día.
Salgo de la casa con una sensación de satisfacción y alegría. Mientras conduzco al trabajo, pienso en cómo nuestras vidas han cambiado en tan poco tiempo. Estamos construyendo algo hermoso, y no puedo esperar a ver qué nos depara el futuro.
Llego a la oficina, sintiéndome más animado que nunca.
—Alejandro, tienes una reunión en cinco minutos —me dice María, mi asistente, sacándome de mis pensamientos.
—Gracias, María. Estaré allí enseguida.
Después de pasar por varios correos electrónicos, me reúno con mis empleados para hacer una supervisión de los procesos en nuestra empresa de telecomunicaciones. Es una rutina que siempre he mantenido, asegurándome de que todo funcione a la perfección.
La reunión es larga pero productiva. Revisamos todos los proyectos en curso y los problemas que necesitan ser abordados. Finalmente, después de horas de discusión, la reunión llega a su fin. Estoy satisfecho con el progreso que hemos hecho, pero aún queda mucho por hacer.
—Buen trabajo, equipo. Mantengamos este impulso —digo, levantándome de la mesa de conferencias.
La mayoría de los empleados salen de la sala, pero Javier, nuestro jefe de contabilidad y amigo cercano, se queda. Hay una expresión de preocupación en su rostro que no pasa desapercibida.
—Alejandro, ¿tienes un momento? —pregunta Javier, acercándose.
—Claro, Javier. ¿Qué sucede?
Nos sentamos de nuevo, y Javier saca unos documentos de su carpeta, extendiéndolos sobre la mesa.
—He estado revisando las cuentas y noté algo preocupante. Cantidades pequeñas, pero notables, comenzaron a desviarse justo después de tu matrimonio.
Frunzo el ceño, tomando los documentos y revisándolos. Es cierto que las sumas son pequeñas, aunque consistentes, lo suficiente para llamar la atención.
—¿Cuánto dinero estamos hablando? —pregunto, tratando de mantener la calma.
—Hasta ahora, suman unos pocos miles de euros. Pero el patrón es constante y reciente.
—¿Crees que alguien nos está robando? —pregunto, sintiendo una punzada de preocupación.
—No estoy seguro, pero no podemos ignorarlo. Necesitamos investigar más a fondo y ver de dónde provienen estos desvíos. Podría ser un error contable, no obstante, quiero asegurarme de que no sea algo más grave.
Asiento, apreciando la diligencia de Javier. Siempre ha sido minucioso con las finanzas, y su lealtad a la empresa es incuestionable.
—De acuerdo. Empecemos una auditoría interna y revisemos todas las transacciones recientes. Quiero saber quién está detrás de esto, si es que alguien realmente nos está robando.
—Así lo haremos. Estaré en contacto con el equipo de auditoría y te mantendré informado.
Javier se levanta y sale de la sala, dejándome solo con mis pensamientos. La idea de que alguien podría estar robándonos es perturbadora, especialmente después de un período tan positivo en mi vida personal. Pero no puedo permitir que esta situación afecte la empresa. Debo mantenerme enfocado y resolver este problema lo antes posible.
Mientras me dirijo a mi oficina, mi mente vuelve a Elena. No puedo evitar pensar en lo feliz que me hace y en lo mucho que quiero proteger lo que tenemos.