Elena
Las siguientes semanas han sido una completa locura. Laura y yo estamos adaptándonos a nuestra nueva casa y a la ciudad. Londres es vibrante, pero también abrumador. Aunque Laura trata de restarle importancia, está corriendo con todos los gastos y eso me preocupa.
—Laura, no puedo seguir así. —le digo una mañana mientras desayunamos—. Necesito encontrar un trabajo. No es justo que tú cargues con todo.
Ella suspira, moviendo su taza de café entre las manos.
—Elena, sabes que no me importa. Quiero que estés tranquila y te enfoques en tu embarazo.
—Lo sé, pero necesito sentir que también aporto. —insisto—. He estado buscando trabajo y he encontrado una vacante en la empresa que rechacé hace tiempo para quedarme en Madrid.
Laura arquea una ceja.
—¿Estás segura de eso? Fue una buena oferta en su momento, pero las cosas han cambiado.
—Lo sé, sin embargo, no tengo muchas opciones. —respondo—. Además, me conocen. Puede que eso juegue a mi favor.
Días después, me encuentro en la recepción de la empresa, esperando mi turno para la entrevista. Me tiemblan las manos, pero trato de mantener la calma. La recepcionista me llama y me guía hasta una sala de reuniones.
El entrevistador, un hombre de unos cuarenta años con gafas y expresión seria, me mira con atención.
—Señora García, veo que ya ha aplicado para trabajar con nosotros anteriormente. —comienza, revisando mi currículum—. ¿Por qué decidió rechazar nuestra oferta en su momento?
—Fue una decisión personal. —respondo honestamente—. Tenía compromisos en Madrid, pero ahora estoy aquí y totalmente disponible.
—Entiendo. —dice él, asintiendo—. Sin embargo, veo que está embarazada. ¿De cuántos meses?
—Estoy de cinco meses. —respondo, tratando de mantener mi voz firme.
Él frunce el ceño ligeramente.
—Apreciamos su interés en la posición, pero debo ser honesto. Contratar a alguien que pronto estará de baja por maternidad no es lo ideal para nosotros en este momento. Necesitamos a alguien que pueda comprometerse plenamente con el trabajo desde el primer día.
Siento un nudo en el estómago y mis esperanzas se desvanecen. Intento argumentar.
—Entiendo su preocupación, pero tengo experiencia y puedo aportar mucho a la empresa. Estoy dispuesta a trabajar hasta el último día posible antes de mi baja y regresar tan pronto como pueda.
Él niega con la cabeza.
—Lo lamento, señora García, pero necesitamos a alguien disponible a tiempo completo, sin interrupciones. Le deseo suerte en su búsqueda de empleo.
Salgo de la oficina con el corazón pesado. Intento no derrumbarme mientras camino de regreso a casa. Laura me recibe con una sonrisa, no obstante, cuando ve mi expresión, su rostro se ensombrece.
—¿Cómo te fue? —pregunta con suavidad.
—No me contrataron. —respondo, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos—. No quieren a alguien embarazada.
Laura me abraza con fuerza.
—Lo siento tanto, Elena. Ellos se lo pierden. Eres increíble y cualquier empresa tendría suerte de tenerte.
Me dejo consolar por ella, agradecida por su apoyo incondicional. Aunque esta puerta se ha cerrado, sé que no puedo rendirme. Tengo que seguir buscando, por mí y por mi bebé.
(***)
Al día siguiente, me despierto con la resolución de seguir buscando trabajo, aunque el desánimo amenaza con apoderarse de mí. Mientras tomo mi desayuno, el teléfono suena. Miro la pantalla y veo un número desconocido. Respondo con un nudo en el estómago.
—¿Señora Elena García? —pregunta una voz femenina al otro lado de la línea.
—Sí, soy yo. —respondo, intentando mantener la calma.
—Soy Amanda, secretaria del presidente de la compañía a la que aplicó ayer. El señor Winstor quiere reunirse con usted esta tarde. ¿Le sería posible?
Mi corazón da un vuelco y apenas puedo contener la emoción.
—Sí, claro. ¿A qué hora?
—¿A las tres de la tarde le parece bien? —pregunta Amanda.
—Perfecto, estaré allí. —respondo con entusiasmo.
Cuelgo el teléfono y dejo escapar un suspiro de alivio. Laura, que ha estado observándome desde la cocina, se acerca con una sonrisa.
—¿Buenas noticias?
—Sí, parece que el presidente de la compañía quiere verme esta tarde. —le digo, mi voz temblando con una mezcla de nerviosismo y esperanza.
—¡Eso es genial, Elena! —exclama Laura, abrazándome—. Te dije que no te rindieras.
La tarde llega rápidamente. Me visto con mi mejor traje, uno que se ajusta a mi prominente vientre, y trato de controlar los nervios mientras me dirijo al edificio de la compañía. Cuando llego, la recepcionista me guía hacia el ascensor y subo hasta el último piso. Amanda me recibe con una sonrisa y me hace pasar a una lujosa oficina. El corazón me late con fuerza mientras espero.