Elena
Durante los siguientes meses, me despierto con la emoción y la ansiedad acumulada en mi pecho. Sé que pronto conoceré a mi bebé y eso me llena de una felicidad indescriptible. Estoy decidida a preparar todo para su llegada. Hoy es uno de esos días en los que me dedico por completo a organizar y planificar cada detalle. Tengo el día libre del trabajo y lo pienso aprovechar tanto como pueda.
Mientras desayuno, Laura me observa con una sonrisa cómplice en su rostro.
—¿Estás lista para un día de compras y preparativos? —pregunta, sirviéndose una taza de café.
—Más que lista. —respondo, terminando mi taza de té—. He hecho una lista de todo lo que necesitamos comprar para el bebé. Espero que no se nos olvide nada.
Laura se ríe.
—Con tu nivel de planificación, dudo que se nos pase algo. Pero si lo hace, siempre podemos volver.
Nos dirigimos a las tiendas de bebés, y mi corazón se acelera con cada pasillo que recorremos. Me detengo frente a una fila de cunas, tocando suavemente la madera pulida.
—Esta me gusta. —digo, mirando a Laura para obtener su aprobación.
—Es perfecta, Elena. —responde ella, sonriendo—. Además, tiene ese toque clásico que le dará calidez a la habitación.
Seguimos caminando, eligiendo ropa, pañales y todos los pequeños accesorios que un recién nacido necesita. Cada artículo que coloco en el carrito me acerca más a la realidad de ser madre. Es abrumador, pero en el mejor de los sentidos.
—No puedo creer que estemos haciendo esto. —le manifiesto a mi amiga mientras observamos un estante lleno de diminutos zapatitos—. Hace unos meses, ni siquiera imaginaba estar aquí.
Ella pone una mano en mi hombro.
—La vida cambia rápido. Y te estás adaptando maravillosamente. Tu bebé va a tener una madre increíble.
Su apoyo me reconforta y me da la fuerza que necesito. Después de un par de horas, salimos de la tienda con bolsas llenas y corazones contentos. Al llegar a casa, Laura y yo comenzamos a organizar todo en la habitación del bebé.
—Laura, ¿puedes pasarme esos pañales? —le pido, mientras acomodo los cajones de la cómoda.
—Claro. —dice, alcanzándome el paquete—. ¿Te has dado cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo? Parece que fue ayer cuando llegaste a Londres.
—Lo sé. —respondo, con una sonrisa nostálgica—. Ha sido un viaje largo, pero estoy agradecida por cada paso.
La habitación del bebé empieza a tomar forma. Colocamos la cuna en el centro, con sus sábanas suaves y acolchadas. Los peluches adornan los estantes, y los pequeños atuendos están cuidadosamente doblados en la cómoda.
—Creo que estamos listas. —digo, dando un paso atrás para admirar nuestro trabajo.
—Es hermoso, Elena. —responde Laura, abrazándome—. Este bebé va a ser muy afortunado.
Me dejo caer en una silla, agotada pero satisfecha.
—Gracias por todo, Laura. No sé qué haría sin ti.
—Siempre estaré aquí para ti, Elena. —dice ella con una sonrisa—. Ahora, ¿qué te parece si descansamos un poco antes de seguir con la decoración?
Asiento, sintiendo el peso del cansancio en mis pies. Nos dirigimos a la sala y nos acomodamos en el sofá. Justo cuando estoy a punto de cerrar los ojos, mi teléfono suena. Es un mensaje de Dante.
—¿Quién es? —pregunta Laura, notando mi expresión.
—Es Dante. —respondo, abriendo el mensaje—. Quiere saber cómo estoy y si necesito algo.
Laura sonríe con picardía.
—Parece que Dante está muy interesado en ti.
Me sonrojo ligeramente.
—Es muy amable. Siempre se asegura de que esté bien. Además, creo que Sam le ha contado mucho sobre mi trabajo y mi situación.
—Bueno, no puede culparlo. Eres una mujer impresionante. —dice Laura, guiñándome un ojo.
Le respondo a Dante con un mensaje, agradeciéndole por su preocupación y asegurándole que estoy bien. Me recuesto en el sofá, sintiendo la calidez de la amistad de Laura y la atención de Dante envolviéndome. Es en estos momentos cuando me doy cuenta de la fortaleza que he adquirido y de lo mucho que he crecido.
La tarde pasa rápidamente, y antes de que me dé cuenta, es hora de cenar. Laura y yo preparamos una comida sencilla, disfrutando de la tranquilidad de nuestro hogar.
—Mañana tengo una cita con el médico. —le aviso a Laura mientras cenamos—. Quiero asegurarme de que todo esté bien antes de la llegada del bebé.
—Te acompañaré. —responde ella sin dudarlo—. No quiero que pases por esto sola.
Su apoyo incondicional me llena de gratitud. Sé que, pase lo que pase, no estoy sola en este camino.
Esa noche, me acuesto en mi cama, sintiendo una mezcla de cansancio y satisfacción. Miro al techo, pensando en todo lo que ha cambiado en mi vida. Me doy cuenta de que, a pesar de los desafíos, he encontrado una nueva fortaleza dentro de mí. Una fortaleza que no sabía que tenía.