-¡Ballena! -escucho el claro grito de un compañero de clase, específicamente uno que se encuentra sentado en la última fila.
-¡Foca! -risas y más risas que esta vez son de toda la clase, no puedo hacer nada, soy tan débil, vulnerable, que se aprovechan de eso para herirme y dejarme la moral pisoteada por los suelos.
-¡Ya basta! -grita la profesora y me mira preocupada- David y Juan, hoy me haréis compañía en vuestro maravilloso recreo, ¿Queda claro?
Esta vez las risas se centran en la riña de la profesora, ambos asienten y me fulminan con la mirada, ¿Qué hice para que me traten así? ¿Qué hice para merecer esto? ¿Qué puedo hacer para que paren? Nunca lo hacen... Siempre se repite la misma historia, todo me hace preguntarme: ¿Dónde se sacan tanto odio hacia mi persona? La campana suena sacándome de mis pensamientos y todos salimos al recreo, como siempre me dirijo a 'mi zona', un banco solitario y normalmente protegido de los demás por lo apartado que estaba, como se solían formar grupos y todos se llevaban bien entre todos estaban por ahí correteando y jugando a sus juegos estúpidos y bromeando además de meterse con algún marginado como yo, pero esta vez no es así, dos presencias aparecen detrás de mí, presencias que logran incomodarme y haciéndome sentir insegura en mi supuesta zona en la que nada pasaba.
-¿Qué tal tu día, pajarito? -me pregunta Juan posando su asquerosa mano en mi hombro, un escalofrío recorre mi cuerpo en su totalidad ante el contacto y lo único que hago es agachar la cabeza por no enfadarle más, ¿No deberían de estar castigados? Al parecer la profesora les ha dejado o simplemente se han escaqueado, aunque a decir verdad me decanto más por la segunda opción.
-Vaya, vaya, parece que no quiere abrir el pico... -dice David mofándose de mí, haciéndome sentir más pequeña de lo que ya de por sí era.
-¿Qué queréis...? -pregunto temerosa de lo que me puedan hacer, tal cual una oveja en las garras del lobo hambriento, aunque dicho así deja muy claro lo que pasará... ¿No?
-¿Tienes miedo? Porque harías bien en tenerlo, queremos venganza y no creas que esta vez te dejaremos escapar tan fácil como la última vez. -venga ya, solo fue un castigo y, literalmente, yo no hice nada para merecer su furia- Parece ser que la tonta de la profesora tenía una reunión y solo nos dejó un aviso.
-Mírame -me ordena Carlos, le hago caso y me giro para mirarlo, pero antes de que alcance a ver siquiera su rostro siento un fuerte ardor en mi mejilla junto con algo duro que me prohíbe continuar mi trayectoria y que hace que mire justo al lado contrario de golpe.
Despierto sobresaltada, mi respiración es agitada y siento como mi corazón parece querer salirse de mi pecho golpeándolo una y otra vez, llevo mi mano rápidamente a la boca para ver rápidamente si estoy sangrando, pero no hay ni rastro de ella, juraría que tenía aquel sabor metálico... Tranquilizo mi respiración lentamente mirando a mi alrededor y situándome, suspiro al saber que solo fue un sueño; una pesadilla; un simple susto; y miro el reloj de reojo, el cual señalaba las 7:08.
-María, baja a desayunar -avisa mi madre con su rostro asomándose por la puerta.
Asiento tomándome la cabeza y hago un pequeño gesto para que se vaya, el cual lo acata rápidamente dejándome sola. Me levanto de la cama sintiendo el frío suelo bajo mis cálidos y algo pequeños pies, me dirijo hacia la ventana y subo la persiana dejando que la brillante luz del sol me deje ver las vistas a la montaña que había desde mi habitación, observo el columpio del jardín con ojos melancólicos recordando aquella época en la que todo eran risas y alegría, aquella época en la que mis padres se querían con locura y no se peleaban por nada, aquella época en la que esto parecía una familia. ¿Algún día de mi vida será tranquilo? ¿Algún día, solo por un día, podrán dejarme en paz? No es tan difícil, solo tienen que hacer como si yo no existiera, no quiero ser un fantasma ante los ojos de la gente pero prefiero serlo a seguir con esta tortura diaria; a menos que alcance la perfección, no ser gorda y que mi imagen agrade incluso atraiga a los demás, o eso es lo que me dice mi única amiga, Ana, la que me asegura que la única clave de la aceptación es la apariencia, es ley de vida en estos tiempos: si eres feo y débil estarás jodido, como yo, pero si eres guapo y atraes a los demás te respetarán incluso querrán.
Me puse una bata para protegerme del frescor de la ventana y bajé directamente a la cocina para desayunar a pesar de que ni siquiera quería hacerlo.
-Mamá, esto es mucho -me quejo de todas las tostadas que me ha hecho, por no hablar del gran tazón de leche con los grumos del Cola Cao flotando en el blanco líquido que dejaba ver su necesidad de ser revuelto.
-Venga ya, solo son dos María, si dejas de comer y sigues como lo estás haciendo, te quedarás en los huesos -eso es lo que quiero, no tener ni el más mínimo de grasa en mí.
-¿En los huesos? ¿Tú me has visto? Me queda mucho para estar así. –me mira mostrando preocupación y enseguida frunce el ceño, cuando lo hace es muy predecible lo que hará, empezar con la típica charla maternal, y no la culpo pero tiene que respetar mis decisiones.
-¿Qué te han dicho ayer en el instituto? –pregunta en un tono autoritario y seguro.
-Nada mamá, no me han dicho nada. -respondo enfadada, estoy harta de todos- ¿Sabes qué? Ya no tengo hambre, no quería desayunar. –poso las manos en la mesa. Corrección. Golpeo la mesa dejando las manos posadas eb ella para echar hacia atrás la silla haciendo que un fuerte chirrido que inunde la cocina me levanto furiosa con el propósito de volver a mi habitación y encerrarme en ella hasta la hora de ir al instituto.
-¡María! ¡Vuelve aquí ahora mismo! –exclama mi madre, aunque no logra su cometido haciendo que yo de un portazo en respuesta de que me resbalaba completamente su petición.