Mi Última Estrella

La casa del árbol.

<<Suena la alarma del móvil 09:02hrs.>> Estire mi brazo luchando contra mi voluntad de no querer levantarme.

Al despertar por la mañana, con un dolor de cabeza, me di el ánimo y me senté, recargando mi espalda en el respaldo de la cama que estaba helado por las bajas temperaturas que se da por esta zona de Tamaulipas. Elizabeth "mi esposa" estaba con su pijama de algodón color rosa, cubierta por el cobertor hasta la altura del pecho posada hacia el lado contrario dándome la espalda. Llevé las palmas de mis manos a mi nuca para masajear mi cuello; miré hacia mi costado izquierdo con la vista todavía cegada y turbia "un papel" iluminado por la luz tenue de la lámpara de mi buro. Con una extraña duda lo tomé y lo desdoblé. Y me atraparon desde las primeras líneas al comenzar a leer.

Padre:

¡No sabe cuanta falta me ha hecho! No entiendo porque nos abandonaste. No físicamente, le aclaro. pues siempre está presente; pero no en la manera.
Llegando tarde a casa indignando a nuestra familia, haciendo crecer la neurosis de mi madre que cada día es más insoportable. Yo ¡en serio! no sé por qué tengo que pagar por sus errores, ustedes no eran así. Su problema no fue conmigo, su problema fue con tu alcoholismo y la fastidiosa personalidad neurótica de mamá; esas cosas que no sé cómo llamarles pero que ustedes dos dejaron entrar a nuestras vidas.

Me es difícil entender los problemas de los adultos, en ocasiones no ven la salida. ¡Se ciegan! Cuando ustedes mismos nos dicen: ¡que siempre hay luz en la oscuridad! Cuando ni ustedes logran verla y el justificarse o buscar a quien culpar nunca les dará la solución.

¡No son víctimas!

Papá muchos que se dicen tus amigos podrán decirte que bebas y podrá parecer la solución más adecuada para tu dolor; pero ¿qué hay de mi mamá y yo?

No busque la salida discutiendo con mi madre.

Ahora que ya sabes mi sentir te dejo "la razón" de esta nota de despedida, como también lo he hecho con mi madre.

No te prometo estar bien, porque no sé qué me deparará el destino, y ni siquiera sé si estoy preparada para hacerlo.

Traté de amarlos, pero no fue suficiente para que pensaran en mí. ¡Te quiero mucho! espero dejes el alcohol y que mi madre, supere sus crisis neuróticas y nerviosas. ¡Adiós papá!

Los amará, su hija Samantha.

Palabras que cayeron como un baldazo de agua fría, me levante rápidamente, procurando de despertar a Elizabeth, camine de prisa a la habitación de Samantha y su habitación estaba alineada, todo estaba en su lugar, excepto ella.

Regrese a mi habitación y Elizabeth estaba llorando tras leer la nota que le dejó nuestra hija. Me vestí apresuradamente, sin poder discernir lo que estaba pasando giré la perilla de la puerta principal y sin pensar en más salí a buscarla.

En todo el día, había preguntado en casa de sus amigas donde sus papás me miraban con ingenuidad cargada de dudas y lástima, llamé a: nuestros familiares, conocidos más cercanos, por si ella hubiera comentado algo de sus planes de irse, no me percate del tiempo que pase tocando puertas, ni de la oscuridad que caía en aquella noche verana.

Caminando por las calles bajo una llovizna que resaltaba sus gotas al impactar en los charcos. Las lámparas del alumbrado público doblego mis emociones en cada paso que ya estaban pesados, empapados y fríos.

Después de dar vueltas por el condado pensando en mi culpabilidad, por ser irresponsable como padre, al no cuidar de mi familia. Sobre todo, de mi hija.

Regresando a casa se apreciaban las luces rojas y azules de unas patrullas que alternaban con sus colores la fachada de la casa en esa noche complicada por la ausencia de mi hija.

Él es mi esposo. Escuché a mi mujer que estaba en la puerta de la casa cuándo yo me acercaba.

—Buenas noches señor Roberto, soy el oficial local. —Lo mire, inspeccionando su uniforme. —Necesito que me responda algunas preguntas; es parte del protocolo de investigación por ser...

Hablaba, pero yo atónito, no comprendía ninguna de sus preguntas. Pues aquellas palabras de la nota que había dejado Samantha no me tenían tranquilo, me agarraba el cabello con ansiedad y preocupación, me pesaba el tiempo que había perdido sin mi familia, en esos momentos me sentía como vagabundo, tal vez podría volverme loco con tantas cosas que imaginaba que podrían sucederle a mi niña.

El elemento trataba de obtener información, pero yo no lograba concentrarme por lo que entonces Elizabeth desesperadamente me dio una bofetada exigiendo que reaccionará. Por tanto, me sacó del estado de choque y pude dar la información.

El oficial reinicio las preguntas y yo me enfocaba en dar la información que me requerían.

—¿Qué parentesco tiene usted con la desaparecida? —Cito su documento, mientras se preparaba con su bolígrafo en mano para comenzar su anotación.

—Soy el padre de Samantha. —Respondí entre voz cortada.

—¿Qué edad tiene la menor?

—Es una niña, apenas tiene los trece años cumplidos.

—¿Cuándo fue la última vez que la vio?

—Ayer por la noche. Cuando ella ya estaba dormida.

—¿La menor padece de alguna enfermedad mental?

—No.

—¿La menor consume o ha consumido algún tipo de droga?

—No lo sé, pero no creo que lo haga.

—¿Podría darme alguna descripción de la menor?

—Sí, cabello largo castaño, ojos miel, y piel apiñonada un poco cálida. Estatura un metro treinta aproximadamente y delgada.

—¿Algún motivo por el cual ella decidió escapar? Me miró fijamente, sentí la seriedad de esa pregunta más que las otras ya que en esa respuesta podría encontrar alguna pista.

—Solo sé que estaba molesta con nosotros por el ritmo de vida que llevamos.

—Muy bien señor, le comento que estará al pendiente de este caso el SISTEMA NACIONAL PARA EL DESARROLLO INTEGRAL DE LA FAMILIA (DIF). Sin más por el momento me retiro.




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