Mi verdadera obsesión

Capítulo 1

Contemplé con amargura el documento de divorcio que mi ahora exmarido dejó sobre la mesa frente a mí.

—Con esto damos por terminado esta nefasta relación —señaló con fastidio, provocando que sintiera dolor en mi pecho ante el desprecio que muestra luego de los años que estuvimos juntos.

Guardé silencio ante su mirada despectiva, viendo como tomaba su maleta y salía de la casa que albergaba tantos recuerdos bonitos de nosotros dos, de lo que inicio como un bonito matrimonio.

¿Cómo pudo dejar de amarme así? ¿Cómo puede ahora despreciarme de esta forma? Si hace solo un año no dejaba de repetir que me amaba con tanta devoción.

Me mordí los labios intentando contender la congoja que me ahoga. Me llevó las manos a mi rostro e intento no llorar. Pero es imposible.

Fueron cinco años de matrimonio, tirados a la borda por su aventura de oficina. Por su infidelidad. Claro, entre un alfa recesivo como yo y un omega dominante, es obvio a quien iba a elegir.

Su amante le ofrecía más lo que un alfa despreciado, incluso por su propia familia, pudiera darle.

Me sacó en cara que nunca fui lo que esperaba, que nunca le di lo que él merecía. Que un pobre y descuidado profesor universitario era una vergüenza para un ingeniero como él. Incluso hasta sentía vergüenza por decirle a todos que yo era su esposo.

Me hirió con sus palabras, tanto para que ahora no pueda siquiera sostenerme con mis propias piernas. Aun así, me coloqué de pie, apoyándome de la pared, fui a la cocina. No quisiera pensar en nada, pero al ver cada rincón de la casa los recuerdos vienen y me atormentan.

Me detuve mirando el cuadro en la pared de la fotografía del día de nuestro matrimonio, él sonríe tanto como yo. Luce feliz. No es visto con buenos ojos que dos alfas decidan casarse, pero en ese entonces ambos creímos que nada podría separarnos, aunque el mundo completo estuviera en contra nuestra.

La sociedad actual no acepta el matrimonio de dos alfas porque jamás podrán procrear hijos. Él dijo que no le importaba, que casarse conmigo era suficiente para ser feliz. Ahora, en cambio, antes de lanzar los papeles de divorcio sobre la mesa me reclamó culpándome de arruinar el sueño de sus padres, ellos añoraban un nieto de su único hijo, y aun cuando se casó conmigo sabiendo eso ahora me culpaba.

“Con un omega puedo darles a mis padres lo que añoran.”

Se lo había advertido antes de casarnos. Nuestra relación siempre fue considerada una aberración, dos alfas casándose iba contra toda la moral. No podríamos nunca tener hijos y con eso era suficiente para catalogarnos de locos.

Nos amábamos tanto que estábamos dispuestos a ir contra el mundo si fuera necesario, o eso creí, sus acciones no dejaban sospechas de que pensara lo contrario.

Incluso el mismo día de la boda le volví a preguntar varias veces “¿Estás seguro de esto?

Recibiendo siempre como respuesta “Lo estaré todas las veces que me lo preguntes”.

Me mintió… bastardo mentiroso…

Apreté los dientes y lágrimas calientes corrieron por mi rostro sin poder contener el llanto.

Lo amaba, y él, a mí, creí que su amor duraría para siempre, como pasa en los cuentos de hadas, pero la realidad no fue esa.

Un día despertó dándose cuenta de que no me amaba, que la rutina había terminado por matar nuestra relación. Cansado de escuchar mi voz, cansado de ver mi rostro, de mis rutinas, de todo lo que representaba yo. Esas fueron sus palabras.

Sabía desde antes de que me pidiera el divorcio, que hace tiempo ya habíamos dejado de ser dos para volvernos tres. Cuando aquel intruso de bonita mirada apareció en nuestras vidas.

Creo que todo comenzó hace un año, ese día que conoció a su futuro amante durante la fiesta anual de la empresa. Era un joven omega de atrayentes ojos azules y cabello rizado y dorado que posó los ojos sobre nosotros, con una sonrisa irónica. Un ángel de una belleza inigualable pero con corazón cruel y egoísta.

Él era todo lo que cualquier alfa querría, pequeño, coqueto, bonito, con movimientos sutiles suficiente para tener a sus pies a quien quisiera, el hijo mimado del dueño de una de las empresas tecnológicas más grande del país, Oliver Ruiz, que hacía y deshacía sin que su padre se opusiera a sus deseos.

¿Quién se opondría a los caprichos de un omega dominante que era considerado una mina de oro?

Todos sus futuros hijos serían dominantes sin importar si el alfa a su lado lo fuera o no, incluso fuera un simple alfa como mi entonces esposo.

—Así que ustedes son dos alfas que decidieron casarse, es extraño ver esto —preguntó cuando se acercó a nosotros con expresión divertida.

—Nos amamos —dijo mi marido tomándome de ambas manos y mirándome a los ojos con seguridad.

Sonreí sin esconder el amor que sentía por ese hombre perdiéndome en su varonil mirada, pero pude notar la atención del omega puesta en mi marido. Como la mirada de un cazador a su presa, sonrió con una extraña expresión y en ese instante pude darme cuenta de que aquel ya había decidido quedarse con quien hasta ese entonces aún seguía siendo mi esposo.

Pensé que los celos que hasta ahora nunca había sentido estaban confundiéndome de la peor manera y callé avergonzado de sentirme así. Intenté convencerme de que todo era mi imaginación.

Hasta qué palabras venenosas salieron de la boca del joven omega, que, jugando con el resto de vino en su copa, agregó con total desfachatez:

—¿Cómo un alfa tan lindo puede desperdiciarse al lado de otro que no tiene nada que llame la atención?

Esas palabras hirientes golpearon mi autoestima y peor cuando vi a mi marido echarse a reír en vez de defenderme, actuando de una forma petulante que nunca antes había visto en él. Y entrecerrando los ojos agregó con tono seductor.

—El amor verdadero va más allá de cualquier apariencia.

Sí, ante ese apuesto omega de ojos claros, confirmó, que no me consideraba visualmente atractivo. Fue como recibir una puñalada por la espalda.



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En el texto hay: omegaverse, alfa, gay

Editado: 03.01.2025

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