Estoy finalizando la última clase del semestre. Luego de despedir a todos mis alumnos vuelvo a mi asiento a masajearme el cuello, estoy cansando. Recuerdo que antes mi exmarido solía hacerme masajes cuando llegaba del trabajo, así de agotado.
Entrecerré los ojos no queriendo pensar en ese bastardo. No debería, después de lo que me hizo no se merece que piense en él.
Desde el día de la fiesta de compromiso, donde fue sacado a la fuerza, no lo he vuelto a ver. Mi teléfono vibró en ese momento y vi la notificación de un mensaje.
"No te olvides que hoy tenemos que hacer prueba de vestuario. No lo olvides. Te amo. Besos"
Y debajo de este el icono de un conejito lleno de corazones. Cualquiera que viera esto no podría creer que ese pequeño omega de actitud inocente es en realidad un ser malicioso y caprichoso que es capaz de lo que sea para lograr sus objetivos.
Suspiré. Pese a que conseguí poder seguir trabajando como profesor, ya que la familia Ruiz me presionó para qué dejará este trabajo, y he logrado intentar retomar mi vida, no ha sido fácil.
Oliver, no solo es estudiante de esta misma universidad, sino que además se ha dedicado a decirle a todo el mundo que estamos unidos por la marca de alfa a omega, y que pronto nos casaremos.
Eso ha provocado que algunos profesores con los cuales solía llevarme bien ahora no quieran hablarme. No pueden creer que ese estudiante de buena familia se haya fijado en un simple profesor universitario. Creen que hay algo sucio detrás. Y no se equivocan, pero contrario a lo que creen, yo soy la víctima en este caso.
Esteban es de los pocos que siguen a mi lado.
—No les hagas caso, de todas formas no se atreverán a decirte nada, pronto serás el yerno del benefactor principal de la universidad —me dijo intentando animarme.
Luego me golpeó el hombro con suavidad.
—¿Cómo va todo con ese omega?
Él sabe como se dieron las cosas, un alfa recesivo como yo fui manipulado por un omega dominante, y activado mi rut para marcarlo. Lo tomé, le hice perder su virginidad y lo marqué ¿Qué más puedo hacer ahora?
—Disculpe profesor —me habló un alumno apareciendo por la puerta.
Alcé mi mirada y le sonreí con suavidad.
—¿Quieres que te recomiende algún tutor? —le pregunté, ya que cuando me buscan a finales del semestre es por esa razón.
—No, es que alguien quiere hablar con usted, pero dice si puede encontrarlo en el local de donas "de siempre"
Escuchar esas últimas palabras hizo que el lápiz que sostenía en mis manos se deslizara entre mis dedos y cayera al piso. Esteban me miró preocupado.
El único que me mandaría a decir algo así, es mi exesposo. El lugar de las donas "de siempre" es donde solíamos encontrarnos al salir del trabajo cuando nuestros horarios concordaban.
¿Con qué cara me pide esto?
No quiero verlo, no lo he perdonado, por su culpa esto acabó así. Bufé molesto. El estudiante me contempló preocupado.
—Dile que lo pensaré —le respondí intentando sonar amable.
No quisiera verlo, pero quiero decirle un par de cosas para sacarme el rencor que cargo dentro de mí. Y es por eso que al final, luego de pensarlo una y otra vez, terminé aquí afuera del local sin saber si debo entrar o no.
Al interior, desde una de las ventanas lo vi sentado. Luce, cansado y triste, no pude evitar sentir una opresión en el pecho dándome cuenta de que aunque le tengo rencor no puedo desearle lo peor.
Soy un tonto.
Entré al local y no pareció darse cuenta de mi presencia. Ambos somos alfas, ambos intentamos ir contra la corriente, pero él abandonó el barco engolosinado por un hermoso tesoro que no fue real. Me senté a su lado y ahí levantó la cabeza de inmediato, contemplándome sorprendido. Sus ojos bien abiertos pronto enrojecieron.
Intentó tomar mis manos, pero las quité de la mesa antes de que pudiera hacerlo.
—Yo... necesitaba verte, no sabes cuanto te necesito, extraño tu calor, tu voz, tu sonrisa... —se cubrió el rostro—, sin ti soy tan miserable.
No dije nada, desvíe mi mirada hacia el exterior, comenzaba a lloviznar con suavidad. Quisiera enfriar mi corazón, pero no puedo y mientras él sufre yo igual sigo sufriendo. Pero ya no lo amo, de eso me acabo de dar cuenta. Siento compasión pero no amor. Aquella sensación de antes de querer entregarme a él contra todo, se esfumó junto con la nueva marca que le di a Oliver. Ya mi cuerpo no lo reconoce como mi pareja.
El lazo obliga a que tanto alfa como omega no puedan jamás sentir algo por alguien más. Y el amor que yo sentí por él fue sepultado al marcar a Oliver.
Aunque me diga que me extraña, que me necesita. Ya no creo en sus palabras. Es hora de dar un final a todo esto.
—Lo dices porque estás solo —señalé, sé que si Oliver no lo hubiera abandonado sería él quien hoy iría a esa tonta prueba del vestuario de novios, y no tendría ningún segundo para pensar en mí, ni una pizca de remordimiento de haber sido infiel, ni de los malos tratos e incluso de dejarme en la calle sin nada.
Pareció desesperarse por mi frialdad, nunca antes lo he tratado de esta forma y por ello parece perdido.
—No, no, lo digo en serio. Tú eres esa calma que tanto necesito, cuando volvía a casa siempre estabas ahí para recibirme, preparabas masa frita, comíamos juntos, te reías de mis tonterías y no dejabas de sonreírme... extraño tu sonrisa, tu calor, tu cuerpo, tu todo... —sus ojos se quedaron detenidos en los míos como buscando algo.
Bufé ante su sorpresa. Ya no hay nada.
—Deje de sonreír cuando me dejaste...
—Si vuelves conmigo, prometo proteger tu sonrisa —señaló desesperado.
Hace un tiempo atrás lo hubiera perdonado, cuando aún despertaba llorando cada mañana al sentir la cama fría a mi lado, el sabor amargo del café, y el silencio en el departamento. Pero ahora, ¿por qué querría tener a mi lado quién ya me falló una vez?
—Me casaré pronto, no pidas imposible —le dije dispuesto a levantarme e irme.