Mis oídos habían escuchado claramente lo que retumbaba en mi mente ahora, pero era la razón y la lógica lo que me mantenía en jaque, cuestionando mi cordura. ¿Acaso mis ojos habían sido víctimas de un muy buen truco de velocidad? ¿Era todo parte de una broma de muy mal gusto? Y si así fuese… ¿Quién carajos se creían esos Cullen para venir a hablar de la muerte de Royce?
Tantas dudas tenía en ese entonces, las cuales dudaba si procesar u olvidar, pero me fue imposible continuar mi vida como si esos sucesos jamás pasaron, si no que me llevó toda la víspera de Navidad pensando en ello.
Era la Noche Buena de 1933, y la ciudad de Rochester ya tenía una fina capa de nieve sobre sus casas y parques, las luces de colores adornaban las ventanas y balcones, y casi ni un hombre o mujer quedaba en las calles, y los que estaban, corrían a sus hogares para cenar en familia. Observé todo eso desde mi ventana, preparada para una noche de comida abundante y anécdotas de familia, pero yo no podía pensar en otra cosa que no fuese vampiros.
Vampiros en Noche Buena.
Pasé esa noche pensando en que a esas fechas estaría casada con Royce, en una nueva casa mucho más grande y lujosa, y le tendría una apetitosa cena al que iba a ser mi marido. La señora King. Un gran apellido para una gran mujer.
Tuve el desvío mental en esa noche, quizás llevada por la nostalgia, de que Royce quizás era el único amor de mi vida, y que jamás podría encontrar a nadie a su altura. Muchas veces después me arrepentí de pensar en ello, sobre todo ahora que repaso todos los momentos.
'¿Y si en realidad los Cullen lo mataron?' pensaba en ese momento, mientras papá cortaba el pavo. ¿Y si los Cullen eran asesinos en serie, y habían asesinado a los hombres más influyentes de la ciudad para conseguir poder? Estaba alucinando ya a esas alturas, y me hubiese gustado tener la certeza y el carácter que hoy en día poseo, pero apenas era una chiquilla, descubriendo lentamente la realidad, y que su burbuja no era tan impenetrable como creía.
Aquella noche, mientras mis hermanos pequeños se iban a dormir ansiosos pensando en que Santa les traería regalos, yo tenía en mente algo más drástico pero no menos fantasioso: Denunciar a los Cullen.
Casi no pegué un ojo pensando en qué les diría a la policía, pero si me lo habían confesado tan abiertamente, ¿por qué no habrían de hacerlo con la ley? –pensaba erróneamente.
Cuando Clauss Jr. y Charles, mis hermanitos, bajaron entusiastas para ver sus presentes, yo estaba casi lista con ropas de salir, apurando el ambiente navideño de aquella mañana, recibiendo mis regalos que en lo más mínimo me sorprendieron. Tenía otra cosa en mente.
Apurada salí de casa, aprovechando que uno de los juguetes venía averiado y estaban todos concentrados en calmar al pequeño Charles. Me encaminé hasta la comisaría de Rochester encontrándome con un solo y malhumorado policía de turno, quizás por pasar las festividades en el trabajo, y le intenté contar todo desde el principio.
-Y tengo evidencia hablada de que la familia Cullen ha matado a Royce King II y a sus cuatro amigos señor. Pero no puede detenerlos. -Susurré al hombre detrás del escritorio, que miraba con cara de pocos amigos.
-¿Ah sí? ¿Y por qué no podría hacerlo? –Se acomodó en su asiento, cuan Rey en su trono, aunque sin nada de clase.
-Ellos… Verá. Son… -Dudé un momento. –Son vampiros. Pueden matarle a usted también. –Solté de una vez.
La expresión del policía fue inescrutable durante unos minutos y me miró fijamente, alzando una ceja para luego decirme con un tono ridículo:
-¿Y Santa pasó a dejarte la muñeca que querías, niña? –Se mofó de mi denuncia, a boca suelta y carcajadas que resonaban en la vacía comisaría. –Ya vete a pasar Navidad con tu familia niña, y no me vengas a hacer perder el tiempo.
-Pero…-Titubeé intentando convencerle pero me sacó de allí sin poder decirle nada. Ni siquiera sembré una duda en su cabeza… Pero alguien más lo haría.
La familia Royce.
Era perfecto. Ellos si me creerían, o al menos pondrían la vista sobre los Cullen, y no sabía en el peligro que los estaba metiendo, pero estaba tan confundida con todo lo que ocurrió, y no encontré otra forma. Afortunadamente para la familia King, pero no tanto para mí, en el camino a su residencia me topé con las dos últimas personas que quería ver –en esos días- y no fue nada grato. Edward y Emmett pasaron junto a mí, en una calle donde los niños aún no salían de sus casas a estrenar los juguetes nuevos, y temí por mi vida como nunca. El corazón me latió tan fuerte cuando Emmett me miró fijamente, sin poder descifrar su expresión; pero fue cuando miré a Edward que la sangre se me enfrió. Y todo pasó muy rápido…
Las calles se volvieron borrosas ante mis ojos y de pronto todo fue oscuridad y gruñidos, confusión y temor. Tenía la mano de Edward Cullen sobre mis ojos, y su brazo sobre mí, arrastrándome a un callejón oculto y seguido por Emmett quien intentaba arrancarme de los brazos que me aprisionaban.
-¡Suéltame! ¡Ayuda! –Comencé a gritar pero llevó la mano de mis ojos a mi boca, y pude ver todo más claro.
Emmett estaba frente a nosotros, con los ojos saltones y mirándome con temor, como si algo realmente malo podía pasar en manos de Edward. Y así era.
-Hay que acabar con esto. ¡Nos fue a denunciar y ahora va a hablar con los King! –Edward siseó.
¿Pero como sabía todo eso? ¿Acaso me espiaban? Aún así, nadie sabía lo de avisar a la familia King… Fue todo muy confuso, en ese entonces. Ahora es todo tan claro que la lógica me golpea en la cabeza.
-¡Está asustada! –Emmett tenía los puños cerrados, a ambos lados, impotente de hacer algo por salvarme.
Edward podía asfixiarme, torcer mi cuello, romper cada hueso de mi cuerpo, y fingir un suicidio navideño de la desdichada novia de Royce King II, quien no soportó tanta tragedia. O al menos eso me explicó Edward años después… Tan simple como encubrir un asesinato hecho por vampiros.