Mi vida con Emmett Cullen

Eternidad

Narra Emmett:

Una lapicera rodó por el diario, soltado por la envejecida pero fina mano de Rosalie. Cayó al suelo y antes de que pudiese hacer un solo sonido, lo atrapé en mi mano. No quise levantar mi mirada, para asumir lo ocurrido. Sus ojos se cerraron para siempre, y el ritmo constante de su corazón, que fue una melodía para mí por años, cesó definitivamente. Era el único momento en que Rosalie estaría cerca de mí nuevamente; si ella hubiese estado consciente de mi presencia, su decisión habría flaqueado.

A pesar de haberla visto madurar con los años, sus facciones no dejaban de enseñar esa perfección que me enamoró. Las arrugas jamás opacaron lo que alguna vez fue, y aquellas dos marcas alrededor de sus labios indicaban el número incontable de risas que habían pasado por su boca. Ella había sido feliz, después de todo. "Fue feliz." Me recordé para poder aguantar.

Durante años y en silencio, Rosalie Hale estuvo protegida por mí, un vampiro solitario que aseguró la felicidad de la mujer que amó, sin importar la propia. Nunca sufrió un accidente, nunca volvió a correr peligro, nunca supo que yo estaba cerca, como un ángel guardián alejado de su propia familia, consumido en un amor inconcluso. Aunque, ¿cuántas veces no escapé de su lado, arrebatado de los celos al verla con otro hombre? ¿Cuánto odié a Will por tener el privilegio de sus besos? Pero siempre volvía, porque su felicidad dependía de su seguridad, algo que yo le proveía.

Cerré su diario de vida y lo guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta; su último recuerdo y también mi secreto. Junté sus manos sobre su pecho y la acomodé como si estuviese durmiendo, y ésta era otra noche donde yo la venía a contemplar. Sólo que ésta vez, Rosalie no iba a despertar. Nunca más.

Quizás su cuerpo no estaría más en pie, sus ojos no se abrirían una vez más, ni su boca hablaría de la forma melodiosa que lo hacía, pero ahora ella estaba en un lugar, uno al que yo jamás llegaría a estar, donde no podré velar sus sueños ni contemplar sus metas. El cielo sólo recibía ángeles como ella.

-Dulces sueños Rosalie Hale. –Besé su cabello canoso para luego desvanecerme antes que llegasen los otros.

Mi frío corazón la había perdido por segunda vez, y solo el vago recuerdo de su risa y voz me resonaba en la memoria. Si tan sólo yo hubiera podido darle lo que más deseaba, si tan sólo fuese un humano, si tan sólo hubiera sido capaz de darle una familia, quizás no estaría viviendo este vacío tormentoso por su muerte. Quizás sería un viejo canoso, esperando partir a su lado. Quizás mi rostro estaría en sus recuerdos a la hora de irse. Quizás. No podía vivir de ello, no era suficiente. Las suposiciones sólo aumentarían el delirio de una vida sin ella, repasando una y otra vez cómo habría sido vivir con ella, y morir junto a su ser.

Con su diario de vida en mis ropas, y el recuerdo de su última respiración, tomé rumbo a la eterna soledad, separando nuestras vidas por primera vez en décadas, rebobinando en mi memoria infalible cada secuencia de su humanidad, cada detalle de su cuerpo que alguna vez estuvo entre mis brazos.

Lejos de Rochester, en las heladas montañas, me permití leer su escrito. El diario de vida que yo esperaba leer era muy distinto al que tenía entre mis manos. Mi nombre resaltaba de entre todos sus pensamientos plasmados, recordando con precisión nuestros escasos momentos juntos… Rosalie Hale me amó, en secreto, hasta el día de su muerte.

Sonreí. Ella me amó. Su corazón estuvo con su familia, con su esposo, y aún tuvo cabida para mí.

"Emmett Cullen, ¿dónde habrás estado todo éste tiempo?..." estaba escrito en la última página, con una letra en descenso, rompiéndose en la última palabra, en donde una raya de lapicera terminó por finalizar la pregunta. "Contigo", me permití escribir debajo de esa oración, para luego volver a cerrarlo y guardarlo en mis ropas. Y ahí quedó, en una simple narración, nuestra breve e intensa historia de amor, y hoy sólo vivirá en palabras, para siempre.

Amé a Rosalie de una forma dolorosa y masoquista, lo cual me llevó a ser un vampiro solitario que vagaba por el mundo, alejado del lugar que resguardaba sus cenizas y nuestra breve historia. ¿Podría el destino tener piedad y detener mi sufrimiento alguna vez? Sólo deseaba volver a verla, y así concluir aquel amor imposible entre la humana más hermosa que mis ojos vieron, y un vampiro, que cambió su vida por dedicarse a amarla hasta el último de sus días, en secreto, en silencio, tal y como ella lo había hecho.

Y por más que las décadas pasaron delante de mis ojos, convirtiéndose en siglos, la imagen de Rosalie Hale jamás dejó de vagar en mis pensamientos, jamás.

Fin.



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En el texto hay: decisiones, amor, dolor

Editado: 29.08.2023

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