Miedo

Capítulo 6. A la entrada del bosque

Nada había cambiado respecto a mañana. Todo seguía según lo previsto. Tal y como se suponía que iba a tener lugar la reunión, así fue. No había nada especial en este día que anunciara un cambio. Para Oleg, se trataba de un nuevo conocido que le abría otros horizontes de la cognición en psicología, antes cerrados para él. Nunca había hablado con un psicólogo experimentado que conociera la vida tal y como era. Se preguntaba cuán afortunado era. ¿Por qué tuvo la suerte de conocer a Yulia? ¿Fue una coincidencia, que podía serlo, o tal vez el destino? Tenía diferentes opiniones, pero nunca confiaba en el destino, porque sabía que en la vida podía ocurrir cualquier cosa, pero tampoco creía en las coincidencias, y leía mucho sobre ellas. O quizá simplemente tuvo la suerte de conocer en una página de citas a una chica joven, guapa y encantadora a la que le gustaron sus fotos y se interesó por hablar con él. Fue solo la simpatía de Yulia, y sin ella, no habría habido encuentro. Oleg llegó a la hora acordada al lugar del encuentro. Era la hora exacta de la reunión. Se paró en la entrada y miró a su alrededor, pero no había nadie. Se sorprendió y empezó a pensar que tal vez la chica Yulia, que le había prometido a Oleg quedar una vez más, no había acudido a la cita y ya no estaba interesada en él. Pero se le ocurrió que tal vez había llegado tarde al trabajo y se dirigía a verle, sin querer enviarle un mensaje de texto o hacerle una llamada de aviso de que llegaba tarde. Volví a mirar a mi alrededor, pero ya no estaba. Pensé en llamar para informarme sobre la reunión y saber si había cambiado algo. La reunión cerca del bosque iba a tener lugar y no se había cancelado nada, y en ese momento Yulia se dirigió a la parada del autobús, y debido a la gran cantidad de coches que había en la carretera, el tráfico se ralentizó, notablemente, y hoy la chica no llegó como estaba acordado. El retraso estaba fuera de su control, y ella no podía influir en las circunstancias y llegar a la reunión según lo acordado, pero fue un poco tarde. Yulia, de pie en la parada del autobús, miró su reloj, y ya eran las siete y cinco minutos, y quiso llamar o escribir para decir que llegaba tarde, pero no lo hizo, sabiendo que tenía tiempo de sobra, que no se asignaba para imprevistos en cada reunión, y éste era el caso ahora. En ese momento, Yulia estaba de pie buscando el autobús, pensando en Oleg y en el éxito de la reunión. Apenas podía creer lo que estaba pasando, pero no era un sueño, era real. No todos los chicos a su edad estudian psicología, y muchos se interesan por otros temas, como los placeres de las mujeres, y pocos piensan en su autodesarrollo, y hay pocos chicos tan valientes, y no es fácil encontrarlos entre la gran cantidad de cuestionarios con diferentes peticiones. Oleh apenas podía creerse la cancelación de la cita, y Yulia ya estaba pensando en que Oleh abandonara el lugar acordado. No tenían prisa por llamarse. El tiempo pasaba y todos esperaban. Yulia subió a un minibús, que rápidamente se puso en marcha y siguió recto por la carretera. Yulia se quedó de pie dentro de , sujetando el pasamanos con una mano y su bolso con la otra, y pensó en su inminente llegada. El minibús iba rápido y no había gente que se bajara en las paradas, y en diez minutos llegó, pasando por delante de todos los coches que circulaban despacio, y la llevó al lugar. Oleg se quedó esperando, tolerando el considerable retraso, y decidió esperar cinco minutos y luego llamarla para averiguarlo, pero Yulia no tenía prisa por llamar a Oleg y bajó rápidamente del taxi y, cruzando el paso de peatones, avanzó por la carretera forestal hacia la entrada principal del bosque. En su segunda cita, Yulia no tuvo miedo de pasear con un desconocido por el bosque. Enseguida lo reconoció como un joven educado, amable y responsable, que no tenía intenciones ocultas. No tenía dudas sobre el peligro. No temía ningún comportamiento imprevisible por su parte. Pasaron unos minutos más y Yulia ya se acercaba al punto de encuentro, y caminó apresuradamente hacia Oleg, que la vio y la miró, y la vio caminar confiada hacia él por la carretera recta. Hoy, Yulia llevaba un vestido de verano de colores, y era decente, nada provocativo, nada llamativo, pero que acentuaba la feminidad y la tranquilidad de la chica. Yulia siempre vestía como una chica, sin llamar demasiado la atención de los hombres, manteniendo su feminidad, y sabía que una chica siempre debe permanecer modesta y relajada. Oleg sonrió de inmediato, y Yulia vio la sonrisa de Oleg desde lejos y le devolvió la sonrisa. Se alegraron de reencontrarse y de verse. Todo sucedió como habían acordado, y el retraso no afectó a su estado de ánimo, porque sabían que el tráfico era lento en la ciudad a esa hora. Por el camino, Yulia también tuvo pensamientos lejanos y silenciosos de que quizá el joven no acudiría a la cita o se retrasaría por algún motivo imprevisto, o peor aún, no esperaría y se marcharía, pero nada de eso ocurrió. Tanto Oleg como Yulia consiguieron encontrarse en a tiempo para continuar la conversación, que terminó abruptamente en una cafetería por una razón: Yulia olvidó que tenía que terminar su trabajo, y el trabajo era lo primero, y no podía quedarse más tiempo. Siempre era responsable de cada tarea y siempre hacía todo a tiempo, nunca se retrasaba con su trabajo. La responsabilidad siempre era lo primero, e incluso en las tareas pequeñas siempre lo hacía todo a la vez y no dejaba nada para más tarde. Oleg empezó a caminar despacio al encuentro de Yulia, y cuando ella vio sus primeros pasos, enseguida empezó a sonreír y se sintió feliz. Se volvió aún más simpática, al ver la persistencia del joven y su deseo de verla, empezó a gustarle aún más. Se encontraron no muy lejos de la entrada del bosque, y cuando Yulia se acercó a Oleg, enseguida le dijo con una sonrisa:

- "Hola. Siento llegar tarde. No ha sido culpa mía, había muchos coches en la carretera y poca gente tenía prisa, todo el mundo conducía muy despacio.




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