Prólogo

SEMESTRE DE INVIERNO DE 2017.

Sus labios eran mordidos con fuerza. Mientras que dejaba que el fuerte y amargo olor de alcohol entrara en sus foses nasales. Los besos se volvían cada vez más intensos, y Wren gruñía a cada ataque sobre sus labios. La alta música retumbaba en sus oídos, provocando que se aturdiera y perdiera más la noción en el momento. Varias cuerpos a su alrededor se sacudían, aunque ella se encontraba inmersa en los besos del desconocido.

De repente su cuerpo fue separado del chico con fuerza. Ella dirigió la mirada hacia donde sentía el repentino jalón. Se topó con la mirada des-aprobatoria de su amiga, Heather. Wren se tambaleaba, mientras intentaba seguir a rastras los pasos de ella.

Volvió a mirar hacia atrás, con la intención de observar por una última vez al chico, pero falló en el intento. Pues él ya se había desaparecido entre la multitud.

No tenía conciencia precisa del paso del tiempo, pero ya se encontraba sobre el automóvil de Heather. La susodicha le acercó una botella de agua, y unas cuantas galletas que había guardado dentro antes de irse camino a la fiesta. Su mirada era inexpresiva. Pero a pesar de que los efectos del licor habían invadido los sesos de Wren, sabía perfectamente lo decepcionada que estaba de ella.

—Estás borracha hasta el culo —arguyó—. Entiendo que te sientas mal por lo que sucedió recientemente con tu novi... ex-novio —Wren dejó salir un eructo —¡Pero no tienes nada que hacer besando a personas al azar!

Ambas chicas habían decidido ir a matar el tiempo en algún bar, o lugar para bailar. Aunque esa era únicamente pésima excusa que se repitieron a si mismas. Pues la verdadera razón era que Wren había estado decaída por un reciente ruptura, y en su momento coincidieron en que sería una asombrosa idea. Sin embargo, cuando tu corazón está roto, el despecho es enorme, y hay licor a tus alrededores, las cosas siempre terminan por torcerse un poco; Besar a un desconocido era la prueba irrefutable.

¡No me hables de ese imbécil! pensó ella. Más fue incapaz de articular esa oración —Cállate, Heather—musitó—. Me siento genial. No arruines mi diversión, y trae de vuelta a ese chico—reclamó arrastrando las palabras. Heather negó.

—Ni siquiera recuerdas como era su rostro.

—No—admitió—, pero besaba bien—rió amarga—. Tú viste su rostro...

—Ni lo pienses. Iremos al dormitorio, tienes que descansar—frunció el entrecejo —. Borracha—escupió —Mierda, Wren. Michael me va a matar—susurró.

Wren respondió alguna cosa en un hilo de voz. Heather no consideró siquiera el contestar, pues realmente no entendió ni una sola palabra que había salido de su maloliente boca. 

Después de esa pequeña discusión, la alcoholizada chica había sido noqueada por el sueño durante el transcurso del camino.