¿Cómo puedo haberla cagado tanto? Si hubiera un concurso a la persona que más ha metido la pata en las últimas veinticuatro horas, yo me llevaba el premio gordo sin mucho esfuerzo.
¿En qué estaba pensando? Bueno, está claro que no estaba pensando mucho: el alcohol mandó a mis neuronas de vacaciones a un destino paradisiaco y se encargó de arruinar mi vida. Genial, lo que me faltaba. Como si no tuviera suficientes problemas ya por mí sola.
Nightmare es el grupo favorito de más de la mitad de la población mundial en estos momentos. Son algo así como… super populares. Sus canciones suenan en las radios a todas horas y sus caras están en todos los puñeteros carteles de la ciudad. Todo el mundo los conoce. Hasta mi prima de ocho años los sigue, joder.
Y yo me he besado con uno de ellos.
La situación no sería tan crítica si solo hubiera sido eso, un beso. Pero si a eso le sumamos un vídeo viral en Tiktok que han visto más de un millón de personas en las primeras veinticuatro horas… Oh, eso sí que es una catástrofe mundial.
Como yo soy una Don Nadie, ninguna persona reconoce a la chica del vídeo; pero todos reconocen a Nate, el cantante mojabragas que acaba de entrar a la soltería tras una relación más que pública con la actriz Isabella Gómez. Y sí, he revisado todo su perfil de Wikipedia de arriba a abajo. Necesito saber a que me enfrento.
—Oh —musité. Es lo único que me sentía con fuerzas de decir en ese momento.
—Fue un buen beso —concedió él, respondiendo a mi pregunta anterior.
La verdad es que en ese momento ya no me importaba si había sido un buen beso o un mal beso. Lo único que me importaba es que había gente que sí me había reconocido en el vídeo. Poca, pero gente al fin y al cabo. Amigos, familia. Andy. Oh, Andy. Esto de verdad es el fin del mundo.
—Si lo que te preocupa es haberte enrollado con una menor de edad, no te preocupes —conseguí decir yo, sorprendentemente más calmada de lo que me sentía—. Tengo diecinueve años, edad suficiente para dar mi consentimiento.
—No… —Se cortó a sí mismo. Pareció quedarse sin palabras, en blanco completamente—. No te di mi número para limpiar mi conciencia.
—Ah, ¿no? —respondí yo, extrañada.
—No —negó, contundentemente, y yo me sentí como una niña que estaba siendo regañada por su madre, lo cual era de lo más vergonzoso.
—Ah… Entonces, ¿por qué?
En mi cabeza no existe ninguna otra posibilidad. ¿Querrá repetir lo que sucedió? Sería un halago, pero visto la tragedia provocada… Casi que mejor que no nos volvamos a encontrar. Nunca jamás.
—Quería ofrecerte un trato —acaba por decir él, y yo frunzo el ceño.
—¿Un trato? —repetí, incrédula.
—Sí, un trato.
—Si estás pensando en llegar al Home run, permíteme negarme.
Vuelve a quedarse callado. De nuevo, parezco haberlo dejado sin palabras, incrédulo.
—¿Piensas así de mal de todos los hombres o solo de mí? —cuestiona, en un tono que parecía medio broma pero que a la vez parecía medio serio.
—Todos. No te sientas especial.
Se formó un silencio incómodo al otro lado de la línea.
Ya he dicho que no se me da especialmente bien hablar por teléfono. Cada cosa que digo es peor que la anterior. No quiero ni imaginar lo que Nate está pensando en estos momentos. Seguramente que soy una rarita o que estoy desquiciada.
—No me has dejado decirte cuál sería el trato.
—Dímelo entonces.
—Quiero que seas mi novia falsa durante todo el verano.